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viernes, 28 de septiembre de 2007

Dudas razonables

Hace unos días se publicó una entrevista realizada al ex ministro Carlos Sánchez Berzaín. Él afirma que Evo Morales habría gestado un golpe civil en octubre del año 2003, utilizando dinero venezolano, y apoyo de Cuba y las FARC.

No es, de ninguna manera, una teoría que debamos aceptar o desdeñar a la ligera. Los que consideramos que Morales y su entorno no son ningunos tontos, los que sabemos que a veces se hacen a los desentendidos pero que en realidad saben exactamente lo que buscan, creemos que pudieron perfectamente haber planificado todo lo sucedido en esa fatídica semana.

¿Y por qué no? No sería la primera vez en la historia de la humanidad ni de Bolivia que un grupo de personas logran, exitosamente, llevar adelante una conspiración contra un régimen equis. Evo Morales ya había demostrado tener vínculos muy sólidos con el tirano de la billetera grande, con el dictador de Cuba, y con muchísimos grupos y ONGs alrededor del mundo, todos ellos, antítesis de lo que representaba Goni en Bolivia. Además siempre es bueno considerar que, igual que los liberales, los partidarios de los totalitarismos han globalizado sus esfuerzos y han convertido la pugna por el poder en una guerra planetaria. Ya lo fue durante la guerra fría, lo es más aun en las épocas de la globalización.

El terrorismo, el neonazismo, el neomarxismo, y todas las ideas intolerantes, se promueven a través de los mismos medios que lo hace el liberalismo, medios provistos por la tan odiada globalización.

Por ello, los posibles vínculos de nuestro gobierno con el millonario especulador George Soros, y por los que Evo no se atrevería a nacionalizar San Cristóbal (Soros es accionista mayoritario de dicha empresa) son, también, perfectamente posibles.

De ser cierto todo lo dicho, es absolutamente lógico que los ex gobernantes teman por sus vidas, y duden de la posibilidad de recibir un trato imparcial a la hora de responder por sus actos en octubre. También sería justo incluir en ese juicio a los responsables de azuzar a las masas para que estas sirvan de carne de cañón en un complot premeditado.

El gobierno nacional ya nos ha demostrado en muchísimas ocasiones, y con varios temas, que su afán no pasa por la imparcialidad o la neutralidad. Hay movilizaciones sociales “buenas” a las que se les permite hacer lo que les plazca, y hasta se les manda alimentos de defensa civil, y hay movilizaciones sociales “malas” a las que se reprime sin contemplación como en gobiernos anteriores. Hay ciudadanos “especiales” como los constituyentes o el presidente, que pueden ignorar el mandato de la ley flagrantemente, y nadie les dice ni hace nada, y estamos los “mortales” que debemos respetar las leyes sin chistar. Se defiende la soberanía de Bolivia frente a los países ideológicamente distintos, pero se permite que Chávez amenace a ciudadanos bolivianos y que, junto con el dictador de Cuba y muy pronto Irán, influya en los asuntos del Estado boliviano. Y existen muchos otros botones de muestra.

Todo esto nos lleva a plantearnos dudas absolutamente razonables respecto de la conveniencia de que el gobierno aborde ciertos emprendimientos delicados como: Coadyuvar en la reforma universitaria, redactar una nueva constitución, enjuiciar a los protagonistas de octubre 2003, etc. Y en realidad, cuando un gobierno muestra tantas actitudes de parcialización, pierde la confianza de la gente, y su ejercicio mismo del gobierno parece un asunto terriblemente peligroso para la sociedad.

Los hechos y las señales, lejos de ser alentadores, nos permiten pensar que todo estaría orientado a favorecer a ciertos sectores o personas, y perjudicar a otros. Que el ejercicio del poder se ha convertido, para el MAS, en un instrumento para lograr metas poco claras, pero con tendencias revanchistas, autoritarias y prorroguistas, destinadas a ser parte de un bloque de países “contestatarios al imperialismo” con patrones comunes respecto del funcionamiento de la política, la economía y las libertades.

Habrá que esperar en estado de alerta. Thomas Jefferson, un gran presidente de un país que se ha convertido en una potencia dijo: El precio de la libertad es la eterna vigilancia.

