Es interesante observar cómo ciertos políticos van cambiando de discurso a gusto, antojo y conveniencia, pasando como acróbatas de una posición a otra sin que parezca que un solo pelo se les moviera.
Muamar El Gadafi, fue un gobernante vitalicio por más de cuarenta años, típico dictador que dispuso de la vida de los ciudadanos y los recursos de un país a sus anchas, construyendo monumentos inútiles para resaltar su propio poder, y empachándose de privilegios para sí y para sus familiares y allegados mientras su sociedad miraba estupefacta sus sinrazones e irracionalidades. En su última etapa, decidió que quienes se revelasen contra el dios gobernante, eran unas ratas traidoras que debían ser borradas del mapa a plan de bombardeos.
La OTAN, en una medida acertada creo yo, decidió no intervenir directamente en el conflicto libio, pero tampoco mirar de palco lo que a todas luces era una masacre. No mandar tropas, pero apoyar a los rebeldes libios en su lucha por la libertad, esa fue la decisión.
Ahora, Gadafi apela al discurso fácil y, para nosotros, familiar, del tercermundismo, acusando a los rebeldes de ser “pagados por los colonizadores” (imperialismo en otras modalidades de tercermundismo). “Convoco a las tribus de Sebha, Beni Oualid, Feran, Yufra y Anwaset, a que cada una tome una zona para ayudar a purgar la capital, debéis tomar Trípoli y peinarlo para eliminar a las ratas” ha dicho el tirano libio, llamando a sus simpatizantes a defender ¿qué cosa?, ¿la soberanía del pueblo libio?, ¿la dignidad de los ciudadanos?, no, a defenderle a él y a su ilimitado poder, a defender sus incontables privilegios, su ego y su insensatez.
Algo similar encontramos en Bolivia con el actual conflicto del TIPNIS. Esos mismos indígenas que en algún tiempo fueron la bandera y justificativo para que Evo Morales adquiera poder e infringiera principios básicos de la vida en sociedad y el derecho, hoy, apelando a la misma bajeza que Gadafi en Libia, se han convertido en cachorros del imperialismo.
Quiero recordarle al lector que de acuerdo al derecho internacional, consular y diplomático, los representantes de países asentados en determinado Estado, tienen la libertad y el derecho de conversar con cualquier ciudadano, sea éste dirigente o no, y de obtener toda la información que les interese, siempre y cuando para ello se utilicen medio lícitos. Por lo que la Embajada de EEUU, como cualquier otra, no necesita permisos especiales ni está prohibida de hablar con los dirigentes de la marcha por el TIPNIS, ni con cualquier otro boliviano.
Pero esa es la ventaja del discurso tercermundista y de gobernar una sociedad que se lo cree, su versatilidad y gran potencial para ser usado contra cualquiera que se ponga en frente. Como el imperialismo conspira subrepticiamente contra todos los que se han declarado dignos y se han apropiado de la ideología tercermundista, entonces basta con acusar al que se opone, critica u observa, de estar ligado a él, para obtener una descalificación automática contra los rebeldes, y una masa de insensatos creyentes aglutinados en torno a poder que lucha por preservarse a si mismo.
Para colmo, ahora también se intenta descalificar a la marcha acusando de traficantes de tierras a los indígenas… Tamaña estupidez, cuando los indígenas nunca han sido propietarios de nada. Y ese es el problema, que al no ser propietarios de su tierra, cualquiera puede llegar y utilizarla como le de la gana, ya sea para plantar coca o para construir una carretera.
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