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domingo, 27 de abril de 2008

El poder y la política

Aunque en el verdadero sentido de la palabra estoy redundando, pues la política implica necesariamente la administración del poder, y no solamente del poder gubernativo. Es el conjunto de acciones que se llevan a cabo dentro del sistema de poderes de una sociedad (o del mundo en la política mundial) que incluye todos los tipos de poder, potenciales y actuales, dentro de las esferas culturales, económicas, gubernativas, institucionales, etc. Destinadas a influir en el comportamiento de dicho sistema, a través de la intervención sobre uno o más elementos del mismo. Pero la redundancia fue, en todo caso, intencionada.

Dentro de este sistema de poderes, el elemento gubernativo (gobierno) es uno de los más peligrosos, puesto que dependiendo de sus actores suele incrementar o disminuir tanto su alcance como su fuerza y, el los casos mas patéticos termina, si no apoderándose, por lo menos practicando injerencias torpes e innecesarias en el resto de los elementos. Esto sucede cuando para los actores de turno dentro de la esfera gubernativa, el poder se constituye en un fin y no en una herramienta. El fin de la función pública ya no es el servicio a la sociedad, sino el controlar la mayor cantidad posible de elementos del sistema. ¿Con qué objetivo? Ciertamente no para entregar ese inmenso poder acumulado al siguiente gobierno. Nadie acumula poder demencialmente sin la intención de mantenerlo en sus manos.

El problema es que las políticas intervencionistas causan procesos de colapso dentro del sistema. Desestabilización de la economía, quiebres dentro de la paz social, incrementos en la inseguridad ciudadana, racismos, regionalismos, resurgimiento de tendencias políticas fundamentalistas e intolerantes, desorden general, etc. Todo porque el elemento gubernativo intenta adquirir la relevancia suficiente y necesaria para controlar todo el sistema.

Por otro lado, cuando dentro de la esfera gubernativa la política y el poder son solamente herramientas para conseguir que una sociedad viva en libertad, igualdad (que no igualitarismo) y fraternidad, lo único que tendrá que hacer el gobierno es consolidar su fuerza (entendida esta como su capacidad de garantizar libertades, derechos y hacer cumplir las leyes) e influir coordinada y muy discretamente en los demás elementos del sistema, tanto para corregir algunas deficiencias de este, como para ayudar en la construcción del orden espontáneo de la sociedad.

En realidad el gobierno no debe ser el gran “Leviatán” descrito por Hobbes, con un poder inmenso para controlar y castigar. Sino un elemento que ayude a la consecución de las múltiples metas individuales (que algunos podrán asumir colectivamente) por las que cada persona debe trabajar, evitando los abusos y excesos de individuos o elementos del sistema que pudieran incrementar innecesariamente su alcance (o poder).

En Bolivia estamos presenciando un proceso a través del que el elemento gubernativo pretende controlar al resto de los elementos del sistema de poderes, alterando el orden espontáneo de la sociedad de una manera muy torpe, incrementando su alcance sin tener la fuerza necesaria para cumplir con sus deberes mínimos, y pretendiendo que pone orden cuando lo que está consiguiendo es desordenar todo el sistema y llevarlo al borde del colapso. Por eso, y no solamente por la crisis internacional, la inflación azota a los bolivianos, el aparato productivo (que es el que genera empleos) se achica, se incrementan los linchamientos en el campo pero también los tiroteos en las ciudades, las diferencias políticas son cada vez más agresivas y belicosas, hay más racismo y regionalismo, los ciudadanos difícilmente hacen planes a largo plazo, etc. Porque el gobierno tiene como único fin el de incrementar su poder, controlar el sistema, conquistarlo totalmente, y conservarlo la mayor cantidad de tiempo posible. A más de dos años de gobierno ¿qué ha mejorado en Bolivia? ¿en qué aspecto de la vida social hemos avanzado? ¿hay menos pobreza, menos desempleo, mayor crecimiento, mayor productividad, industrialización, mejor calidad educativa, mejores y mayores oportunidades para los ciudadanos? No hay nada de eso. Lo que hay, es un gobierno que continúa en su lucha por el poder total (la política como fin), con frentes de batalla por donde mire, sin resultados tangibles, y con promesas de campaña electoral.

