O prima noctis. Así se llamaba el privilegio por el que los señores feudales de Inglaterra tenían el derecho de tener sexo con las esposas de sus súbditos en la primera noche de bodas. Fue y es considerado un abuso porque al otorgar tal privilegio, el rey aplicaba su poder para obligar a los recién casados a hacer algo que no querían, no porque él fuera rey, ni porque fuera uno solo, sino porque estaba obligándoles a hacer algo sin su consentimiento. ¿Y era un abuso contra quién? No contra la comunidad, ni siquiera un abuso contra la pareja, sino específicamente contra la mujer, contra la libertad de la mujer de acostarse con quien le diera la gana cuando le diera la gana.
¿Qué hubiera pasado si el monarca decidía consultar primero al marido si estaba de acuerdo con prestar a su mujer en la primera noche de bodas? A no ser que el hombre tuviera alguna perversa fijación con compartir a su mujer con su señor, seguramente se hubiera negado. ¿Y si el monarca le hubiese ofrecido una cuantiosa suma en oro para que accediera, al estilo de la propuesta indecente de Hollywood? Pues dependiendo de la codicia y/o corruptibilidad del hombre, éste se hubiese negado o no. Pero asumiendo que el marido era o perverso, o muy codicioso, o muy corrupto, y hubiese accedido a alguna de las propuestas de su señor, por el hecho de contar con la aprobación del marido ¿la prima nocte hubiera dejado de ser un abuso? Por supuesto que no, seguiría siendo un abuso contra la mujer, contra su libertad de acostarse con quien le dé la gana cuando le dé la gana.
¿Qué hubiera sucedido si el monarca organizaba un plebiscito o un referéndum para que su ley contara con la aprobación de la comunidad? Si dicha comunidad tuviese algún especial gusto por la promiscuidad, probablemente podría acceder a aprobar dicha ley, pero recordando un poco las características de la sociedad inglesa antigua lo veo poco probable. Pero ¿y si el monarca les hubiese prometido otorgarles tierras y riquezas a cambio de aprobar su ley en consulta popular? Si dicha comunidad tiene muy débiles los principios, o directamente no los tiene, posiblemente podría haber accedido y, en la consulta, hubiese ganado el “sí” hasta con los votos de muchas mujeres. En cualquiera de los casos, ya sea por perversión colectiva o por codicia comunitaria, habría sido la decisión de la mayoría y, de contar con la aprobación de la mayoría ¿la prima nocte hubiera dejado de ser un abuso para las mujeres que votaron por el “no”? Claro que no, seguiría siendo un abuso, aunque solo existiera una mujer que se oponga a tal privilegio, de todos modos sería un abuso para ella, contra su libertad de acostarse con quien le dé la gana cuando le dé la gana.
Y si esta vez los más sabios de la comunidad, los ancianos, los brujos, los más capacitados, los más lindos, los más originarios, los mejores o los más explotados, o tal vez los obreros, o quizás los indígenas, o probablemente los arios, o hasta los más religiosos, decidieran que es buena idea otorgar tan codiciado privilegio al noble señor, o a los extranjeros para atraer el turismo, o a los mercaderes para obtener beneficios, o por último para sí mismos ¿Dejaría la prima nocte de ser un abuso contra la mujer?
¿Y si en realidad no es a todas las mujeres que se quiere aplicar dicha ley? ¿Si es solamente a una, la única de tantas mujeres, y de manera excepcional, que se la quiere entregar a un hombre que, no es un noble, sino el general de un ejercito que va a exterminar a la comunidad, pero que puede ver sus ímpetus calmados por una noche con la bella mujer? Es decir que la estamos entregando, sin su consentimiento, por la salvación de la comunidad ¿Entonces deja de ser un abuso contra la mujer? ¡No, no, no, y no! Sigue siendo un abuso inadmisible contra su libertad de acostarse con quien le dé la gana y cuando le dé la gana.
