Mucho me temo que dentro de esta aparente guerra de posiciones, el partido de gobierno ha asumido que Cochabamba está ganada, asunción lógica dado el resultado contundentemente positivo para el Presidente, tanto en la votación por el “si” como en la revocatoria del mandato de Manfred Reyes Villa, primer prefecto cochabambino elegido por voto popular. La Paz nunca fue un problema para Morales, muy especialmente por su firme “defensa a la permanencia de la sede de gobierno” en esta ciudad, que en realidad es una simple estrategia para mantener de su lado a las dos ciudades demográficamente más importantes del país; al menos el 70% de la economía paceña está basada en ser sede de los órganos del poder gubernativo, consecuentemente, el peligro de un traslado de la sede es suficiente para cohesionarlos en torno al caudillo del MAS. Por lo tanto, la derrota de José Luís Paredes en La Paz es marginal. El panorama ya había cambiado negativamente para el gobierno en Chuquisaca después de las elecciones prefecturales, y en el resto del país las cosas se han mantenido casi intactas, con ligeras reafirmaciones y refuerzos de legitimidad por todos lados.
Sin embargo, Cochabamba como pieza clave de equilibro de poder, o como obstáculo para la agudización de la violencia, o como crisol de la violencia atenuada, o como tema pendiente a resolver antes de seguir adelante, ya ha definido su posición a favor del Presidente Morales, hecho que aparentemente ha causado un cambio de estrategia ¿o un cambio en la geoestrategia?
De los cinco departamentos que más rechazan a Morales, y que además decidieron ratificar el mandato de sus prefectos (todos opositores al MAS), Santa Cruz está geográficamente en medio, es el departamento económicamente más poderoso, el demográfica y geográficamente más grande, el que mejor ha logrado articular sus movimientos ciudadanos, y el que, casi sin querer y por una emergencia del destino, está liderizando el movimiento autonómico y la defensa por la civilización occidental. Y no es que antes no haya sido así, Santa Cruz siempre fue la ciudad líder en esta contienda, pero la diferencia es que antes Cochabamba se interponía en el camino de La Paz contra Santa Cruz o viceversa, y ahora se ha convertido en cabeza de playa del masismo.
Entonces, la nueva estrategia es destruir Santa Cruz. Una semana ha bastado para comprobar que el discursito conciliador de Evo Morales no era más que una pose para iniciar esta nueva estrategia. Todo el occidente, embelesado con el indio Presidente, creyente de toda propaganda y discurso, cargado de prejuicios y mentiras contra Santa Cruz, convencido de que los culpables de nuestras miserias necesariamente tienen que ser otros y no nosotros, encandilado con las falsas caras de buenos tipos que ponen los del gobierno, y contaminado con el sinnúmero de boberías que la vulgata marxista ha sabido divulgar muy bien, pretende vivir en paz y llevar adelante sus actividades mientras el MAS destruye a Santa Cruz. Anulando a los cruceños, se rompe definitivamente al bloque opositor, y el resto de los departamentos, más pequeños y ya divididos, no representarán gran dificultad para continuar con el proceso de involución de la República de Bolivia.
Es por eso que no debe extrañarnos la continuidad y muy probable profundización de la violencia en Santa Cruz. La violencia y el caos son las mejores armas para destruir sociedades, aumentan las inseguridades, incrementan la delincuencia, generan desconfianza entre ciudadanos, ralentizan las dinámicas económicas, destruyen las instituciones y la política, y en fin, exactamente lo que necesitan Evo Morales y sus amigos para hacerse con Santa Cruz, y con ella, apoderarse de todo el país ya sin posibilidades de oposición por muchos años.
Mientras tanto, occidente, con la mano extendida hacia el Estado, con su gorra del “che” y su wiphala, se regodea en su letargo y en la autocomplacencia de no ser culpable de su estado, sonríe a la idea de no necesitar esforzarse por nada, y mira, como si fueran los mejores padres que ha tenido, a los sujetos que sutilmente le están quitando la libertad.
Sin embargo, Cochabamba como pieza clave de equilibro de poder, o como obstáculo para la agudización de la violencia, o como crisol de la violencia atenuada, o como tema pendiente a resolver antes de seguir adelante, ya ha definido su posición a favor del Presidente Morales, hecho que aparentemente ha causado un cambio de estrategia ¿o un cambio en la geoestrategia?
De los cinco departamentos que más rechazan a Morales, y que además decidieron ratificar el mandato de sus prefectos (todos opositores al MAS), Santa Cruz está geográficamente en medio, es el departamento económicamente más poderoso, el demográfica y geográficamente más grande, el que mejor ha logrado articular sus movimientos ciudadanos, y el que, casi sin querer y por una emergencia del destino, está liderizando el movimiento autonómico y la defensa por la civilización occidental. Y no es que antes no haya sido así, Santa Cruz siempre fue la ciudad líder en esta contienda, pero la diferencia es que antes Cochabamba se interponía en el camino de La Paz contra Santa Cruz o viceversa, y ahora se ha convertido en cabeza de playa del masismo.
Entonces, la nueva estrategia es destruir Santa Cruz. Una semana ha bastado para comprobar que el discursito conciliador de Evo Morales no era más que una pose para iniciar esta nueva estrategia. Todo el occidente, embelesado con el indio Presidente, creyente de toda propaganda y discurso, cargado de prejuicios y mentiras contra Santa Cruz, convencido de que los culpables de nuestras miserias necesariamente tienen que ser otros y no nosotros, encandilado con las falsas caras de buenos tipos que ponen los del gobierno, y contaminado con el sinnúmero de boberías que la vulgata marxista ha sabido divulgar muy bien, pretende vivir en paz y llevar adelante sus actividades mientras el MAS destruye a Santa Cruz. Anulando a los cruceños, se rompe definitivamente al bloque opositor, y el resto de los departamentos, más pequeños y ya divididos, no representarán gran dificultad para continuar con el proceso de involución de la República de Bolivia.
Es por eso que no debe extrañarnos la continuidad y muy probable profundización de la violencia en Santa Cruz. La violencia y el caos son las mejores armas para destruir sociedades, aumentan las inseguridades, incrementan la delincuencia, generan desconfianza entre ciudadanos, ralentizan las dinámicas económicas, destruyen las instituciones y la política, y en fin, exactamente lo que necesitan Evo Morales y sus amigos para hacerse con Santa Cruz, y con ella, apoderarse de todo el país ya sin posibilidades de oposición por muchos años.
Mientras tanto, occidente, con la mano extendida hacia el Estado, con su gorra del “che” y su wiphala, se regodea en su letargo y en la autocomplacencia de no ser culpable de su estado, sonríe a la idea de no necesitar esforzarse por nada, y mira, como si fueran los mejores padres que ha tenido, a los sujetos que sutilmente le están quitando la libertad.
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