Típico de los grupos políticos que sufren de ese horrible síndrome llamado estadolatría, consistente en creer que el Estado lo puede resolver todo, que debe estar presente en todos los ámbitos de la sociedad, y que debe controlarlo todo, el “compañero Álvaro” recientemente nos ha explicado el funcionamiento del supuesto modelo económico (nuevo según él, viejo según la historia) que se estaría poniendo en práctica en Bolivia. “Pongámosle un nombre al bebé” ha dicho, y lo ha llamado “nacional productivo”. Lamentablemente el nombre es incorrecto, ya que existen decenas de naciones productivas en el mundo, y las más productivas lo son gracias al impulso y la entereza de la iniciativa privada en coordinación con la buena predisposición y compañía de los Estados. El nombre correcto del bebé de García Linera debería ser “Estado fracasado”, o “burocracia paquidérmica”, y hasta “ineficiencia estatista”
Entre otras cosas, nuestro dijque leído exEGTK dijo que se trata de consolidar un Estado “fuerte”, lo que implica una gran deficiencia en la idea de lo que se considera Estado fuerte. La propuesta que realmente nos hace el gobierno es, de la misma forma en que lo hicieron y lo hacen los países con gobiernos nacionalistas, socialistas y populistas, incrementar el alcance del Estado. Es decir, expandir los ámbitos de la vida social en que la burocracia gubernamental cumple funciones, estatizar los sectores productivos y de servicios, creando, además del ejército de burócratas políticos que ya tenemos, otro ejército de burócratas empresariales, lo que no implica que se esté incrementando la fuerza del Estado.
La fuerza y el alcance son variables totalmente distintas. El alcance, como ya lo he dicho, se refiere a la intervención de los Estados en las esferas de la vida social. En cambio la fuerza está ligada a la capacidad de un Estado de hacer cumplir las normas que regulan esa vida social. Con lo que existen cuatro combinaciones posibles, a saber: 1. Poco alcance y poca fuerza. 2. Poco alcance y mucha fuerza. 3. Mucho alcance y mucha fuerza. 4. Mucho alcance y poca fuerza. De las cuatro opciones, las fórmulas más seguras para llegar a ser un Estado fracasado son la 1 y la 4. La opción 3 comprende una alta posibilidad de llegar a ser Estado fracasado, una aceptable posibilidad de quedarse en Estado mediocre, y una pequeña de ser Estado exitoso. Y la opción 2 es el boleto seguro hacia el Estado exitoso.
La pregunta es ¿por dónde andamos nosotros? Bolivia, durante el período al que se ha llamado de “neoliberalismo” se situó en la opción 1. El Estado se deshizo de todas las actividades que emprendía innecesariamente, las pasó a manos de la administración privada, y se quedo con aquellas que le conllevaban una obligación fundamental hacia la sociedad, teníamos un Estado con poco alcance. Pero nunca fuimos capaces de hacer cumplir nuestra normativa, desde la Constitución hasta las leyes más menudas fueron violadas sistemáticamente, por eso Goni pudo firmar contratos con petroleras sin previa aprobación congresal, por eso muchas empresas extranjeras se sintieron en el happy hour de la libertad de administración e hicieron quebrar el LAB (caso VASP), incrementaron las tarifas de agua supuestamente para mejorar el servicio (siendo que parte de su compromiso era invertir para realizar esas mejoras; esto causó la “guerra del agua”), etc. Entonces, aun con poco alcance estatal, la debilidad de las instituciones (poca fuerza) nos lleva a convertirnos en un Estado fracasado.
Hoy ¿Quién tendría en cinismo de decirnos que somos un Estado institucionalmente fuerte? (se me ocurren nombres de algunos cínicos, pero evidentemente debemos ignorarlos). En los últimos dos años, Bolivia ha profundizado su debilidad institucional llegando a poseer una fuerza casi nula. Lo que ha ido in crescendo es el alcance del Estado, y lo que nos propone el Vice es continuar incrementándolo irracionalmente. Cambiar la opción 1 por la 4 será catastrófico para nuestra economía, puesto que quienes disfrutarán del happy hour serán los políticos y burócratas del gobierno, que (siguiendo las instrucciones del Presidente) podrán ignorar la ley y manejar los recursos y empresas del Estado indiscriminadamente, situándonos, como siempre, en el conjunto de países fracasados del globo. Bolivia ¿cambia? Evo cumple… ¿ese es el gran cambio? ¿De país fracasado opción 1 a país fracasado opción 4?… ¡lastima!
