Para la palabra autodeterminación, el diccionario de la real academia de la lengua española pone: libre decisión de los pobladores de un territorio sobre su futuro estatuto político. Como se puede apreciar, es una idea demasiado general, que abre la posibilidad de múltiples interpretaciones en su hipotética puesta en práctica dentro de la vida del Estado boliviano.
Debo decir que conozco personas cercanas al partido de gobierno y/o a los autores del texto constitucional, y que tienen una idea bastante clara de los límites de esa autodeterminación propuesta. Según ellos, estaríamos hablando de autodeterminación dentro del marco de la Constitución Política del Estado, lo que implica que ni las instituciones ni las normas de las comunidades podrían transgredir los derechos en ella consagrados. Por lo demás, la definición de la estructura orgánica de sus instituciones, la forma de elección de sus autoridades, los castigos administrables a los criminales, etc. pasarán a ser prerrogativa de cada comunidad.
Más allá de las objeciones teóricas que se pueden hacer a esta propuesta, como el hecho de que solamente la democracia liberal, basada en el voto secreto, universal y directo, con pluralismo político e igualdad de oportunidades de elegir y ser elegido, y con libertad de expresión y asociación, puede otorgar al ciudadano la posibilidad de vivir en democracia libremente; o la crítica a la justicia comunitaria que, al no estar escrita, y auque se afirma que no contempla al asesinato como norma, implica, sin embargo, castigos que atentan contra la honra y la dignidad de las personas (p.e. chicotazos o vestir de mujeres a los corruptos) y está sujeta al estado de ánimo de los comunarios, lo que implica subjetividad pura; el mayor obstáculo para considerar, más que inviable, peligrosa la idea de autodeterminación, son los hechos.
Y es que es muy fácil tener las ideas claras en teoría, pero la realidad siempre termina por demostrar si esas teorías son correctas o no. Esto es algo que, dicho sea de paso, nunca terminan de aprender nuestros cerebritos “progresistas”. La prueba que tienen que pasar las teorías, para demostrar si sirven o no, es la prueba de la realidad; y si fallan en dicha prueba, necesariamente, y por honestidad intelectual, se tiene que volver a la mesa de diseño.
Ya la idea de autodeterminación, aun antes de ser aprobado o no el texto constitucional oficialista, está siendo puesta a prueba por los hechos en la vida diaria de muchas comunidades. Y en los hechos, frutos lógicos de la realidad, gran parte de las comunidades la están asumiendo como extraterritorialidad. Es decir, piensan que ninguna ley, ni la Constitución Política del Estado, tiene tuición sobre sus acciones y, consecuentemente, que ninguna institución de la república, ni la policía nacional, tiene el derecho de ser respetada dentro de sus territorios.
La realidad nos está mostrando que la autodeterminación teórica, planteada y promovida por muchos intelectuales nacionales y extranjeros, es muy distinta a la autodeterminación fáctica, vivida y vista por los bolivianos todos los días. La primera se somete a normas básicas de vida en sociedad, pero la segunda, que es la que verdaderamente importa, nos muestra que, en la percepción de las personas, las posibilidades son ilimitadas e incluyen, la tortura, el asesinato, la humillación y, en fin, el total desconocimiento de los derechos de los ciudadanos propios y extraños a las comunidades.
Esta es una de las muchas razones por las que ese texto constitucional está lejos de considerarse aceptable. ¿Esto implica que las comunidades indígenas nunca deberán poseer la cualidad de la autodeterminación? claro que no. La conclusión a la que deberíamos llegar es que dicha cualidad debe ser lograda a través de un proceso en el que se prepare a las colectividades para que, gradualmente, el Estado central les entregue mayores responsabilidades, a la vez que se establezcan mecanismos de vigilancia que garanticen la observancia de las normas básicas dentro del ejercicio de las responsabilidades entregadas; y solamente con la constatación de que la comunidad cumple a cabalidad y de manera responsable las nuevas funciones adquiridas, se podrá dar el siguiente paso con la cesión de responsabilidades más grandes, hasta llegar a la autodeterminación plena, tan apreciada, tan interesante, pero tan peligrosa si se la maneja alegremente y sin considerar el contexto y la percepción de las personas.