Nuestra cultura política perjudica a Bolivia

No hay que olvidar que todos los partidos políticos, de oficialismo y de oposición, los funcionarios públicos, todos quienes tienen a su cargo alguna responsabilidad estatal, son parte de la sociedad boliviana. Es decir, no han venido extranjeros a gobernarnos (cosa que nos brindaría la oportunidad de echarles la culpa de nuestras miserias) sino que somos nosotros, miembros de la sociedad, quienes formamos grupos políticos y nos hacemos cargo de los asuntos del Estado.

Las conductas perversas que nos han traído a donde estamos, son parte de la cultura política nacional. Dentro del conjunto de creencias y valores de la gente, respecto del poder gubernativo y sus órganos, están latentes el clientelismo, el patrimonialismo, el caudillismo, el victimismo y las malas concepciones de democracia. Estas, junto con otras creencias, forman parte de una cultura política deficiente, sobre cuya base, los ciudadanos bolivianos ejercemos nuestras funciones tanto en la vida pública como en la privada.

Pero vayamos por partes. Es cierto que todo gobierno, incluido el actual, buscó utilizar los bienes del Estado para comprar lealtades y adhesiones, formando redes clientelares que sirvan de sustento a la gestión gubernamental. Esta práctica funcionó en las épocas de la democracia pactada, y está funcionando hoy con el corporativismo. Los políticos utilizan lo que funciona, saben que la gente quiere recibir su parte del “pastel estatal”, mientras mejor repartan, mejor gobierno serán. Y no importa que el aparato productivo, cuyo fortalecimiento constituye la verdadera solución al problema estructural del empleo y la pobreza, termine en el último lugar de la lista de prioridades.

El patrimonialismo es una práctica generalizada. Los políticos, los de ayer y los de hoy, siempre consideraron que los bienes del Estado eran su patrimonio personal. La célebre frase de Max Fernandez: “hasta los ceniceros son míos” ilustra perfectamente cuán convencidos estuvieron de ser dueños de los partidos. En función de gobierno las cosas son iguales, los bienes muebles e inmuebles han estado para el uso y abuso de los ciudadanos en el poder. Como el Estado es de ellos, lo utilizan para dar empleo a sus parientes, a sus amigos, a los de su sindicato, a los que apoyaron o aportaron, sin importar si profesionalmente sirven o no. La gente cree que lo que es público es suyo para utilizar, pero no para cuidar. La propiedad estatal es de todos cuando de usufructo o destrozo se trata, pero no es de nadie cuando se habla de responsabilidad y mantenimiento.

Caudillos queremos ser todos, ADN era de Banzer, el MNR de Goni, el MIR del gallo, UN del cementero, AUN de Manfred, Podemos de tuto y, por supuesto, el MAS es de Evo Morales. Son los jefes imprescindibles, supremos e irreemplazables. Por algo en la AC el oficialismo busca reelección indefinida, porque el patrón, único e inimitable, es Evo. Distinto sería si hubiesen cambiado las cosas, sin caudillismo habrían decenas de líderes de donde escoger para la siguiente elección. ¿La sociedad se libra? Claro que no, cada dirigente de OTB, cada presidente de federación, cada autoridad desea ser un caudillo, un mesías, el único y verdadero dios.

El victimismo nos lo inculcan desde la escuela. Todos nuestros vecinos nos robaron injusta y cruelmente, los “buenos” bolivianos perdimos todas las guerras contra los “perversos” vecinos. Que los chilenos son los principales causantes de nuestro retraso económico, que los norteamericanos imperialistas nos someten y boicotean nuestro progreso, que los europeos nos dejaron la nefasta huella del colonialismo… y dentro de Bolivia son los k’aras racistas que nos oprimen, los empresarios que nos explotan, los latifundistas que nos esclavizan. Siempre buscamos culpables para nuestras desgracias, nunca asumimos la responsabilidad de nuestras vidas y terminamos siendo las pobres victimas de la película.

Finalmente nuestros conceptos erróneos de democracia. La democracia es ¿el poder del pueblo? ¿la libertad? El pueblo es el soberano y, como tal, tiene la libertad de hacer y pedir lo que le plazca. El pueblo tiene que gobernar y puede echar abajo incluso a la misma democracia. El pueblo tiene el poder de destruir instituciones, la libertad de saquear al Estado, la posibilidad de atropellar minorías, el derecho de violar leyes, la prerrogativa de transgredir libertades.

