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miércoles, 27 de agosto de 2008

Tiranías en Bolivia

John Locke, uno de los padres del liberalismo, decía que donde quiera que acabe la ley, allí comienza la tiranía.

En Bolivia estamos viviendo un sinnúmero de tiranías, o una multitiranía. Todos utilizan supuestamente la ley, todos pretenden que la aplican, todos la interpretan a su propia manera, y todos, muy especialmente después de los resultados del referéndum del 10 de agosto, se creen con la suficiente legitimidad como para imponer a los demás su propia interpretación de la ley. Pero cuando dicen interpretar la ley, ni siquiera se refieren solamente a las normas constitucionales sino, en muchas ocasiones, a sus propias nociones de lo que supuestamente sería “justo”, a pesar de no estar plasmado en ninguna ley.

Entonces tenemos a esos colectivos egoístas llamados movimientos sociales, exigiendo la aprobación de un texto constitucional por decreto, seguramente piensan que aunque no es legal es “justo” y “legítimo” hacerlo. A nombre de la justicia y la legitimidad están dispuestos a impulsar cualquier barbaridad. Lo cierto es que si el gobierno hiciera tal cosa, estaría confirmando su vocación por la dictadura, autocracia, totalitarismo, como quieran llamarle. Su rechazo a las “sutilezas” de la constitucionalidad y la ley se ha puesto en evidencia desde hace mucho pero ¿poner en vigencia una constitución por decreto? esa sería la última señal necesaria para decirles en sus caras que son unos dictadores. Alguien, horrorizado me dirá ¿cómo podrías decirle dictador a alguien que ha sido ratificado con más de dos tercios de la votación nacional? ni ese porcentaje de ratificación, ni el resultado de las elecciones de 2005 implicaron, implican e implicarán nunca la concesión de cheque en blanco alguno en favor de Evo Morales, aun si en un referéndum nacional, el pueblo respondiera mayoritariamente “si” a la pregunta: ¿Está usted de acuerdo con concederle a Evo Morales poderes absolutos para gobernar? La democracia en un Estado de Derecho no se trata solamente de elecciones y números, no son los porcentajes y las masas vociferantes lo que hace a un gobierno justo o legítimo. Ciertamente el mejor mecanismo para elegir autoridades es el voto secreto, universal y directo, pero ello no es todo, es solamente un método, entre otros mecanismos e instituciones, para evitar la consolidación de la dictadura y la esclavitud. Junto con los votos y las elecciones y los números y porcentajes, están los principios sobre los cuales ha sido constituida nuestra república, están los principios sobre los que descansan las naciones civilizadas, están los derechos del hombre y los derechos humanos, las cartas de organizaciones promotoras de la paz (como la ONU), están toda la jurisprudencia constitucional y el constitucionalismo comparado, están los derechos y libertades por los que los seres humanos hemos luchado durante siglos y que las constituciones, las normas y las instituciones lo único que hacen es reconocer. Todo este cúmulo de antecedentes, toda esta construcción de la humanidad, todos los logros de los ciudadanos del mundo durante la historia de la luchas por la libertad, no pueden ser abolidos por ningún gobernante aunque este obtuviera el 100% de los sufragios a su favor. Evo Morales solamente es un administrador de los negocios del Estado, es un gerente que hemos contratado por tiempo limitado para administrar nuestros bienes, y cuyas acciones deben realizarse dentro del marco de la Constitución y las leyes, de lo contrario está siendo corrupto y está faltado a los principios de vida de la República de Bolivia.

Lo mismo con otras autoridades. Lo Prefectos tampoco son más que administradores de los intereses regionales. Si sus acciones pasan por alto la ley, entonces están cometiendo actos de corrupción.

Y lamentablemente, con más de un año sin Tribunal Constitucional, el Presidente y el resto de las autoridades están actuando al margen de la ley, están dejando de lado los principios del Estado de Derecho, están gobernando de hecho, de acuerdo a sus criterios y sus caprichos, y se están convirtiendo, poco a poco, en los dictadorcillos de cada republiqueta. Los ciudadanos, muy ocupados en tomar partido por sus caudillos, están permitiendo que esto suceda, que se destruya el Estado, y que en lugar de estar sometidos a las leyes, estemos sometidos a caprichos de personas.