martes, 15 de abril de 2008

Orden y planificación

Por un lado, Karl Popper nos dice que considerando la siempre existente posibilidad de que las personas cometamos errores, no tiene sentido que una sociedad ponga su destino en manos de una o varias mentes, puesto que es mejor que los errores sean propios. Es una defensa al individualismo (que no es egoísmo) como posibilidad de que cada persona retenga para sí la mayor cantidad posible de opciones y responsabilidades en lo que atañe a su propia vida. Friedrich A. Hayek, por otro lado, afirma que no existe la probabilidad de que alguna mente en el planeta conozca las particularidades que hacen al orden de una sociedad moderna, que ese conocimiento está distribuido entre millones de mentes que, al planificar individualmente sus metas, hacen posible el orden espontáneo de la Sociedad Abierta. Si una persona o grupo de personas pretendieran planificar el orden de una sociedad, esta sería tan simple como una tribu de la antigüedad. Es decir, el orden deliberado o planificado por el Estado dentro de la Gran Sociedad es imposible, lo único a lo que podemos aspirar es a que los gobiernos establezcan reglas básicas de convivencia (p.e. respeto a los derechos fundamentales) y garanticen que los ciudadanos puedan ejercer sus derechos y libertades plenamente y en igualdad de oportunidades.

Es falso que dentro de la sociedad occidental (que es la que más se ha acercado al ideal de Sociedad Abierta) no existan el orden y la planificación. Existe el orden espontáneo, donde los ciudadanos se comportan en base a reglas que se han construido evolutivamente, que no necesariamente conocen, pero que han adquirido por ser el conjunto de posibles respuestas a posibles situaciones que mejor han respondido a las necesidades de sobrevivencia y superación humanas. Ninguna mente genial las inventó trazándose como meta la construcción de la sociedad actual, simplemente fueron adquiridas por los seres humanos a través del método de la prueba y el error. Las respuestas que ofrecieron resultados insatisfactorios fueron desechadas y las que lograron cumplir ciertas expectativas fueron convirtiéndose en las reglas de las sociedades.

En la economía sucede un tanto de lo mismo, cada ciudadano planifica individualmente su administración económica. Quien va a comprar distribuye su presupuesto durante el mes, de tal forma que le alcance para cubrir sus necesidades básicas y, si es posible, guardar algo para posibles contratiempos. Quien va a vender, define cuánto va a destinar a la compra de productos, cuánto puede agregar al precio original sin que el aumento sea irracional, de tal forma que pueda cubrir sus gastos y recuperar su capital para reiniciar el ciclo. Quien va a invertir en algún emprendimiento debe planificar en base al precio de la materia prima que va a requerir, los medios de producción, la fuerza de trabajo, los préstamos, las licencias, los envases, la electricidad, el diesel, los impuestos, los vaivenes del mercado, los bloqueos, las inundaciones, las sequías, etc. En realidad, en una Sociedad Abierta, donde existe el libre mercado, la economía está planificada en base a una red de planificaciones individuales. Cada persona planifica el pedazo que le corresponde de la economía de su sociedad.

Entonces, es verdaderamente absurdo que hoy nos propongan que vamos a tener un Estado planificador de la economía, un Estado empresario, regulador, cobrador de impuestos, definidor del “precio justo”, en resumen, un Estado interventor de la economía. Recordemos que en la extinta unión soviética, existía un grupo de “expertos” encargados de definir el precio de miles de productos, y que por esa evidente imposibilidad de tener el conocimiento de todos los particularismos que articulan el orden económico, terminaban imponiendo precios absurdos e irreales, llevando al Estado soviético a la quiebra. Quienes creen que la intervención del Estado le hace bien a la sociedad no han leído nada de historia, o no han aprendido nada de ella, porque no la han entendido o no la quieren entender, y pretenden continuar con la fatal arrogancia de creerse capaces de planificar en unas horas un orden que a la humanidad le ha costado miles de años construir.

Ya lo dijo Friedrich A. Hayek “Mientras más planifica el Estado, más difícil les resulta a los individuos planificar”

Composición gráfica: rodr160.blogspot.com

Las opciones del MAS

Opciones, siempre las hay, posibles, siempre son, pero no todas son necesariamente deseables o aconsejables.