No podemos deshacernos de nosotros mismos y dejarnos en paz… pero Bolivia nunca va a cambiar si no empezamos por casa.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Los viejos politiqueros perjudican a Bolivia

Con el manejo patrimonial de la democracia y los bienes del Estado, creyendo que el país era su hacienda y que podían hacer con él lo que quisieran por tiempo ilimitado, los viejos políticos también perjudican a Bolivia. Una vez más, no son las leyes (como dijo el Presidente), son las personas incorrectas a las que les hemos estado dando el poder de definir nuestros futuros.

Hoy, decenas de politiqueros, (ir)responsables por la situación en la que nos encontramos, cómplices de la desinstitucionalización del Estado, están igual de contentos trabajando en la Asamblea Constituyente (AC), en movimientos opositores, e incluso en el mismo gobierno. MNRistas, ADNistas, MIRistas, NFRistas, si están en la oposición, sueñan con deshacerse del indio Presidente y reemplazarlo para, una vez mas, iniciar las prácticas nocivas acostumbradas por la politiquería. Si están en el oficialismo, quieren hacernos creer que son otras personas, o que los responsables del mal funcionamiento del Estado no eran ellos, que siempre fueron buenos, que los malos eran otros.

También existen los que pretenden mostrarse “progresistas” con sus actitudes tibias frente a las amenazas que están en cierne sobre nuestras libertades. Negando que la AC sea un fracaso, extendiendo sus sesiones, criticando al gobierno y también a “la derecha radical” que pide el cierre de la AC. Pretenden obtener algún rédito político de su “buen desempeño” en el “proceso de cambios” aunque sea como colaboradores, como alarifes del alarife.

¡Pero si son los mismos de siempre! Malos oficialistas y pésimos opositores.

Tenemos a los padres y a los hijos juntos. Del principal hijo (que perjudica a Bolivia) ya escribí el miércoles pasado, pero son los padres culpables de lo que hacen estos hijos. Eran dueños y señores de partidos políticos, nobles instituciones de la democracia liberal, que nunca cumplieron el rol que les tocaba porque sus dueños nunca se interesaron en lograrlo. Porque los únicos intereses y demandas que canalizaban esos partidos, eran los de sus dueños. Porque los partidos eran un instrumento para sus amos, no para la sociedad. Todas las instituciones republicanas fueron canales de consecución de los intereses de quienes las manejaban ¿y así querían fortalecerlas?

Porque todo era un show bonito, con slogans, discursos, cifras, maquillaje, publicidad, una máscara de “buen gobierno” ¡igualito que ahora! Pero con otro lenguaje.

Hoy, luego de que los partidos fueron desprestigiados por estos señores, la solución no fue deshacernos de los señores, ellos se deshicieron de los partidos. Ya no hay MIR, ADN y NFR, pero hay UN, PODEMOS y AUN ¿Encuentro a mi mujer traicionándome en la alfombra de mi casa, y lo soluciono tirando la alfombra a la basura?

Hoy nadie quiere formar un partido político y todos se aterrorizan de la posibilidad de que les llamen “políticos”… y en realidad, los partidos políticos siguen siendo las ilustres instituciones de la democracia liberal, cuya función es canalizar las demandas de la población, ser los instrumentos de interpelación ciudadana hacia el Estado. Si funcionaron mal, no es porque los partidos, como institución, sean malos, es porque las personas que los manejaban eran politiqueros, y no políticos.

La política, igualmente, no tiene nada de malo puesto que es el único instrumento que tienen las sociedades democráticas para solucionar sus conflictos sin acudir al derramamiento de sangre, es el único medio para construir consensos.

Necesitamos partidos políticos y no movimientos sociales, necesitamos políticos y no dirigentes sindicales, necesitamos política y no enfrentamientos en las calles. El cambio que pedían los bolivianos, y por el que votaron por Evo Morales, los seguimos pidiendo.

Yo no me haría problema si militara en un partido político y me llamaran “político”, lo que si consideraría un insulto, es que me llamen “tuto”, “goni” o “Doria Medina Cementero”, porque entonces me estarían diciendo “politiquero”.

¿Saben? ¡Gracias!... Pero como sabemos perfectamente que ustedes tampoco van a cambiar de actitud ¡también déjennos en paz!