jueves, 21 de agosto de 2008

Una nueva estrategia

Mucho me temo que dentro de esta aparente guerra de posiciones, el partido de gobierno ha asumido que Cochabamba está ganada, asunción lógica dado el resultado contundentemente positivo para el Presidente, tanto en la votación por el “si” como en la revocatoria del mandato de Manfred Reyes Villa, primer prefecto cochabambino elegido por voto popular. La Paz nunca fue un problema para Morales, muy especialmente por su firme “defensa a la permanencia de la sede de gobierno” en esta ciudad, que en realidad es una simple estrategia para mantener de su lado a las dos ciudades demográficamente más importantes del país; al menos el 70% de la economía paceña está basada en ser sede de los órganos del poder gubernativo, consecuentemente, el peligro de un traslado de la sede es suficiente para cohesionarlos en torno al caudillo del MAS. Por lo tanto, la derrota de José Luís Paredes en La Paz es marginal. El panorama ya había cambiado negativamente para el gobierno en Chuquisaca después de las elecciones prefecturales, y en el resto del país las cosas se han mantenido casi intactas, con ligeras reafirmaciones y refuerzos de legitimidad por todos lados.

Sin embargo, Cochabamba como pieza clave de equilibro de poder, o como obstáculo para la agudización de la violencia, o como crisol de la violencia atenuada, o como tema pendiente a resolver antes de seguir adelante, ya ha definido su posición a favor del Presidente Morales, hecho que aparentemente ha causado un cambio de estrategia ¿o un cambio en la geoestrategia?

De los cinco departamentos que más rechazan a Morales, y que además decidieron ratificar el mandato de sus prefectos (todos opositores al MAS), Santa Cruz está geográficamente en medio, es el departamento económicamente más poderoso, el demográfica y geográficamente más grande, el que mejor ha logrado articular sus movimientos ciudadanos, y el que, casi sin querer y por una emergencia del destino, está liderizando el movimiento autonómico y la defensa por la civilización occidental. Y no es que antes no haya sido así, Santa Cruz siempre fue la ciudad líder en esta contienda, pero la diferencia es que antes Cochabamba se interponía en el camino de La Paz contra Santa Cruz o viceversa, y ahora se ha convertido en cabeza de playa del masismo.

Entonces, la nueva estrategia es destruir Santa Cruz. Una semana ha bastado para comprobar que el discursito conciliador de Evo Morales no era más que una pose para iniciar esta nueva estrategia. Todo el occidente, embelesado con el indio Presidente, creyente de toda propaganda y discurso, cargado de prejuicios y mentiras contra Santa Cruz, convencido de que los culpables de nuestras miserias necesariamente tienen que ser otros y no nosotros, encandilado con las falsas caras de buenos tipos que ponen los del gobierno, y contaminado con el sinnúmero de boberías que la vulgata marxista ha sabido divulgar muy bien, pretende vivir en paz y llevar adelante sus actividades mientras el MAS destruye a Santa Cruz. Anulando a los cruceños, se rompe definitivamente al bloque opositor, y el resto de los departamentos, más pequeños y ya divididos, no representarán gran dificultad para continuar con el proceso de involución de la República de Bolivia.

Es por eso que no debe extrañarnos la continuidad y muy probable profundización de la violencia en Santa Cruz. La violencia y el caos son las mejores armas para destruir sociedades, aumentan las inseguridades, incrementan la delincuencia, generan desconfianza entre ciudadanos, ralentizan las dinámicas económicas, destruyen las instituciones y la política, y en fin, exactamente lo que necesitan Evo Morales y sus amigos para hacerse con Santa Cruz, y con ella, apoderarse de todo el país ya sin posibilidades de oposición por muchos años.

Mientras tanto, occidente, con la mano extendida hacia el Estado, con su gorra del “che” y su wiphala, se regodea en su letargo y en la autocomplacencia de no ser culpable de su estado, sonríe a la idea de no necesitar esforzarse por nada, y mira, como si fueran los mejores padres que ha tenido, a los sujetos que sutilmente le están quitando la libertad.

martes, 19 de agosto de 2008

¿Camino del cambio?

A pesar de que en repetidas ocasiones he manifestado no confiar en la gente del gobierno, y muy especialmente en García Linera, como buen ser humano, no puedo evitar, después del dicurso del domingo de Evo Morales, abrigar alguna esperanza de que finalmente estemos a las puertas de un cambio de actitud general. Ingenuidad mía o no, para ello creo necesario que los ciudadanos continuemos involucrándonos en la dinámica nacional, cada quien desde su lugar, presionando a nuestros políticos por elementos fundamentales e ineludibles a través de lo cuales ninguna solución será posible… al menos ninguna solución que mantenga a Bolivia unida y sin sangre.