En este momento, la preocupación central del gobierno es volver a apoderarse de la agenda política, arrebatada por Santa Cruz a través de su referéndum por el estatuto autonómico, y para lograrlo deben estar soportando más de un dolor de cabeza en sus esfuerzos por encontrar salidas.

No hace falta ser adivino para saber que el gobierno ha barajado entre muchas de sus posibilidades la idea de decretar un estado de sitio ¿departamental (en Santa Cruz), nacional? esa debe haber sido la cuestión. Pero por el momento, parece que las mentecitas totalitarias (como diría Cayetano Llobet) no son tan tontas como para proponer semejante medida, que al no contar el Estado con posibilidades de hacer cumplir, desnudaría la ya evidente debilidad del gobierno. Entonces, posibilidad descartada por falta de “físico”.

La opción pacífica y democrática, sería ser consecuente con la decisión (absolutamente equivocada) que asumió el Presidente durante la campaña por las autonomías departamentales, e incitar a la gente de Santa Cruz a votar por el “no” Esto se está haciendo, lo vemos todos los días en los medios, pero la propaganda del gobierno, más que a exponer ideas o argumentos, como quien está desesperado por la inminente derrota, está orientada a insultar y descalificar a las supuestas 10 familias que estarían impulsando dicho referéndum. De todas las guerras sucias propagandísticas que recuerdo (y recuerdo campañas desde el año 85, lo que significa que ya no soy tan joven como quisiera) la del gobierno contra las autonomías es la más mugrienta. Saben que tampoco cuentan con el “físico” necesario para lograr la proeza de ganarles a los autonomistas con el voto.

Descartada la primera posibilidad, y teniendo la segunda muy pocas probabilidades de éxito, el plan de utilizar a los ciudadanos de los otrora movimientos sociales, hoy grupos de choque, para intentar boicotear el acto eleccionario sigue vigente. Lastimosamente, esta tercera opción inhabilita a la segunda. Si deciden hacer campaña por el “no” ya no pueden boicotear el referéndum, y si deciden boicotearlo, ya no podrán votar por el “no” y, para variar, tampoco cuentan con el “físico” necesario (como tal vez en La Paz) para lograr un boicot eficaz y sin muchos enfrentamientos. Aquí, sin embargo, y contando con la existencia de personajes obscuramente calculadores y con frialdad cruel dentro del gobierno (como García Linera), se abre la posibilidad de mandar gente a Santa Cruz, buscando premeditadamente el derramamiento de sangre y pretendiendo utilizarlo como justificativo para poner en marcha la maquinaria represiva del Estado de manos de la Policía y las FFAA.

La desesperación por recuperar la tan valiosa agenda política les ha hecho llegar al extremo, insospechable tan solo un año atrás, de publicar propaganda declarando que la iglesia católica promueve la paz y merece respeto. Decidieron, porque la emergencia lo amerita, echar mano de la “iglesia colonial”, siempre “defensora de las oligarquías”, siempre “del lado de las clases dominantes” Pero eso tampoco parece funcionar.

Intervenir en la Corte Departamental Electoral de Santa Cruz es otra posibilidad, pero debilitaría la ya de por sí maltratada institucionalidad del poder electoral y del Estado todo. Además de que causaría una reacción impredecible entre la ciudadanía que apoya y/o promueve los movimientos autonomistas.

La última posibilidad es la odiosa posibilidad. Comprender una de las conclusiones del último encuentro de ex-presidentes y ex-vicepresidentes que afirma que el proceso hacia las autonomías es imparable, positivo y, según el ex-vicepresidente Julio Garret, el único movimiento revolucionario que existe hoy en Bolivia. Es decir, admitir el error y “let it be” con las autonomías.

Habrá que ver, yo ya me cuento entre los pesimistas que no creen que el gobierno comprenda nada ni cambie en nada, simple y llanamente porque no le da la gana de hacerlo. Seguramente surgirán una o dos opciones más, pero ninguna tan aconsejable como permitir y colaborar a que el Estado se reordene espontáneamente a través de la emergencia autonómica.

domingo, 6 de abril de 2008

Los ex-socios del MAS

Es paradójico que muchos (lo que implica que no todos) de los que hoy protestan contra el gobierno del MAS hayan sido sus socios en la destrucción del gobierno de Carlos Mesa y es, además, bueno recordarlo.

