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viernes, 23 de mayo de 2008

¿Qué quiere Evo Morales?

Aunque no comparto algunas de las apreciaciones de Filemón Escóbar respecto de lo que se debiera hacer en Bolivia, creo que su tesis de la complementariedad de opuestos a través del respeto entre la civilización andino-amazónica y la civilización occidental, y su reflexión acerca de los errores de la izquierda y también de los partidos tradicionales, son excepcionales. “De la revolución al pachakuti” es un aporte fundamental para que los intelectuales, políticos y ciudadanos en general evitemos cometer las mismas estupideces que nos han traído a la horrorosa situación en la que estamos. Esta lectura me provocó hacerme la pregunta que pone el título de esta columna.

Evo Morales llegó a la presidencia bajo el simbolismo de la hoja de coca, ese fue el detonante de la creación de un movimiento político que luego se extendió por todo el país. Pero ¿qué es lo que busca hoy Evo Morales? Lo que se buscaba originalmente era, en primerísima instancia, detener los abusos destinados a parar la producción de coca en el Chapare, crímenes que luego fueron perpetrados por ambos bandos, no hay que olvidar que los cocaleros torturaron y asesinaron a muchos uniformados, y cuyos casos quedaron en el olvido hasta nuestros días. Pero en fin, esa primera reivindicación comenzó a ser resuelta en el gobierno de Carlos Mesa con la concesión del cato de coca por familia, y posteriormente en el gobierno de Morales con la eliminación casi absoluta de acciones de erradicación. Es decir que el problema de la coca ya está resuelto. Pero al convertirse en un movimiento nacional, el MAS tuvo que incorporar demandas de muchos otros sectores dentro de (no digamos programa político) pliego de gobierno. Revertir el proceso de capitalización incluso en casos en donde era absurdo hacerlo (como en ENTEL), la incorporación de actores populares en esferas gubernamentales, etc. Problemas como el de la eliminación de la pobreza y el desempleo supuestamente también son desafíos del actual gobierno que, dicho sea de paso, supuestamente se solucionaban con la nacionalización de los hidrocarburos (ya muchos sabíamos que eso no era más que discurso).

La mayoría de las demandas de los ciudadanos han quedado pendientes en más de dos años de gobierno, pero Evo Morales tiene en sus manos las posibilidades y los recursos para iniciar el proceso destinado a resolverlas. Si me preguntara le sugeriría algo así como tontas inversiones productivas estatales, o el absurdo estímulo a la inversión privada, o la estupidez de conceder facilidades a quienes quieran instalar empresas, o el ridículo de conminar a los embajadores a ser vendedores y conseguir mercados para productos bolivianos en lugar de andar de turistas, y otras sandeces que a los liberales nos gusta parlotear para conspirar contra nuestro maravilloso Presidente. Pero el punto es que Morales tiene, desde hace más de dos años, la posibilidad política de iniciar procesos encaminados a mejorar las vidas de los bolivianos, los recursos económicos suficientes para lograrlo y, de necesitar inversión extranjera, la simpatía internacional necesaria para conseguirla. Simplemente ignorando a la oposición y trabajando en los temas planteados, podría hasta conseguir que el pueblo boliviano clame por la reelección que tanto desea. Pero no se ocupa de ello, tiene en sus manos la posibilidad de construir soluciones, pero se dedica a pelear y destruir.

Creo que el Presidente ha traicionado a los bolivianos regresando, con un buen empujoncito de García Linera y sus ministros siniestros, a la tesis que siempre defendió cuando inició su vida de dirigente en el Chapare, la de la lucha armada y la eliminación de sus enemigos. Con la única diferencia de que hoy está en el poder, ha probado el dulce sabor del poder nacional y dudo mucho que se conforme con volver a hacer guerrilla en algún lugar de Bolivia. Evo Morales ha abandonado la tesis de la complementariedad de opuestos (en la que nunca creyó), ha aplicado la lucha electoral (o electorera como diría el compañero Álvaro) solamente para ver hasta donde le llevaba (porque tampoco creyó nunca en ella), y en el fondo continúa pensando que la confrontación es la solución eficaz a los problemas. El error ha sido llevar a la presidencia a alguien cuya convicción democrática está en duda.

Hoy estoy más convencido que nunca de que Morales y su gobierno, antes que ceder en sus acciones, preferirán el derramamiento de sangre. Salvo que un ángel en su entorno espante a los demonios y le haga cambiar de idea.

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