Con las ínfulas de salvador de Bolivia, de ser parte de la reserva moral del mundo, y apoyado por un país que ha cometido el terrible error de aprobar su texto constitucional, no es nada sorprendente que “Mr. I am the law” (el Presidente Morales) pretenda, igual que sus padrinos Chávez y Castro, dar lecciones de moral al mundo.
Bolivia ha decidido ser enemiga del libre comercio desde el día en que eligió a Evo Morales como Presidente, y más allá de que ello encierre una actitud terriblemente bobalicona, es una realidad que debemos asumir. Más aun, si consideramos que la Constitución del MAS (que es ahora la vigente) es solamente una reafirmación de todas las acciones y todas las políticas que ha llevado adelante el gobierno durante sus más de tres años de administración.
¿Cuáles políticas y acciones? Muchas. Como ejemplo tenemos el hecho de que el Presidente le dé un plazo de 60 días al Congreso para que apruebe su ley electoral, so pena de aprobarla él mismo a través de un nuevo y ya acostumbrado decretazo. Si los zánganos y antirrevolucionarios congresistas no satisfacen sus caprichos, Mr. I am the law tomará las riendas del asunto, prescindiendo, para variar, de las vías institucionales, y apropiándose de las funciones del legislativo. Es decir, el Presidente, que ya es el poder ejecutivo será, cuando lo necesite y le parezca conveniente, el poder legislativo.
Pero la intención de esta columna es comentar el probable juicio o recurso de nulidad que Bolivia impondría ante tribunales internacionales contra las negociaciones que han iniciado Colombia, Perú y Ecuador con la Unión Europea, en pos de la firma de tratados de libre comercio.
El principio básico que rige en este tema es el de la soberanía. Este principio debería ser conocido por nuestros actuales gobernantes, puesto que son ellos quienes más apelaron a la palabreja tanto desde la oposición como siendo oficialismo. Así como Bolivia puede decidir soberanamente ser enemiga del libre comercio, Perú, Colombia y Ecuador, pueden acudir al mismo atributo para negociar con la UE, y la UE para negociar con ellos.
Visto el importante crecimiento económico que ha implicado para Perú la firma de tratados de libre comercio con EEUU, Canadá y otros países, es lógico deducir que ese es el camino correcto hacia el progreso y el desarrollo, contra el encierro que promueven países como Bolivia. Si los bolivianos queremos ser los bobalicones del continente, no solo negándonos a conquistar nuevos mercados, sino perdiendo los que ya habíamos ganado, podemos soberanamente hacerlo, pero no pretendamos exigir que nuestros vecinos imiten nuestras boberías dejando de lado sus derechos soberanos de buscar mejores días para sus ciudadanos, y emulando actitudes tercermundistas que ya han probado sobradamente ser boleto directo a la pobreza y el atraso.
Y esto no se trata de lealtades entre Estados. Los gobiernos de los países que negocian los tratados tienen la obligación principal, o debería decir, la lealtad principal con sus ciudadanos, con su bienestar y con su progreso.
Desde el ingreso de Mr. I am the law en palacio de gobierno, hemos escuchado de muchos proyectos fabulosos de industrialización en muchos rubros, pero especialmente en el hidrocarburífero, y sin embargo no tenemos idea de a quién le vamos a vender nada de lo que produzcamos si somos enemigos del libre comercio. ¿O pretendemos que los mercados más grandes del mundo nos compren todo lo que produzcamos, sin contar ellos con la posibilidad de vendernos, y a cambio de insultos y de endilgarles nuestros propios fracasos a ellos?
La ONU ha aconsejado a los países del mundo duplicar su producción de alimentos hasta el año 2030 para evitar la escasez de alimentos. Esa sería una excelente oportunidad para Bolivia de convertirse en una de las más grandes despensas de la humanidad, aprovechando no solamente las tierras fértiles de los valles y del trópico, sino además las del altiplano para criar ingentes cantidades de ganado camélido y venderle al mundo una de las carnes más sanas que existen. Pero no, preferimos ser enemigos del libre comercio, y sentirnos bien y libres de culpas, pensando que nuestro atraso no es porque no hayamos hecho lo necesario para salir de él, sino porque cualquiera, menos nosotros claro está, es el malvado chupasangre que nos lo ha impedido.