El Presidente y los prefectos, como líderes políticos, podrán tener muchos defectos, pero debemos admitir que, por el momento, eso son los líderes que tenemos, demostrado esto el domingo diez, admitido y aceptado, tendremos que intentar, una vez más, obligarles a convertirse en factores aglutinadores de la bolivianidad y no en elementos de confrontación.

Lo primero que deberán hacer es restituir el Tribunal Constitucional, como órgano funamental dentro de la vida social boliviana, y sobre todo, dentro de las relaciones entre la ciudadanía y el Estado. Y lo diré nuevamente: la función de las constituciones es proteger a los ciudadanos de los abusos de los poderosos y, consecuentemente, un Tribunal Constitucional se encarga de hacer efectiva esa protección. Por lo tanto, es indispensable que todos quienes se han estado llenando las bocas con la palabra “legalidad” se unan al clamor, que por los temas políticos es opacado, por la restitución de dicha institución. Obviamente que todas las partes involucradas deberán someterse a los dictámenes del Tribunal, que por la acumulación de causas y por la locura política reciente, sentenciará en contra de moros y cristianos, pero a favor de los ciudadanos y del retorno a la institucionalidad. Si no lo hacen, estarán probando que lo suyo no son más que poses para quedar bien.

En segundo lugar, es necesario que los defensores de la actual Constitución Política asumamos, con todo el dolor en nuestras almas, que el cambio constitucional ya es irreversible. Se han construido demasiadas expectativas dentro del imaginario de los bolivianos en torno al cambio de constitución, falsas todas ellas, pero que no por ser falsas dejan de estar ahí. Pero paralelamente, es necesario que los creadores y defensores del texto constitucional propuesto asuman, por un lado, que su proceso de aprobación implicó demasiado autoritarismo, confrontación y hasta muertes para ser enviado a un referéndum nacional. Y por otro lado, que dicho texto, como norma, contiene elementos de exclusión social, violaciones a la libertad individual, eliminación de la bolivianidad como identificador nacional, destrucción de la igualdad jurídica y democrática, y muchos artículos que abren las puertas a interpretaciones que, siendo mal usadas, pueden decantar en la utilización de las instituciones del Estado para la excesiva concentración de poder por parte de algún grupo político. Lo que se tendrá que hacer entonces, y si el discurso conciliador no es pura pose, será incluir el texto diseñado en un proceso preconstituyente de unos seis meses de duración, en el que se busque la mayor y mejor participación de los ciudadanos, y convocar a una nueva asamblea constituyente que no debería durar más de seis meses. Durante todo este proceso, tendremos que poner en el congelador a nuestro radicales y mantener el supuesto espiritu conciliador que ha aparecido magicamente. El proceso autonómico y el tema de la capitalidad, necesariamente deberán ser incluidos en el debate constitucional. Además se debe definir claramente si el “poder constituyente” tendrá límites dentro del poder constituido (Congreso, Tribunal Constitucional, leyes, etc.) o como dicta uno de los autores favoritos de García Linera, su poder deberá ser incontenible, y en tal caso deberemos anular desde el Acta de Independencia de la República de Bolivia, y debatir desde cero incluso la posibilidad de seguir siendo o no un solo país.

Hay muchos más temas que se deben poner sobre la mesa, pero solamente con estos dos, nuestros políticos podrán dar verdaderas señales de cambio, de cambio de actitud, de cambio de la confrontación a la concertación, de cambio de la arbitrariedad a la institucionalidad, de cambio de la demagogia a la honestidad, de cambio del interés por el poder al interes en el servicio público, de cambio del afan excluyente al espiritu incluyente, de cambio del despeñadero al buen camino… ese sería el inicio del verdadero camino del cambio.

jueves, 7 de agosto de 2008

Mensaje a la Nación

Bolivianas y bolivianos, queridos compatriotas:

