Un error que están cometiendo, tanto los bolivianos como la comunidad internacional es el de pensar que la democracia consiste en pronunciamiento popular constante y apariencia institucional. Ya lo dije alguna vez, una decisión tomada por alguna sociedad, en referéndum, por mayoría, ignorando información vital o dejándose llevar por pasiones, puede, de todos modos, ser un error y ser antidemocrática ¿Qué pasaría si “el pueblo” al que tanto se suele apelar últimamente, decidiera que un presidente prescinda por completo de la división de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) gobierne con poderes absolutos y elimine físicamente a sus opositores? ¿Acaso porque lo dice “el pueblo” y sin importar otras consideraciones, esa decisión debería asumirse como democrática? Ciertamente no es así, y este preámbulo me sirve para puntualizar que aunque el 100% de las acciones de Evo Morales tuvieran la aceptación de la mayoría, de todos modos no tienen por qué ser acciones enmarcadas dentro de lo democrático.
Parece que todos estuviéramos esperando que Morales se vista de militar, cierre el congreso definitivamente, persiga, desaparezca o asesine a los opositores, proscriba la libertad de expresión, cierre o queme medios de comunicación y, en fin, se declare dictador, para constatar, definitivamente, que está encabezando una dictadura.
Lamento decir que disiento totalmente con esa posición porque creo que las dictaduras no tienen por que compartir apariencias, de la misma forma que las democracias no tienen por qué hacerlo. Es necesario leer entre líneas, mirar menos lo aparente y concentrarnos más en los detalles. Los cercos al congreso, por ejemplo, cuando no son simples vigilias, cuando se organizan para determinar una decisión, cuando evitan que ingresen legisladores opositores o que se tomen decisiones contrarias a los deseos del partido de gobierno, son equivalentes a cerrar el congreso. ¿Por qué los dictadores militares cerraban el congreso? Porque era un lugar donde se difundían ideas contrarias al régimen, donde se podían tomar decisiones diferentes a los deseos del grupo que mandaba, y porque constituía una traba institucional innecesaria para hacer lo que les diera la gana. Entonces, cercar el congreso, como ya se lo ha hecho en este gobierno, y como pareciera que se pretende hacer de nuevo, es equivalente a cerrar el congreso, y no importa que sea un cierre temporal. Quien evita, por cualquier medio, que el órgano legislativo trabaje en libertad y con posibilidades de resolver algo distinto a lo que se quiere (cosa que sucede en democracia, en España o Estados Unidos los Presidentes han visto rechazadas sus iniciativas en el legislativo muchas veces), está cerrando el congreso y está encabezando una dictadura.
Quien permite que un órgano tan importante como es el Tribunal Constitucional, permanezca inhabilitado por tanto tiempo, suspendiendo la posibilidad de que los ciudadanos hagan respetar sus derechos constitucionales defendiéndose de los abusos de poder, está encabezando una dictadura.
Quien en lugar de iniciar procesos legales contra ciudadanos que supuestamente cometieron delitos, apresándolos con órdenes de aprehensión expedidas por una autoridad competente, realizando la detención con policías y fiscal con caras visibles, y juzgándolos en sus propios distritos, lo que hace es secuestrarlos con encapuchados y llevarlos al distrito donde le garantizan condena, está encabezando una dictadura.
Quien manifiesta su menosprecio a las trabas institucionales, que cuando se está en el poder son las que evitan que uno abuse de él; quien alienta y hasta hace apología del delito llamando a violar la ley, cuando es la ley la que garantiza la justicia; quien ataca a las opiniones contrarias, cuando es la opinión contraria un impulso a la fiscalización de la administración de poder; quien suspende al órgano protector de las garantías constitucionales, cuando las garantías constitucionales salvaguardan la libertad de los individuos, está encabezando una dictadura.