Y mientras tanto, Mr. I am the law continúa dando discursos y lecciones de moral, progreso y bienestar al mundo.
Bolivia ha decidido ser enemiga del libre comercio desde el día en que eligió a Evo Morales como Presidente, y más allá de que ello encierre una actitud terriblemente bobalicona, es una realidad que debemos asumir. Más aun, si consideramos que la Constitución del MAS (que es ahora la vigente) es solamente una reafirmación de todas las acciones y todas las políticas que ha llevado adelante el gobierno durante sus más de tres años de administración.
¿Cuáles políticas y acciones? Muchas. Como ejemplo tenemos el hecho de que el Presidente le dé un plazo de 60 días al Congreso para que apruebe su ley electoral, so pena de aprobarla él mismo a través de un nuevo y ya acostumbrado decretazo. Si los zánganos y antirrevolucionarios congresistas no satisfacen sus caprichos, Mr. I am the law tomará las riendas del asunto, prescindiendo, para variar, de las vías institucionales, y apropiándose de las funciones del legislativo. Es decir, el Presidente, que ya es el poder ejecutivo será, cuando lo necesite y le parezca conveniente, el poder legislativo.
Pero la intención de esta columna es comentar el probable juicio o recurso de nulidad que Bolivia impondría ante tribunales internacionales contra las negociaciones que han iniciado Colombia, Perú y Ecuador con la Unión Europea, en pos de la firma de tratados de libre comercio.
El principio básico que rige en este tema es el de la soberanía. Este principio debería ser conocido por nuestros actuales gobernantes, puesto que son ellos quienes más apelaron a la palabreja tanto desde la oposición como siendo oficialismo. Así como Bolivia puede decidir soberanamente ser enemiga del libre comercio, Perú, Colombia y Ecuador, pueden acudir al mismo atributo para negociar con la UE, y la UE para negociar con ellos.
Visto el importante crecimiento económico que ha implicado para Perú la firma de tratados de libre comercio con EEUU, Canadá y otros países, es lógico deducir que ese es el camino correcto hacia el progreso y el desarrollo, contra el encierro que promueven países como Bolivia. Si los bolivianos queremos ser los bobalicones del continente, no solo negándonos a conquistar nuevos mercados, sino perdiendo los que ya habíamos ganado, podemos soberanamente hacerlo, pero no pretendamos exigir que nuestros vecinos imiten nuestras boberías dejando de lado sus derechos soberanos de buscar mejores días para sus ciudadanos, y emulando actitudes tercermundistas que ya han probado sobradamente ser boleto directo a la pobreza y el atraso.
Y esto no se trata de lealtades entre Estados. Los gobiernos de los países que negocian los tratados tienen la obligación principal, o debería decir, la lealtad principal con sus ciudadanos, con su bienestar y con su progreso.
Desde el ingreso de Mr. I am the law en palacio de gobierno, hemos escuchado de muchos proyectos fabulosos de industrialización en muchos rubros, pero especialmente en el hidrocarburífero, y sin embargo no tenemos idea de a quién le vamos a vender nada de lo que produzcamos si somos enemigos del libre comercio. ¿O pretendemos que los mercados más grandes del mundo nos compren todo lo que produzcamos, sin contar ellos con la posibilidad de vendernos, y a cambio de insultos y de endilgarles nuestros propios fracasos a ellos?
La ONU ha aconsejado a los países del mundo duplicar su producción de alimentos hasta el año 2030 para evitar la escasez de alimentos. Esa sería una excelente oportunidad para Bolivia de convertirse en una de las más grandes despensas de la humanidad, aprovechando no solamente las tierras fértiles de los valles y del trópico, sino además las del altiplano para criar ingentes cantidades de ganado camélido y venderle al mundo una de las carnes más sanas que existen. Pero no, preferimos ser enemigos del libre comercio, y sentirnos bien y libres de culpas, pensando que nuestro atraso no es porque no hayamos hecho lo necesario para salir de él, sino porque cualquiera, menos nosotros claro está, es el malvado chupasangre que nos lo ha impedido.
Y mientras tanto, Mr. I am the law continúa dando discursos y lecciones de moral, progreso y bienestar al mundo.
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