Entre otras cosas, nuestro dijque leído exEGTK dijo que se trata de consolidar un Estado “fuerte”, lo que implica una gran deficiencia en la idea de lo que se considera Estado fuerte. La propuesta que realmente nos hace el gobierno es, de la misma forma en que lo hicieron y lo hacen los países con gobiernos nacionalistas, socialistas y populistas, incrementar el alcance del Estado. Es decir, expandir los ámbitos de la vida social en que la burocracia gubernamental cumple funciones, estatizar los sectores productivos y de servicios, creando, además del ejército de burócratas políticos que ya tenemos, otro ejército de burócratas empresariales, lo que no implica que se esté incrementando la fuerza del Estado.
La fuerza y el alcance son variables totalmente distintas. El alcance, como ya lo he dicho, se refiere a la intervención de los Estados en las esferas de la vida social. En cambio la fuerza está ligada a la capacidad de un Estado de hacer cumplir las normas que regulan esa vida social. Con lo que existen cuatro combinaciones posibles, a saber: 1. Poco alcance y poca fuerza. 2. Poco alcance y mucha fuerza. 3. Mucho alcance y mucha fuerza. 4. Mucho alcance y poca fuerza. De las cuatro opciones, las fórmulas más seguras para llegar a ser un Estado fracasado son la 1 y la 4. La opción 3 comprende una alta posibilidad de llegar a ser Estado fracasado, una aceptable posibilidad de quedarse en Estado mediocre, y una pequeña de ser Estado exitoso. Y la opción 2 es el boleto seguro hacia el Estado exitoso.
La pregunta es ¿por dónde andamos nosotros? Bolivia, durante el período al que se ha llamado de “neoliberalismo” se situó en la opción 1. El Estado se deshizo de todas las actividades que emprendía innecesariamente, las pasó a manos de la administración privada, y se quedo con aquellas que le conllevaban una obligación fundamental hacia la sociedad, teníamos un Estado con poco alcance. Pero nunca fuimos capaces de hacer cumplir nuestra normativa, desde la Constitución hasta las leyes más menudas fueron violadas sistemáticamente, por eso Goni pudo firmar contratos con petroleras sin previa aprobación congresal, por eso muchas empresas extranjeras se sintieron en el happy hour de la libertad de administración e hicieron quebrar el LAB (caso VASP), incrementaron las tarifas de agua supuestamente para mejorar el servicio (siendo que parte de su compromiso era invertir para realizar esas mejoras; esto causó la “guerra del agua”), etc. Entonces, aun con poco alcance estatal, la debilidad de las instituciones (poca fuerza) nos lleva a convertirnos en un Estado fracasado.
Hoy ¿Quién tendría en cinismo de decirnos que somos un Estado institucionalmente fuerte? (se me ocurren nombres de algunos cínicos, pero evidentemente debemos ignorarlos). En los últimos dos años, Bolivia ha profundizado su debilidad institucional llegando a poseer una fuerza casi nula. Lo que ha ido in crescendo es el alcance del Estado, y lo que nos propone el Vice es continuar incrementándolo irracionalmente. Cambiar la opción 1 por la 4 será catastrófico para nuestra economía, puesto que quienes disfrutarán del happy hour serán los políticos y burócratas del gobierno, que (siguiendo las instrucciones del Presidente) podrán ignorar la ley y manejar los recursos y empresas del Estado indiscriminadamente, situándonos, como siempre, en el conjunto de países fracasados del globo. Bolivia ¿cambia? Evo cumple… ¿ese es el gran cambio? ¿De país fracasado opción 1 a país fracasado opción 4?… ¡lastima!
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