Bolivia se encuentra en una profunda encrucijada. No podemos negar que desde 1982, cuando recuperamos la democracia, emprendimos grandes e importantes avances hacia el progreso, la modernidad y la coexistencia pacífica, teniendo como norte los principios de libertad, igualdad y justicia, consagrados tanto en nuestros preceptos constitucionales como en nuestro himno nacional. Pero sería muy necio no admitir que también carecimos de la altura, el valor y la honestidad necesarias para lograr, en base a cada esfuerzo individual y a un espíritu de superación casi inexistente, superar tantos males como la pobreza, el desempleo y la corrupción. El eliminar todos estos males que han acechado y aun acechan nuestros destinos, fue la plataforma electoral de todos los gobiernos que asumieron el mando de la nación, antes de la recuperación de la democracia, pero muy especialmente desde 1982. Cada uno de los gobiernos pasados, con luces y sombras, y podría ser que con más sombras que luces, hizo un importante aporte en la construcción de la nación muy a pesar de todos los errores y delitos que pudiesen haberse cometido durante el proceso; eso es algo que no nos podemos negar a reconocer, puesto que si afirmáramos que todo en nuestra historia fue crimen y crueldad, que nunca ningún boliviano, gobernante o ciudadano, hizo nada bueno por su tierra, estaríamos viendo nuestra historia de una manera cínica, enseñándole a nuestros hijos que los bolivianos somos incapaces de patriotismo, y condenándolos a abandonar toda esperanza en un futuro mejor.

Tenemos, entonces, la historia de una gran nación, cuyos habitantes tuvimos que luchar contra muchas injusticias, como el voto restringido y la dictadura, luchas de las que salimos victoriosos y con los brazos en alto. Que no se diga nunca que los bolivianos no vencimos batallas contra la injusticia, porque quien lo diga será un vil mentiroso. Sin embargo no fue suficiente, no es suficiente, y verdaderamente nunca lo será, porque la batalla por la libertad, la igualdad y la justicia, es una tarea eterna, en la que solamente pierde quien se rinde, quien abandona el proceso de construcción de, como diría Bolívar “una patria liberal que nos cobije a todos”

Hoy encontramos un nuevo mal contra el que luchar, un mal que está intentando, desde dentro, destruir todo lo que hemos conseguido, derrumbar todo lo que hemos construido, y corroer el corazón mismo de la nación boliviana. Nuestras frustraciones, nuestros fracasos y nuestras insuficiencias, puesto que a veces no nos podemos explicar cómo es que después de tanto esfuerzo hayamos avanzado tan poco, están siendo aprovechadas por los políticos, haciéndonos creer que esta es una guerra de bolivianos contra bolivianos, ya sea por el color de piel o zona geográfica en que se habita; estos nefastos personajes, con el único objetivo de preservar o ampliar su poder, nos están arrastrando dentro de una vorágine de odio y violencia, de la que inevitablemente solo saldremos más lastimados, con mayor rencor, y con menos posibilidades de reconciliación. Tengan la seguridad de que los políticos que nos han empujado a la confrontación no encabezarán las luchas entre bolivianos, ellos permanecerán tranquilos, cómodos y en abundancia en sus casas, mientras nos mandan a morir por sus ambiciones, sus resentimientos y sus locuras.

¿Es que acaso no merecemos algo mejor que el odio y el enfrentamiento? ¿Es necesario que perdamos la paz y la libertad por completo, para apreciar su verdadero valor? ¿Estamos dispuestos a destruir nuestra nación, y a destruirnos a nosotros mismos, por defender a quienes circunstancialmente están en el poder? ¿No existe un camino de amor en lugar de odio, de sabiduría en lugar de violencia, de concertación en lugar de imposición, para continuar construyendo un mejor futuro para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos? ¿Se ha vuelto tan pequeña Bolivia, que no alcanza para albergar a todos sus hijos? ¿No será que nos han hecho creer, para defender sus intereses particulares, que somos tan distintos, siendo en realidad tan parecidos y teniendo tantos problemas comunes contra los que necesariamente tenemos que luchar unidos?

Yo estoy convencido de que la división de Bolivia, las peleas de hoy entre hermanos, son fruto solamente del egoísmo de los políticos. Ellos no quieren retroceder en sus ambiciones, y en su mezquindad, nos están destruyendo a todos.

Bolivianas y bolivianos, recordemos las sabias palabras de nuestro Libertador, en su discurso de entrega de la primera Constitución de la República de Bolívar, el 25 de mayo de 1826: “Vuestro deber os llama a resistir el choque de dos monstruosos enemigos que recíprocamente se combaten, y ambos os atacarán a la vez: la tiranía y la anarquía forman un inmenso océano de opresión, que rodea a una pequeña isla de libertad, embatida perpetuamente por la violencia de las olas y de los huracanes, que la arrastran sin cesar a sumergirla. Mirad el mar que vais a surcar con una frágil barca, cuyo piloto es tan inexperto.”