Durante el período 2004-2005 presenciamos un trabajo conjunto entre Evo Morales y su partido, y muchos de los dirigentes que hoy dicen pretender salvar a Bolivia de la irracionalidad del gobierno. Era una alianza no anunciada ni planificada, una alianza de facto para deshacerse de un escollo en el camino a la toma del poder.

Con una horrorosa falta de sentido de la historia, y con una terrible carencia de espíritu democrático, partidos políticos como el MNR, MIR, NFR, y personajes como Mario Cossio, Hormando Vaca Diez, Rubén Costas, y Branco Marincovic, entre muchos otros hicieron todo cuanto estuvo en sus manos para conseguir el alejamiento de Mesa del gobierno. Pensaban, ingenuamente (como piensan estúpidamente hoy), que existía alguna posibilidad de que representaran una opción viable o ¿esperanzadora? para el conjunto de los bolivianos, y decidieron lanzarse a nuevas elecciones, pero primero, tenían que deshacerse del “equilibrista”

El “equilibrismo” de Mesa, que en buenos términos implicaba la posibilidad de la recomposición de la sociedad boliviana a través de una acertada visión del momento histórico que se vivía, y que requería de iniciar responsablemente y de manera controlada, los procesos de autonomías departamentales, asamblea constituyente y, por supuesto, un redireccionamiento en la política hidrocarburífera, destinado a la readecuación de las reglas de juego con nuestros socios extranjeros, acorde a los nuevos precios internacionales. Además, el gobierno de Mesa le otorgaba a la democracia boliviana la oportunidad de lograr que la política, y no las calles, fuera el verdadero escenario de resolución de conflictos.

Entonces, no es que el Presidente Mesa haya intentado endulzar los oídos de la extrema izquierda y el conservadurismo, ambos son proyectos inviables para cualquier sociedad (si es que se le puede llamar proyecto a sus posturas irracionales), ambos proceden con acciones fascistoides, y ambos, antes de combatir entre si por destruirse, destrozaron la pequeña isla de libertad que representaba una posibilidad de esperanza para la gran mayoría de los bolivianos. Lo que se intentaba, desde mi punto de vista, era lograr la reconstitución de la bolivianidad, rescatando los muchos aspectos positivos de nuestra construcción republicana, incluyendo muchas de las demandas razonables de los grupos sociales inconformes, y corrigiendo muchos de los aspectos de la política y la economía que funcionaban de manera deficiente.

Pero los partidos y personajes que siempre se beneficiaron de los privilegios de poder nunca hubieran aceptado esta clase de “equilibrismos”. La corrupción, los créditos vinculados, las licitaciones dirigidas y muchos otros (prácticas que también se ven con el MAS) fueron y son la razón de ser de nuestros viejos políticos, y el único fin por el que acudieron al medio de la política. Lo que, dicho sea de paso, los hace ser cualquier cosa menos liberales.

En los hechos, tanto las tendencias del MAS por volver a la época tribal, como las prácticas mercantilistas de las viejas elites políticas, son actitudes típicas de los partidarios de la sociedad cerrada y, por lo tanto, enemigos de la sociedad abierta. Podríamos decir entonces, que el monstruo de la sociedad cerrada tiene dos cabezas que se llevan muy mal entre si, y que la fuerza de la sociedad abierta, aunque apoyada mayoritariamente por ciudadanos, no ha logrado aun encontrarse a si misma, articularse e identificar su posición.

Es evidente que los ex-socios de Evo Morales nunca sospecharon que les iría tan mal el 2005 (y tan bien al MAS), y que hoy creen (con su inexistente perspectiva histórica de siempre) que derrotado Morales les volverá a tocar el turno. ¿Esto quiere decir que hay que apoyar al gobierno y/o qué hay que rechazar las autonomías? Mientras el MAS se porte irracionalmente habrá que resistir su avasallamiento hasta el final de su gestión, y las autonomías hay que aceptarlas pero teniendo en cuenta que no deben quedar en manos de los de siempre. Entre tanto, esperemos que en algún momento los defensores de la sociedad abierta presenten una opción política y, a través de ella, nos propongan su nueva visión de país.