El abuso no deja de ser abuso porque lo ejecute o lo apruebe el Presidente, los mejores, los más sabios, los indígenas, los proletarios o la mayoría. La libertad existe o no existe, y para que exista no debe aparecer ningún tercero que determine nuestras decisiones o nuestros comportamientos, ya sea este (el tercero) individual o colectivo. La libertad es un individuo frente a sus opciones, decidiéndose sin ser perturbado por nadie. Y esto va especialmente para los tontos que creen que, por estar aprobado en referéndums, pueden obligarnos a aceptar sus abusos y arbitrariedades.
¿Qué hubiera pasado si el monarca decidía consultar primero al marido si estaba de acuerdo con prestar a su mujer en la primera noche de bodas? A no ser que el hombre tuviera alguna perversa fijación con compartir a su mujer con su señor, seguramente se hubiera negado. ¿Y si el monarca le hubiese ofrecido una cuantiosa suma en oro para que accediera, al estilo de la propuesta indecente de Hollywood? Pues dependiendo de la codicia y/o corruptibilidad del hombre, éste se hubiese negado o no. Pero asumiendo que el marido era o perverso, o muy codicioso, o muy corrupto, y hubiese accedido a alguna de las propuestas de su señor, por el hecho de contar con la aprobación del marido ¿la prima nocte hubiera dejado de ser un abuso? Por supuesto que no, seguiría siendo un abuso contra la mujer, contra su libertad de acostarse con quien le dé la gana cuando le dé la gana.
¿Qué hubiera sucedido si el monarca organizaba un plebiscito o un referéndum para que su ley contara con la aprobación de la comunidad? Si dicha comunidad tuviese algún especial gusto por la promiscuidad, probablemente podría acceder a aprobar dicha ley, pero recordando un poco las características de la sociedad inglesa antigua lo veo poco probable. Pero ¿y si el monarca les hubiese prometido otorgarles tierras y riquezas a cambio de aprobar su ley en consulta popular? Si dicha comunidad tiene muy débiles los principios, o directamente no los tiene, posiblemente podría haber accedido y, en la consulta, hubiese ganado el “sí” hasta con los votos de muchas mujeres. En cualquiera de los casos, ya sea por perversión colectiva o por codicia comunitaria, habría sido la decisión de la mayoría y, de contar con la aprobación de la mayoría ¿la prima nocte hubiera dejado de ser un abuso para las mujeres que votaron por el “no”? Claro que no, seguiría siendo un abuso, aunque solo existiera una mujer que se oponga a tal privilegio, de todos modos sería un abuso para ella, contra su libertad de acostarse con quien le dé la gana cuando le dé la gana.
Y si esta vez los más sabios de la comunidad, los ancianos, los brujos, los más capacitados, los más lindos, los más originarios, los mejores o los más explotados, o tal vez los obreros, o quizás los indígenas, o probablemente los arios, o hasta los más religiosos, decidieran que es buena idea otorgar tan codiciado privilegio al noble señor, o a los extranjeros para atraer el turismo, o a los mercaderes para obtener beneficios, o por último para sí mismos ¿Dejaría la prima nocte de ser un abuso contra la mujer?
¿Y si en realidad no es a todas las mujeres que se quiere aplicar dicha ley? ¿Si es solamente a una, la única de tantas mujeres, y de manera excepcional, que se la quiere entregar a un hombre que, no es un noble, sino el general de un ejercito que va a exterminar a la comunidad, pero que puede ver sus ímpetus calmados por una noche con la bella mujer? Es decir que la estamos entregando, sin su consentimiento, por la salvación de la comunidad ¿Entonces deja de ser un abuso contra la mujer? ¡No, no, no, y no! Sigue siendo un abuso inadmisible contra su libertad de acostarse con quien le dé la gana y cuando le dé la gana.
El abuso no deja de ser abuso porque lo ejecute o lo apruebe el Presidente, los mejores, los más sabios, los indígenas, los proletarios o la mayoría. La libertad existe o no existe, y para que exista no debe aparecer ningún tercero que determine nuestras decisiones o nuestros comportamientos, ya sea este (el tercero) individual o colectivo. La libertad es un individuo frente a sus opciones, decidiéndose sin ser perturbado por nadie. Y esto va especialmente para los tontos que creen que, por estar aprobado en referéndums, pueden obligarnos a aceptar sus abusos y arbitrariedades.
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