Hace algunos días el Concejo Municipal de Cercado aprobó una norma para regular los juegos con agua durante el carnaval, cuya parte más polémica es la que prohíbe el juego con agua en parques, plazas, calles y avenidas, penalizando a sus transgresores con hasta siete días de cárcel.
Esta norma puede ser cuestionada y ha sido cuestionada desde diferentes puntos de vista.
El primero y más absurdo es el político. Hay quienes dicen que por haber sido creada una norma similar en el Municipio de Quillacollo (interinamente en manos del oficialismo), y por haber contado, en Cercado, con el apoyo también del MAS, automáticamente estaría descalificada.
Otros afirman que se está eliminando una “tradición” carnavalera, y apelan ridículamente a la protección de las tradiciones para criticar la norma en cuestión.
Están también quienes tratan de utilizar el espíritu festivo, juvenil y de diversión que contienen las fiestas carnavaleras, para condenar dicha norma, aduciendo que se estaría convirtiendo al carnaval en una celebración de monjes, y que las mojazones y los globos sólo son un “juego”.
Todos estos argumentos no son más que imposturas destinadas a tratar de cubrir una gran verdad: Que el juego con agua, y especialmente con globos, durante el carnaval, se había convertido en la más salvaje licencia para practicar cruentas agresiones contra las personas, y especialmente contra las mujeres, llegando al extremo de que los grupos de jóvenes que las practicaban no sólo las lastimaban físicamente, sino que en muchos casos aprovechaban para manosearlas descaradamente bajo el pretexto estúpido de que “en carnaval todo vale”.
No es posible que mientras nuestra sociedad se precia de ser civilizada y avanzada, y cuando nos vanagloriamos de apreciar y defender la libertad individual, tratemos de mantener una práctica que vulnera la libertad, la integridad física y la dignidad de las personas.
Nadie ha prohibido la posibilidad de que particulares se reúnan en algún domicilio y jueguen con agua hasta quedar empapados. Lo que ahora no podrán hacer es incluir arbitrariamente en su “jueguito” cruel a todas las mujeres que transitan por las calles de la ciudad. Son libres de jugar con agua, pero no son libres de incluir en ello a quien no se los ha pedido. El espíritu festivo y juvenil puede mantenerse, pero la agresión, la vulneración de la libertad y la indignidad, ya no pueden ser administradas arbitrariamente contra el resto de las personas ni en lugares públicos.
Las tradiciones, cuando atentan contra la integridad, la libertad y la dignidad de las personas, deben ser modificadas o eliminadas. También era una tradición hecha ley que un conjunto de vírgenes fueran destinadas al Inca, o emborrachar albañiles y enterrarlos en los cimientos de los edificios para prevenir los desastres, y sin embargo son cosas que ahora consideramos inaceptables. La salvaguarda de las tradiciones no puede servir de pretexto para conservar resabios de salvajismo.
Dicen que quien impulsó la norma fue Ninoska Lazarte, si es así mis sinceras felicitaciones. Se que Julio Baldiviezo estaba en contra, qué lástima por él defendiendo la irracionalidad.
Hago llegar mis felicitaciones y mi gratitud a todo el Concejo Municipal, pero especialmente a quienes apoyaron la norma. Y si entre ellos hay gente del partido de gobierno me importa muy poco, pues creo que una acción acertada los es, o no lo es, sin consideraciones políticas ulteriores, y este reglamento está muy bien puesto. Esperemos que se haga cumplir.
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