Hace unos días se publicó una entrevista realizada al ex ministro Carlos Sánchez Berzaín. Él afirma que Evo Morales habría gestado un golpe civil en octubre del año 2003, utilizando dinero venezolano, y apoyo de Cuba y las FARC.
No es, de ninguna manera, una teoría que debamos aceptar o desdeñar a la ligera. Los que consideramos que Morales y su entorno no son ningunos tontos, los que sabemos que a veces se hacen a los desentendidos pero que en realidad saben exactamente lo que buscan, creemos que pudieron perfectamente haber planificado todo lo sucedido en esa fatídica semana.
¿Y por qué no? No sería la primera vez en la historia de la humanidad ni de Bolivia que un grupo de personas logran, exitosamente, llevar adelante una conspiración contra un régimen equis. Evo Morales ya había demostrado tener vínculos muy sólidos con el tirano de la billetera grande, con el dictador de Cuba, y con muchísimos grupos y ONGs alrededor del mundo, todos ellos, antítesis de lo que representaba Goni en Bolivia. Además siempre es bueno considerar que, igual que los liberales, los partidarios de los totalitarismos han globalizado sus esfuerzos y han convertido la pugna por el poder en una guerra planetaria. Ya lo fue durante la guerra fría, lo es más aun en las épocas de la globalización.
El terrorismo, el neonazismo, el neomarxismo, y todas las ideas intolerantes, se promueven a través de los mismos medios que lo hace el liberalismo, medios provistos por la tan odiada globalización.
Por ello, los posibles vínculos de nuestro gobierno con el millonario especulador George Soros, y por los que Evo no se atrevería a nacionalizar San Cristóbal (Soros es accionista mayoritario de dicha empresa) son, también, perfectamente posibles.
De ser cierto todo lo dicho, es absolutamente lógico que los ex gobernantes teman por sus vidas, y duden de la posibilidad de recibir un trato imparcial a la hora de responder por sus actos en octubre. También sería justo incluir en ese juicio a los responsables de azuzar a las masas para que estas sirvan de carne de cañón en un complot premeditado.
El gobierno nacional ya nos ha demostrado en muchísimas ocasiones, y con varios temas, que su afán no pasa por la imparcialidad o la neutralidad. Hay movilizaciones sociales “buenas” a las que se les permite hacer lo que les plazca, y hasta se les manda alimentos de defensa civil, y hay movilizaciones sociales “malas” a las que se reprime sin contemplación como en gobiernos anteriores. Hay ciudadanos “especiales” como los constituyentes o el presidente, que pueden ignorar el mandato de la ley flagrantemente, y nadie les dice ni hace nada, y estamos los “mortales” que debemos respetar las leyes sin chistar. Se defiende la soberanía de Bolivia frente a los países ideológicamente distintos, pero se permite que Chávez amenace a ciudadanos bolivianos y que, junto con el dictador de Cuba y muy pronto Irán, influya en los asuntos del Estado boliviano. Y existen muchos otros botones de muestra.
Todo esto nos lleva a plantearnos dudas absolutamente razonables respecto de la conveniencia de que el gobierno aborde ciertos emprendimientos delicados como: Coadyuvar en la reforma universitaria, redactar una nueva constitución, enjuiciar a los protagonistas de octubre 2003, etc. Y en realidad, cuando un gobierno muestra tantas actitudes de parcialización, pierde la confianza de la gente, y su ejercicio mismo del gobierno parece un asunto terriblemente peligroso para la sociedad.
Los hechos y las señales, lejos de ser alentadores, nos permiten pensar que todo estaría orientado a favorecer a ciertos sectores o personas, y perjudicar a otros. Que el ejercicio del poder se ha convertido, para el MAS, en un instrumento para lograr metas poco claras, pero con tendencias revanchistas, autoritarias y prorroguistas, destinadas a ser parte de un bloque de países “contestatarios al imperialismo” con patrones comunes respecto del funcionamiento de la política, la economía y las libertades.
