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domingo, 26 de agosto de 2007

De apocalípticos agoreros

He oído en varias ocasiones usar esos términos para calificar a quienes tratamos de alertar a la ciudadanía de los posibles peligros que están en cierne sobre nuestras libertades, nuestra unidad y nuestra democracia.

No es, en absoluto, que nos guste la idea de ver a nuestro país en llamas y sumergido en el caos total. Son, más bien, las conclusiones que podemos obtener en base a la observación y el análisis de las acciones y señales del gobierno. Análisis hechos, dicho sea de paso, por ciudadanos de a pie, que no somos candidatos ni candidateables a nada, que no poseemos grandes intereses económicos, y que no deseamos nada de lo que advertimos. Un grupo multidisciplinario de personas con el único interés común de velar por el bienestar de la nación toda y, de buscar cambios, sí, pero no en base a la repetición de errores, la eliminación de libertades, la exacerbación de las diferencias y la confrontación.

Sin embargo ¡¿cómo se cumplen muchas de las conclusiones de los apocalípticos agoreros no!?

Advertimos sobre la posibilidad de que el gobierno pretendiera defenestrar al poder judicial, y eso es exactamente o que ha sucedido la semana pasada. Un golpe a la institucionalidad del Estado boliviano, torpe e imprudente, pero golpe al fin. Dejar a la sociedad boliviana sin la única instancia judicial que vela por la constitucionalidad de los actos del poder gubernativo es exactamente lo que necesita un gobierno para hacer lo que le plazca sin la menor duda, incuso para urdir un régimen totalitario.

Prevenimos sobre la desinstitucionalización cada vez más profunda de Bolivia, y eso es precisamente lo que ha causado la última ola de cabildos, marchas, huelgas y afines, a favor y en contra, dentro de todo el territorio nacional. Si las instituciones republicanas estuviesen fortaleciéndose, este tipo de movilizaciones serían cada vez menos necesarias, pues los ciudadanos contarían con los canales legales suficientes para hacer llegar sus demandas, sugerencias y quejas a los órganos de gobierno. Si las movilizaciones empezaron en Bolivia con algunos sectores, es porque las instituciones no funcionaban para ellos. Si las medidas de presión las asumen cada vez más y más sectores, es porque las instituciones ya no están funcionando para nadie.

Alertamos sobre la posibilidad de que Evo Morales pretenda eternizarse en el poder, imitando a sus amigos, los dictadores de Venezuela y Cuba, y no otra cosa demuestran la propuesta de la reelección indefinida y el afán de hacer crecer el alcance del Estado, de manera que se convierta en un Estado-Dios que, inevitablemente, siempre tiende a someter a los ciudadanos a los designios de los que lo controlan.

Señalamos la necesidad de admitir que fracasamos en el proceso constituyente, planteamos que era imperativo dar muerte definitiva al monstruo que habían creado la politiquería, la mezquindad y la intolerancia, porque ese adefesio no tenía ningún futuro y solo podría engendrar una aberración peor. Pero los necios se empeñaron en extender la vida de la abominación. Ahora muchos de los doctores Frankesntein que participaron en el intento de reanimación del bicho, se arrepienten tarde. La AC hace mucho que está a años luz de lo que debió ser, un instrumento de reencuentro y reconstrucción republicana.

Opinamos sobre los peligros de convertirnos en una sociedad rentista, y sus implicaciones negativas sobre el aparto productivo y la economía. Este hecho, junto con la inexistencia de políticas de desarrollo productivo y con la ayuda de muchos millones en petrocheques, ha causado una inflación que, lastimosamente, nos afecta a todos, no solo a sus (ir)responsables.

Repudiamos los discursos demagógicos que agudizaron los racismos y regionalismos. Hablamos de lo absurdo de un indio hablando de los 500 años de opresión siendo que, gracias a la democracia liberal, éste es Presidente de la República. Pero nos llegó el 11 de enero, y esta semana miles de campesinos van a Sucre para quien sabe qué.

Quisiéramos ser solo eso, unos apocalípticos agoreros. Quisiéramos equivocarnos en nuestros análisis… ¡ojala nos equivoquemos! Pero mientras las acciones y las señales sean desalentadoras, mientras las salidas estén más lejos y cada vez sean menos, continuaremos haciendo señales de advertencia.

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