El Presidente perjudica a Bolivia

No son las leyes, es el presidente quien perjudica a Bolivia. Lo digo como parte del grupo cada día más numeroso de personas que perdimos la esperanza de que Evo Morales y sus compinches vayan a cambiar el rumbo de la nave gubernamental ¿y es que alguien aun cree posible el milagro?

Desde su discurso de posesión, Morales se ha esmerado en promover una guerra entre bolivianos. Si no me creen, busquen sus discursos y léanlos, encontrarán constantes dosis de hostilidad contra los k’aras, los cambas, los empresarios, los opositores, los disidentes y en fin.

Desprecio, eso es lo que destila el Presidente, hacia las críticas, las opiniones, las instituciones, las personas, las leyes, las regiones… y ¿saben qué? Esos son los componentes de un Estado. Y no importa que su desprecio vaya dirigido solo a una parte de cada uno de estos elementos, eso realmente no nos sirve de nada pues, para poder seguir adelante, Evo Morales tendría que quedarse con el pedazo que no desprecia. Es decir, dividir el país.

No va a desistir de su ambición de ser reelecto ilimitadamente y perpetuarse en el poder imitando a su amigo, el dictador de la billetera grande. No va a parar de boicotear las gestiones prefecturales opositoras desde el poder central, y de asediar cada que se le antoje a las ciudades “rebeldes” a su mediocre proyecto político.

No va a dejar a un lado el discurso belicoso, la descalificación y el insulto. No va a manejar la economía responsablemente, abandonando las conductas rentistas, y fomentando la productividad y la generación de empleos. Tampoco va a exigir, como lo hace con Estados Unidos, que sus amigos dictadores saquen las manos de nuestros asuntos, para así dejar de ser el alarife de un proyecto de tiranía subcontinental.

No tiene la más mínima intención de dejar de comprar lealtades en las FFAA, municipios, sindicatos y otros con los petrocheques de su ídolo dictador de Venezuela. Ni por un instante se le va a ocurrir instruir a sus levantamanos de la AC que restituyan el tema de la capitalidad o someterlo a un referéndum nacional, mucho menos redactar una constitución decente, incluyente y reconciliadora.

No va a ser capaz, jamás de los jamases, de gobernar con la inteligencia y no con las hormonas, porque no le interesa ser un verdadero estadista, con ser experto en sindicatos y movilizaciones le basta. Ni por asomo se le va a ocurrir escuchar a las personas que le criticamos, no porque le odiemos, sino porque lo está haciendo realmente mal.

No le interesa, ni por un momento, que los odios, los racismos y la belicosidad se apoderen en mayor alcance e intensidad de los ciudadanos bolivianos, es más, los seguirá promoviendo y continuará enviando a quienes por ceguera o fanatismo están dispuestos a ser carne de cañón en su guerra contra la democracia y las libertades ¡claro, como no es él quien marcha contra su misma sangre! ¡Que fácil es jugar con cuero ajeno!

Tampoco le preocupa ni le va a preocupar que los hijos de los bolivianos no puedan jugar juntos por culpa de confrontaciones impulsadas por el Presidente más irresponsable de la historia de Bolivia. Será porque no tienen, ni él ni el compañero Álvaro esposas y menos hijos, que no saben que el peor daño que le están haciendo a la patria es enfrentarnos entre hermanos y hacernos creer que el otro es el enemigo, cuando verdaderamente los enemigos de la patria son ellos, que intentan destruirla con su ambición de poder, su soberbia, su egolatría y su miseria espiritual.

Va a continuar ignorando el incremento de los cultivos de coca y el consecuente aumento en la producción de cocaína, propiciando la humillación de los bolivianos que viajan al exterior, y destruyendo la moral antidrogas que tan difícilmente habíamos ganado.

En el último cuarto de siglo, los bolivianos nos enfrentamos a dictadores, luchamos por la democracia, peleamos contra la crisis económica, lidiamos con gobernantes corruptos, repudiamos injerencias extranjeras en nuestros asuntos, reducimos la producción de drogas, conquistamos nuevos derechos y formas de participación, conseguimos sentarnos, blancos, cholos e indios en el mismo congreso, logramos salir de crisis políticas terribles, avanzamos intelectual, política y económicamente a pesar de las dificultades. Pero nunca habíamos tenido que luchar contra nuestra propia sangre, nuestros vecinos, nuestros hermanos, nuestra gente.

¡Gracias, Presidente… pero si piensa continuar con esto, mejor déjenos en paz!