Ilimitando el poder

El 25 de junio de 1215 se da el primer paso en la larga historia del constitucionalismo con la sanción de la primera Carta Magna, por Juan sin Tierra de Inglaterra. ¿El objetivo? Limitar el poder del Estado, representado en aquellas épocas por el monarca. Este es uno de los muchos y costosos logros obtenidos por la humanitaria búsqueda de libertad, iniciada en Grecia con la construcción de la primera democracia.

De la misma forma en que la democracia griega tenía enemigos, puesto que fue interrumpida por menos de un año en el 404 A.C. por los treinta tiranos, la Carta Magna tuvo muchos problemas para ver la luz. Estos dos antecedentes, junto con muchos otros más recientes, demuestran que siempre es posible retroceder, porque siempre hay quien está interesado en hacerlo, porque un Estado siempre puede caer en manos de personas para las que el poder nunca es demasiado.

El autentico espíritu del constitucionalismo consiste en limitar el poder del Estado, previniendo que los gobernantes puedan hacer uso abusivo del mismo, y garantizando a los ciudadanos las libertades necesarias y suficientes para que puedan tomar la mayor cantidad posible de decisiones respectos de las distintas esferas de sus vidas sin que por ello se permita que, al hacerlo, destruyan las posibilidades del ejercicio de las mismas libertades de otros ciudadanos. Eso es todo, así de simple. Es verdad que las constituciones de muchos países como Bolivia también incluyen la estructura organizacional del poder gubernativo (una parte orgánica), pero inicialmente lo que se buscaba era limitar el poder del Estado y garantizar libertades para las personas.

Entonces, si esta es una lucha tan antigua, si la humanidad ya ha visto, después de varios ensayos con incontables errores, que otorgar demasiado poder a Estado siempre lleva a la tiranía ¿por qué aun se dan casos de países en donde se reforman las constituciones de tal forma que se agranda el alcance del Estado y se achican las libertades ciudadanas, como se ha hecho en Venezuela y se pretende hacer en Bolivia? Porque la historia, muy a pesar de Francis Fukuyama y todos los historicistas optimistas, no tiene un final. Por muy prometedora que llegara a ser la situación en que nos encontremos, o por muy grandes que hayan sido nuestros avances hacia la Sociedad Abierta, siempre se puede retroceder.

En Bolivia estamos, presenciando algunos, participando otros, en la vieja e interminable lucha entre los partidarios de una sociedad cerrada y los defensores del proceso hacia una sociedad abierta. Los primeros creen que el Estado debe poseer mayor poder para definir lo que es “bueno” para el conjunto de la sociedad en los ámbitos de la educación, la religión, la economía, la cultura, las comunicaciones, las ideas políticas, la justicia, el “vivir bien” etc. Y los segundos defendemos un proceso que, aun con muchas falencias y errores, ha demostrado ser mejor que las tiranías siempre “bienintencionadas” que hemos vivido. El proceso hacia la construcción de un Estado donde la única igualdad sea la de oportunidades, donde las personas sean libres de decidir lo que más les conviene, donde sea cada ciudadano quien defina qué significa “vivir bien” para si mismo, respetando el precepto del político liberal y primer presidente indígena (zapoteca) de Latinoamérica, Benito Juarez: Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz. Una sociedad, finalmente, donde cada persona asuma la responsabilidad de vivir.

Entonces ¿el texto constitucional del oficialismo nos propone un retroceso en la búsqueda humanitaria de la libertad y en el proceso de construcción de una sociedad abierta? Por supuesto que si, es un texto que, si bien habla de derechos y deberes de los ciudadanos, acto seguido le otorga al Estado el poder suficiente para restringirlos, y en otros casos directamente destruye sus posibilidades de elegir. La educación comunitaria, descolonizadora y revolucionaria (art. 78), la discriminación por idioma (art. 5 y 235), regímenes de justicia sin posibilidad de juicios justos o tribunales de apelación (art. 192 y 193), etnización obligatoria de las instituciones del Estado (art. 149, 198, 206, etc.), y otros aspectos, demuestran que se pretende consagrar constitucionalmente el poder en manos de determinados sectores, y encasillar a la sociedad toda dentro de las ideas de dichos personajes. El texto constitucional que nos proponen pretende ilimitar el poder del Estado.