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viernes, 7 de marzo de 2008

Consenso o mayorías miserables

Puesto que las encuestas (en las que no hay que creer ciegamente) pronostican un empate técnico entre el “si” y el “no” al nuevo texto constitucional redactado y aprobado en las penosas condiciones que ya todos conocemos, existe por supuesto, la probabilidad de que dicho texto se imponga como nueva ley fundamental de la República de Bolivia.

Ensayemos la hipótesis siguiente: Gana el “si” con (digamos) el 54% de los votos. ¿Quién puede negar que sea la mayoría? Nadie. Es una mayoría perfectamente legal y, por lo tanto, una victoria absolutamente legítima. Sin embargo, en una situación como la planteada, sería un error concentrar la atención en la parte victoriosa de la consulta. Finalmente ganaron y se dedicarán a festejar y a cantar glorias.

El punto aquí, es observar a la parte perdidosa del referéndum. Estamos hablando de (en el caso hipotético planteado) un 46% de bolivianos que están en contra de la implementación de dicho texto como ley fundamental, 46 de cada cien, 460 de cada mil, etc. que no se sentirán parte de ese “nuevo” Estado creado a través de todas las acciones (ilegales y sangrientas) ya conocidas.

Es aquí donde aparece el problema de los grados de legitimidad relativa. Porque si bien 54% es una mayoría que otorga legitimidad, 65% es, en relación a la cifra anterior, una mayoría con mayor grado de legitimidad, 75% en relación a 65% y más aun a 54%, es una mayoría aun con mucha más legitimidad. Esa es la razón por la que se peleó tanto por los dos tercios, porque en teoría, los dos tercios de los asambleístas representaban a los dos tercios de los votantes de la elección y, lógicamente, había más posibilidades de que en un referéndum constitucional, esos dos tercios representados se reflejen en la votación.

Pero el punto es que una mayoría de 50 mas uno, dos, tres o cuatro por ciento, es una mayoría miserable. Una mayoría miserable que puede perfectamente elegir a un Presidente, porque éste se va a quedar solamente por cinco años pero que, aunque puede, no debería definir por si sola, una nueva forma de vida institucional para el 100% de los bolivianos. De darse un resultado como el descrito, sería necesario que los victoriosos festejen menos y se pongan a pensar en las implicaciones de tener a casi la mitad del país disconforme.

Si embargo también existe la segunda opción por considerar. ¿Qué pasa si es el “no” es el que gana con un 50 mas uno, dos, tres o cuatro por ciento? La situación podría ser similar, la parte ganadora festejaría, cantaría glorias y, posiblemente, pretendería (igual que en la hipótesis anterior) ignorar a la parte perdidosa. Pero tenemos que ser lógicos, ésta también sería una victoria miserable, igual de miserable que la anterior. Lo cierto es que, de darse un resultado como este, también tendríamos que analizar y preocuparnos por la situación de quienes optaron por el “si” y perdieron, puesto que la hipótesis ensayada plantearía el problema de que casi la mitad de los bolivianos deseaban cambios en la Constitución Política del Estado.

En ninguno de los dos casos sería sensato que la parte ganadora se aferre a su mayoría miserable y rechace la posibilidad de intentos de generación de consensos a posteriori. ¿Cómo podríamos evitar tales situaciones? Construyendo los consensos antes de llegar a ellas.

He estado considerando seriamente las posibilidades (si… si… aun existen posibilidades) y poniéndome en el lugar de Evo Morales he llegado a la siguiente conclusión: El Presidente está preso de los demonios que él mismo ha creado discursivamente. Avanzar le causa problemas con una mitad del país y retroceder con la otra. Entonces, si Morales no desea llegar a ninguna de las dos hipótesis planteadas, la única solución es que obligue (si, ha leído bien, dije obligue) a los prefectos, líderes cívicos, líderes de movimientos sociales, asambleístas, líderes empresariales, partidos políticos, colegios de profesionales, pueblos indígenas (y si olvido a alguien… también) a dialogar, el tiempo que se necesario (en Sudáfrica tardaron años, pero lograron excelentes resultados) hasta que le presenten soluciones de consenso.

Lo único que tendría que hacer el Presidente es garantizar que estas personas puedan trabajar sin presiones de ningún tipo, y sentarse en palacio, gobernando tranquilo, hasta que le entreguen resultados. Su actitud tendría que ser “no se hace nada, hasta que me entreguen soluciones de consenso” Se que es difícil, pero no imposible y, lo más importante, es urgente.

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