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martes, 13 de diciembre de 2011

El “factor China”


La semana pasada observé en Youtube una conferencia dictada por Rodrigo Antezana, titulada “Colapso Económico Mundial - La última lección”, en la que el referido comunicador realiza una explicación respecto de las causas de la crisis económica mundial desatada hace ya varios años, pero cuyas consecuencias más graves parecen no terminar de verse.

Dicha conferencia me ha impulsado a tratar de reflexionar en torno a un elemento de ese sistema de causas y efectos. Me refiero al “factor China”

De acuerdo a los datos presentados por Antezana, la China ya sería la primera economía del planeta, fruto de su vertiginoso crecimiento.

Este crecimiento se debe en gran medida al hecho de que grandes multinacionales han trasladado su producción, parcial o totalmente, a dicho país, puesto que la oferta de mano de obra china estaría entre las más baratas del mundo.

Este traslado ha generado dos efectos simultáneos. Por un lado, el país asiático ha incrementado su producción y demanda de materias primas de una manera dramática; y por otro lado, aquellos países que otrora fueron los centros de origen de aquella producción, hoy se han transformado en “consumidores-poco productores” en unos casos, y en otros en simples y llanos consumidores.

Como sabemos –y esa es una de las ideas principales de Rodrigo Antezana- quien no produce nada y se dedica solamente a consumir, tarde o temprano termina por deber hasta su alma a los que verdaderamente producen. Este es el problema frente al que se encuentra EEUU, que destina ingentes cantidades de recursos a gastos improductivos y al consumo, sin significar ninguna competencia en los principales rubros del mercado mundial.

Una lección que, dicho sea de paso, fue la primera enseñada por el naciente capitalismo en los burgos que rodeaban los castillos feudales, a donde los artesanos y comerciantes terminaban poseyendo mayores riquezas, e incluso siendo los acreedores de los monarcas y señores feudales.

Sin embargo, ese crecimiento chino implica un retroceso respecto de ciertos valores que como sociedad occidental nos preciamos de haber alcanzado.

La china es el equivalente a un gran mercado de esclavos, en el que el Estado es el tratante de personas a las que no se les permite protestar ni sindicalizarse, puesto que no se les ha reconocido su libertad de seres humanos y por ende tampoco sus derechos.

Es lógico, entonces, que no solamente sea mano de obra barata, sino también profundamente explotable. Las jornadas de solamente ocho horas, la seguridad laboral contra daños físicos, los aportes para jubilaciones, aguinaldos y otras conquistas, son incuestionablemente desaparecidas por el silencio impuesto desde un gobierno totalitario que ha descubierto cómo ganar dinero alquilando sus ciudadanos como esclavos a los inescrupulosos.

Una realidad horrorosa. Pero no menos horroroso es el hecho de que este factor, causante de una parte de la crisis económica mundial, y completamente deshumanizante de la civilización occidental, está siendo convenientemente pasado por alto y aprovechado por las empresas e inversionistas que se trasladan a China.

La libertad, la democracia y los Derechos Humanos, son parte del orgullo de pertenecer a la cultura occidental. Sin embargo, pareciera que muchos están dispuestos a retroceder hasta el esclavismo con tal de lograr mejores ganancias, e incluso si eso puede deteriorar las condiciones económicas en los países que sí tratan bien a sus trabajadores –y que por lo tanto no son mano de obra tan barata-

Creo que invertir en China debería verse como apoyar la dictadura, la crueldad y la explotación.

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