Recuerdo que durante la campaña para las elecciones nacionales de diciembre de 2009, gran parte de mis amigos y conocidos habían sido asimilados por la arrolladora polarización política que deliberadamente se había generado a partir de las candidaturas de Evo Morales y Manfred Reyes Villa.
La polarización era conveniente para Evo, porque era en estado de apronte para la guerra, y no en la circunstancia de paz y fraternidad, que él lograba las mejores victorias. Los indios contra los k’aras, los pobres contra los ricos, el pueblo contra los oligarcas, no importaba cuál combinación se usase, ésta nos conduciría a la conclusión de que sólo Evo Morales podía alcanzar y mantener una victoria auténtica en esta guerra. El era un indio, un pobre, parte del pueblo, y un hombre con poder para luchar, la opción perfecta.
La polarización también era conveniente para Manfred, porque así concentraba a su favor todo el voto que estuviera en contra de Evo, aun si la gente no estuviera convencida de que sería un buen administrador de los asuntos y negocios del Estado, pues esto no se trataba de una elección democrática, sino de una guerra, en la que se requería de un (esto visto a la distancia es muy gracioso) “hombre fuerte”, que no fuese capaz de hacer concesiones al adversario y que se atrinchere en una posición inamovible frente a la amenaza masista..
Es en ese contexto que a quienes habíamos optado por Samuel Doria Medina, se nos recriminaba por estar dividiendo el voto al entregarlo a un candidato excesivamente conciliador, sobre el que incluso se hacían pesar dudas respecto de que fuera una verdadera alternativa al MAS, y no más bien un movimiento político que le sería funcional.
“No tiene carisma” se decía, “nunca sonríe”, “nunca se enoja”, “estás votando a perdedor”, “es empresario, no político”, “tiene intereses en el país para ser presionado”, y un sinnúmero de justificativos más, por los que tendríamos que abandonar nuestra simpatía por Samuel, y entregar nuestros votos a Manfred, el candidato guerrero.
Ahora que observo los resultados en perspectiva, debo decir que no me arrepiento de mi voto. Samuel Doria Medina no será perfecto (y no tiene por que serlo pues es un ser humano al igual que cualquiera de nosotros), pero no se mostró como un supuesto guerrero que huyó a la primera señal de peligro, dejando abandonados a quienes confiaron en él.
Hoy, Doria Medina está sufriendo muchas de las peores injusticias que en los últimos tiempos se practican en el país. No sólo le han iniciado varios juicios cuyo absurdo sólo se puede explicar por móviles políticos, sino que después de haberle expropiado parte de su propiedad, las fuerzas represoras de las mentes totalitarias que nos gobiernan, a través de los títeres que han instalado en otros órganos del Estado, han decidido atacar sistemáticamente su patrimonio, buscando borrarle del mapa político como lo han hecho con tantos otros.
Doria Medina, sin embargo, ni se va ni se calla, y continúa tratando de mostrar, con acciones concretas, que es posible generar empleos y crecimiento a partir de la iniciativa y el emprendimiento de las personas. Mostrando el camino que algún día, si dejamos descansar un poco a la política y la guerra, y si lo que nos importa es erradicar la pobreza, el desempleo y la marginalidad, tendremos que seguir como sociedad y como país.
Una Bolivia en que los ciudadanos sean propietarios y empresarios, me suena mejor que una en que sean dirigentes, guerreros, politiqueros y charlatanes.