A raíz de las revelaciones de WikiLeaks se pretende “demostrar” que Estados Unidos realmente conspira contra los nobles autócratas del mundo a través, no de la orquestación de golpes de Estado, sino de la solicitud de informes a sus diplomáticos respecto del carácter o la salud mental de líderes y gobernantes, o de la petición de ayuda a ciertos presidentes para mejorar las relaciones diplomáticas con otros gobiernos.
Digo que se pretende, porque ello en realidad no demuestra nada, pues la recopilación de información, a través de medios lícitos, en los lugares en que las legaciones diplomáticas cumplen representación, es una función contemplada dentro del derecho consular y diplomático.
Los representantes de Estados Unidos, en cualquier país del mundo, tienen toda la libertad de conversar y hacer preguntas a quienquiera, ya sean líderes políticos oficialistas u opositores, así como a cualquier ciudadano del país en el que tengan una legación diplomática. De la misma forma, las representaciones diplomáticas bolivianas tienen todo el derecho y la libertad de hacer preguntas, averiguaciones y conversar, con todo líder, dirigente y autoridad en los países en que tiene representación. No por ello se puede decir que quien lo haga estará incurriendo en una acción de espionaje, conspiración o injerencia.
En realidad, todo lo hasta ahora revelado por WikiLeaks, sobre las actividades diplomáticas de los Estados Unidos de América, demuestra que aquel sinnúmero de denuncias y teorías de conspiraciones contra países en Latinoamérica, Medio Oriente u otros, no son más que vociferantes mentiras inventadas por los gobernantes menos democráticos del planeta, algunos ya convertidos en autócratas, tiranos y hasta dictadores.
El comportamiento de China, sin embargo, con motivo de la entrega del Premio Nobel de la Paz a Liu Xiaobo, el disidente que se ganó once años de prisión por pedir el fin de la hegemonía del Partido Comunista Chino, y por exigir libertad y pluralismo a sus totalitarios gobernantes, es de franca presión.
De acuerdo a una nota de Los Tiempos, del día de ayer “China y otras 18 naciones no asistirán a la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz, en homenaje al disidente chino, Liu Xiaobo, dijeron los organizadores en un anuncio que sigue a una campaña desatada por China para persuadir a los diplomáticos que no asistan.”
Entre los países que han anunciado su ausencia a este evento están Rusia, Pakistán, Serbia, Irán, Venezuela, Cuba, Arabia Saudí, Kazajstán, Ucrania, Colombia y Egipto. La inasistencia de varios de esto países, como Venezuela, Cuba o Irán, se explica porque sus gobiernos tampoco guardan ningún aprecio por la libertad, la propiedad y la tolerancia.
La ausencia de Rusia y Colombia, sin embargo, si asumimos que es ajena a alguna afinidad con el régimen chino, y a no ser que se trate de imponderables propios de estos países, podría especularse que se debe a presiones comerciales del Gobierno chino, que ya se ha convertido en un importantísimo actor dentro del orden económico mundial.
Se debe decir que la actitud del régimen chino en este caso es de flagrante cinismo y desfachatez en torno a la libertad, la tolerancia y el pluralismo, pues mientras el mundo no hace ni dice nada, de los 140 activistas chinos invitados por la esposa de Liu, sólo uno ha confirmado su asistencia a la ceremonia de entrega de premios en la capital noruega, mientras que los otros son víctimas de sus dictadores, que les han impedido que salgan de China, o les han sometido a una intensa campaña de seguridad contra los disidentes.