Habrá que esperar en estado de alerta. Thomas Jefferson, un gran presidente de un país que se ha convertido en una potencia dijo: El precio de la libertad es la eterna vigilancia.
No es, de ninguna manera, una teoría que debamos aceptar o desdeñar a la ligera. Los que consideramos que Morales y su entorno no son ningunos tontos, los que sabemos que a veces se hacen a los desentendidos pero que en realidad saben exactamente lo que buscan, creemos que pudieron perfectamente haber planificado todo lo sucedido en esa fatídica semana.
¿Y por qué no? No sería la primera vez en la historia de la humanidad ni de Bolivia que un grupo de personas logran, exitosamente, llevar adelante una conspiración contra un régimen equis. Evo Morales ya había demostrado tener vínculos muy sólidos con el tirano de la billetera grande, con el dictador de Cuba, y con muchísimos grupos y ONGs alrededor del mundo, todos ellos, antítesis de lo que representaba Goni en Bolivia. Además siempre es bueno considerar que, igual que los liberales, los partidarios de los totalitarismos han globalizado sus esfuerzos y han convertido la pugna por el poder en una guerra planetaria. Ya lo fue durante la guerra fría, lo es más aun en las épocas de la globalización.
El terrorismo, el neonazismo, el neomarxismo, y todas las ideas intolerantes, se promueven a través de los mismos medios que lo hace el liberalismo, medios provistos por la tan odiada globalización.
Por ello, los posibles vínculos de nuestro gobierno con el millonario especulador George Soros, y por los que Evo no se atrevería a nacionalizar San Cristóbal (Soros es accionista mayoritario de dicha empresa) son, también, perfectamente posibles.
De ser cierto todo lo dicho, es absolutamente lógico que los ex gobernantes teman por sus vidas, y duden de la posibilidad de recibir un trato imparcial a la hora de responder por sus actos en octubre. También sería justo incluir en ese juicio a los responsables de azuzar a las masas para que estas sirvan de carne de cañón en un complot premeditado.
El gobierno nacional ya nos ha demostrado en muchísimas ocasiones, y con varios temas, que su afán no pasa por la imparcialidad o la neutralidad. Hay movilizaciones sociales “buenas” a las que se les permite hacer lo que les plazca, y hasta se les manda alimentos de defensa civil, y hay movilizaciones sociales “malas” a las que se reprime sin contemplación como en gobiernos anteriores. Hay ciudadanos “especiales” como los constituyentes o el presidente, que pueden ignorar el mandato de la ley flagrantemente, y nadie les dice ni hace nada, y estamos los “mortales” que debemos respetar las leyes sin chistar. Se defiende la soberanía de Bolivia frente a los países ideológicamente distintos, pero se permite que Chávez amenace a ciudadanos bolivianos y que, junto con el dictador de Cuba y muy pronto Irán, influya en los asuntos del Estado boliviano. Y existen muchos otros botones de muestra.
Todo esto nos lleva a plantearnos dudas absolutamente razonables respecto de la conveniencia de que el gobierno aborde ciertos emprendimientos delicados como: Coadyuvar en la reforma universitaria, redactar una nueva constitución, enjuiciar a los protagonistas de octubre 2003, etc. Y en realidad, cuando un gobierno muestra tantas actitudes de parcialización, pierde la confianza de la gente, y su ejercicio mismo del gobierno parece un asunto terriblemente peligroso para la sociedad.
Los hechos y las señales, lejos de ser alentadores, nos permiten pensar que todo estaría orientado a favorecer a ciertos sectores o personas, y perjudicar a otros. Que el ejercicio del poder se ha convertido, para el MAS, en un instrumento para lograr metas poco claras, pero con tendencias revanchistas, autoritarias y prorroguistas, destinadas a ser parte de un bloque de países “contestatarios al imperialismo” con patrones comunes respecto del funcionamiento de la política, la economía y las libertades.
Habrá que esperar en estado de alerta. Thomas Jefferson, un gran presidente de un país que se ha convertido en una potencia dijo: El precio de la libertad es la eterna vigilancia.