Importa muy poco si nominalmente aun existen Congreso, órgano judicial y Corte Electoral, e importa menos aun si la mayoría está de acuerdo con lo que se hace. No se necesita tener militarizadas las calles, asesinatos, persecuciones, presos políticos y exiliados (persecuciones, presos políticos y exiliados que ya tenemos después de la militarización de Pando) para vivir en una dictadura, esas son solamente apariencias; en el fondo, aunque las apariencias coincidan aceptablemente con las de una democracia, Bolivia ya vive una dictadura. Pero ahí están los bolivianos y la comunidad internacional, esperando a que lleguen las apariencias que bien podrían no llegar nunca.
Parece que todos estuviéramos esperando que Morales se vista de militar, cierre el congreso definitivamente, persiga, desaparezca o asesine a los opositores, proscriba la libertad de expresión, cierre o queme medios de comunicación y, en fin, se declare dictador, para constatar, definitivamente, que está encabezando una dictadura.
Lamento decir que disiento totalmente con esa posición porque creo que las dictaduras no tienen por que compartir apariencias, de la misma forma que las democracias no tienen por qué hacerlo. Es necesario leer entre líneas, mirar menos lo aparente y concentrarnos más en los detalles. Los cercos al congreso, por ejemplo, cuando no son simples vigilias, cuando se organizan para determinar una decisión, cuando evitan que ingresen legisladores opositores o que se tomen decisiones contrarias a los deseos del partido de gobierno, son equivalentes a cerrar el congreso. ¿Por qué los dictadores militares cerraban el congreso? Porque era un lugar donde se difundían ideas contrarias al régimen, donde se podían tomar decisiones diferentes a los deseos del grupo que mandaba, y porque constituía una traba institucional innecesaria para hacer lo que les diera la gana. Entonces, cercar el congreso, como ya se lo ha hecho en este gobierno, y como pareciera que se pretende hacer de nuevo, es equivalente a cerrar el congreso, y no importa que sea un cierre temporal. Quien evita, por cualquier medio, que el órgano legislativo trabaje en libertad y con posibilidades de resolver algo distinto a lo que se quiere (cosa que sucede en democracia, en España o Estados Unidos los Presidentes han visto rechazadas sus iniciativas en el legislativo muchas veces), está cerrando el congreso y está encabezando una dictadura.
Quien permite que un órgano tan importante como es el Tribunal Constitucional, permanezca inhabilitado por tanto tiempo, suspendiendo la posibilidad de que los ciudadanos hagan respetar sus derechos constitucionales defendiéndose de los abusos de poder, está encabezando una dictadura.
Quien en lugar de iniciar procesos legales contra ciudadanos que supuestamente cometieron delitos, apresándolos con órdenes de aprehensión expedidas por una autoridad competente, realizando la detención con policías y fiscal con caras visibles, y juzgándolos en sus propios distritos, lo que hace es secuestrarlos con encapuchados y llevarlos al distrito donde le garantizan condena, está encabezando una dictadura.
Quien manifiesta su menosprecio a las trabas institucionales, que cuando se está en el poder son las que evitan que uno abuse de él; quien alienta y hasta hace apología del delito llamando a violar la ley, cuando es la ley la que garantiza la justicia; quien ataca a las opiniones contrarias, cuando es la opinión contraria un impulso a la fiscalización de la administración de poder; quien suspende al órgano protector de las garantías constitucionales, cuando las garantías constitucionales salvaguardan la libertad de los individuos, está encabezando una dictadura.
Importa muy poco si nominalmente aun existen Congreso, órgano judicial y Corte Electoral, e importa menos aun si la mayoría está de acuerdo con lo que se hace. No se necesita tener militarizadas las calles, asesinatos, persecuciones, presos políticos y exiliados (persecuciones, presos políticos y exiliados que ya tenemos después de la militarización de Pando) para vivir en una dictadura, esas son solamente apariencias; en el fondo, aunque las apariencias coincidan aceptablemente con las de una democracia, Bolivia ya vive una dictadura. Pero ahí están los bolivianos y la comunidad internacional, esperando a que lleguen las apariencias que bien podrían no llegar nunca.
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