Debo decir que conozco personas cercanas al partido de gobierno y/o a los autores del texto constitucional, y que tienen una idea bastante clara de los límites de esa autodeterminación propuesta. Según ellos, estaríamos hablando de autodeterminación dentro del marco de la Constitución Política del Estado, lo que implica que ni las instituciones ni las normas de las comunidades podrían transgredir los derechos en ella consagrados. Por lo demás, la definición de la estructura orgánica de sus instituciones, la forma de elección de sus autoridades, los castigos administrables a los criminales, etc. pasarán a ser prerrogativa de cada comunidad.
Más allá de las objeciones teóricas que se pueden hacer a esta propuesta, como el hecho de que solamente la democracia liberal, basada en el voto secreto, universal y directo, con pluralismo político e igualdad de oportunidades de elegir y ser elegido, y con libertad de expresión y asociación, puede otorgar al ciudadano la posibilidad de vivir en democracia libremente; o la crítica a la justicia comunitaria que, al no estar escrita, y auque se afirma que no contempla al asesinato como norma, implica, sin embargo, castigos que atentan contra la honra y la dignidad de las personas (p.e. chicotazos o vestir de mujeres a los corruptos) y está sujeta al estado de ánimo de los comunarios, lo que implica subjetividad pura; el mayor obstáculo para considerar, más que inviable, peligrosa la idea de autodeterminación, son los hechos.
Y es que es muy fácil tener las ideas claras en teoría, pero la realidad siempre termina por demostrar si esas teorías son correctas o no. Esto es algo que, dicho sea de paso, nunca terminan de aprender nuestros cerebritos “progresistas”. La prueba que tienen que pasar las teorías, para demostrar si sirven o no, es la prueba de la realidad; y si fallan en dicha prueba, necesariamente, y por honestidad intelectual, se tiene que volver a la mesa de diseño.
Ya la idea de autodeterminación, aun antes de ser aprobado o no el texto constitucional oficialista, está siendo puesta a prueba por los hechos en la vida diaria de muchas comunidades. Y en los hechos, frutos lógicos de la realidad, gran parte de las comunidades la están asumiendo como extraterritorialidad. Es decir, piensan que ninguna ley, ni la Constitución Política del Estado, tiene tuición sobre sus acciones y, consecuentemente, que ninguna institución de la república, ni la policía nacional, tiene el derecho de ser respetada dentro de sus territorios.
La realidad nos está mostrando que la autodeterminación teórica, planteada y promovida por muchos intelectuales nacionales y extranjeros, es muy distinta a la autodeterminación fáctica, vivida y vista por los bolivianos todos los días. La primera se somete a normas básicas de vida en sociedad, pero la segunda, que es la que verdaderamente importa, nos muestra que, en la percepción de las personas, las posibilidades son ilimitadas e incluyen, la tortura, el asesinato, la humillación y, en fin, el total desconocimiento de los derechos de los ciudadanos propios y extraños a las comunidades.
Esta es una de las muchas razones por las que ese texto constitucional está lejos de considerarse aceptable. ¿Esto implica que las comunidades indígenas nunca deberán poseer la cualidad de la autodeterminación? claro que no. La conclusión a la que deberíamos llegar es que dicha cualidad debe ser lograda a través de un proceso en el que se prepare a las colectividades para que, gradualmente, el Estado central les entregue mayores responsabilidades, a la vez que se establezcan mecanismos de vigilancia que garanticen la observancia de las normas básicas dentro del ejercicio de las responsabilidades entregadas; y solamente con la constatación de que la comunidad cumple a cabalidad y de manera responsable las nuevas funciones adquiridas, se podrá dar el siguiente paso con la cesión de responsabilidades más grandes, hasta llegar a la autodeterminación plena, tan apreciada, tan interesante, pero tan peligrosa si se la maneja alegremente y sin considerar el contexto y la percepción de las personas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario