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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Guadalajara: 26 víctimas ¿de quién?

Dio la casualidad de que el día en que me entregaban un premio por el concurso de ensayos de “Caminos de la Libertad” fueron encontrados veintiséis ciudadanos mexicanos muertos a tiros por un cártel que, además,  habría dejado alguna clase de advertencia a los gobiernos de Jalisco y Sinaloa.

La pregunta de esta columna hasta podría parecer absurda. Estas veintiséis personas asesinadas cruel e inhumanamente fueron víctimas ¿de quién? La respuesta más rápida, directa y común es: de los cárteles (la delincuencia organizada). Bien, ese es el responsable subjetivo de estos asesinatos, pero creo que también existe un responsable objetivo al que no se suele considerar seriamente y viene siendo hora de que lo hagamos.

Me refiero al fracaso de la guerra contra las drogas.

Este fracaso, puesto en evidencia por muchos en los últimos tiempos, no sólo implica la pérdida de millones de dólares invertidos en las diferentes armas que se usan en esta guerra sino, por sobre todo y más importante, la de cientos de miles, sino millones, de personas que pierden la vida en batalla, estén relacionadas o no con ésta lucha.

No es sólo dinero sino personas, vidas humanas, dignidades y libertad, lo que estamos perdiendo en nuestro esfuerzo por combatir al narcotráfico, y es eso lo que nos obliga a considerar, no sólo por audacia sino también por humanidad, la idea de poner la legalización de las drogas como uno de los puntos en debate sobre la mesa.

Si el problema se tratara sólo de incrementar los millones de dólares que se destinan a esta causa con un aceptable grado de certeza de erradicar exitosamente la violencia causada por el narcotráfico en nuestras sociedades, probablemente no habría mayor discusión. Pero ¿existe ese aceptable grado de certeza? Tal parece que no.

Creo que las vidas de las personas, que se pierden como un efecto colateral de esta guerra, que para colmo no promete ni resultado ni fin, tendrían que ser motivo más que suficiente para que nos decidamos abordar este problema de una manera distinta.

Creo, también, que a diferencia de los que son asesinados por las mafias, quienes consumen droga lo hacen libre y voluntariamente, por lo que me preocupan más los primeros que los segundos.

El gran beneficio de la legalización estará orientado precisamente a evitar que se pierdan más vidas de aquellos que no tendrían por qué morir al no estar relacionados con el circuito del narcotráfico.

Y sospecho que los primeros en oponerse a esta idea serán precisamente quienes lucran con los grandes precios que generan el mercado negro y la ilegalidad. Las mafias y sus socios -conocidos y subrepticios- tendrán que olvidarse de los negocios millonarios en un mercado competitivo, regulado y de muy bajos precios.

No es una decisión fácil pero creo que al menos se debe discutir; y dentro de la discusión se tiene que considerar uno de los daños colaterales de esta guerra, que es la pérdida de vidas humanas.

Mi problema con la “derecha” y con la “izquierda”

Las comillas en cada uno de los términos implican que no estoy de acuerdo con esa vieja clasificación de movimientos e ideas políticas. Creo que es inútil, poco clara y contradictoria, por razones que he expuesto en un ensayo publicado hace ya más de dos años. En el caso particular de esta columna, los utilizo para referirme a los grupos políticos que comúnmente son encasillados dentro de estas categorías, y al referirme a ciertas características de ellos debo aclarar que no me refiero a todos los movimientos políticos implicados, ni a todos los políticos dentro de éstos, sino simplemente a una generalidad.

Rasgos conservadores. Es la primera característica que cruza transversalmente a nuestras “derechas” e “izquierdas”, pues ambas adolecen de cierto afán por imponer alguna clase de comportamiento moral a la sociedad.

Las primeras, inspiradas no muy pocas veces por dogmas religiosos cuasi inquisitoriales, o por un santurronerío hipócrita de campanario. Las segundas, por otro lado, presentan la misma clase de manía, pero con un aire correccional de cuartel, surgido de la supuesta necesidad de crear un “hombre nuevo” alejado de la “inmoralidad” que provocaría la adopción de los “decadentes valores capitalistas”

Una muestra de esto podemos verla en la reciente polémica en torno a la posibilidad de que el Concejo Municipal de Cochabamba imponga un toque de queda (porque ese es el nombre correcto) obligando a los locales nocturnos a cerrar sus puertas a una determinada hora que los “sabios concejales” y sus técnicos consideran prudente. Según sé, esta iniciativa ha sido impulsada y ha recibido el apoyo tanto de concejales del oficialismo como de la oposición, por lo que a la hora de mostrar su mojigaterío pueblerino no habría mucha diferencia entre ellos. 

Pero hay más. Tanto la “derecha” como la “izquierda” adoptan, en determinados temas, posiciones antilibertarias. El ejemplo anterior ilustra una posición antilibertaria en torno a un tema común, pero también existen temas distintos en los que asumen el mismo escepticismo frente a la libertad.

La “derecha” es perfectamente capaz de hablar de librecambio, libre oferta y demanda, libre comercio, libre competencia, defensa de la propiedad privada y seguridad jurídica, pero cuando se le propone debatir sobre la libertad sexual, la legalización del aborto y las drogas, u otros temas polémicos, se persigna cual si estuvieran en presencia del demonio. Esta posición absurda, que pretende que la libertad se puede dividir a conveniencia y administrar por partes, ha llevado a la “derecha” a estar de acuerdo con dictaduras que propicien la “libertad económica”, pero que utilicen la mano dura para imponer el orden, la moralidad y la decencia.

La “izquierda” por otro lado, goza con la defensa -y hasta les llaman luchas- por la igualdad de género, la libertad sexual y el aborto -con la legalización de las drogas son menos audaces-, pero expone rabiosos argumentos para no permitir a la gente comerciar con libertad, vender, comprar, importar, exportar, contratar y despedir. El sustento para ellos no es religioso, sino una combinación de moralismo pseudo revolucionario contra el “capitalismo decadente”, con un antiimperialismo tan obtuso, que les lleva a apoyar –o al menos guardar silencio frente a- dictaduras teocráticas que tienen a las mujeres como subnormales y subordinadas casi al nivel de mascotas de los hombres, o regímenes totalitarios que deciden por los ciudadanos qué ideas son buenas –por lo tanto cuáles libros, obras, conocimiento e información serán restringidos- y qué comportamientos son apropiados del hombre revolucionario –condenando a veces el homosexualismo como una desviación o perversión capitalista- Al final, se limitan a defender cualquier régimen que se declare enemigo del imperio, aunque sus ciudadanos estén condenados a la servidumbre e indignidad.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Evo: el Pizarro que escarmienta a los indios

Aunque hay varios otros temas importantes de los que me gustaría escribir, como de lo bueno que sería que se consolide la medida de la libre desafiliación de la Caja Nacional de Salud, y la libre afiliación en otras cajas de seguridad social, promoviendo la competencia entre éstas por otorgar un mejor servicio y desalentando la ineficiencia y la corrupción de carcomen la CNS; o de la necesidad de levantar el subsidio a los hidrocarburos de manera gradual, a través de elevaciones anuales que no superen los cincuenta centavos de boliviano, y no de la manera torpe que se intento en diciembre pasado; hay un problema que aun me tiene sin paz, y es la forma implacable con que se está usando el poder para castigar a los indígenas.

En primer lugar. Los colonos y cocaleros –que evidentemente responden al gobierno- tienen como rehenes a los indígenas del Tipnis y lo manifiestan de la manera más descarada, arguyendo decisiones de asambleas y ampliados. Nadie puede ingresar al Parque Nacional si no es con la autorización de los acólitos del masismo.

En segundo lugar. La interpretación maliciosa de la intangibilidad del Tipnis que pretenden aplicar, prohibiendo a los propios indígenas que cacen y pesquen en su propio territorio, y sabiendo que esa es su forma de subsistencia.

Tercero. La campaña de desprestigio contra los indígenas encabezada por Evo Morales, que lejos de haberse detenido ha continuado su curso de manera firme y segura.

Todo ello no muestra más que la pervivencia del poder abusivo, déspota y sanguinario, de entrañas imperiales y coloniales, por el que quienes tienen el poder, la fuerza bruta y la burocracia en sus manos, vulneran la libertad y los derechos de todo aquel que se interpone en el camino de consolidar sus designios. 

Esa opresión colonial de la que tanto se ha hablado durante los últimos cinco años, por la que los indígenas habrían sido sometidos en pos de los intereses de quienes detentaban el poder, está más presente que nunca en las manos de Evo Morales.

Fueron los gobiernos del pasado –lo hayan querido o no- los que declararon ese territorio Parque Nacional y lo reconocieron como Tierra Comunitaria de Origen. Y es el gobierno de hoy el que desconoce aquello y, adicionalmente, desconoce los Derechos Humanos de los habitantes de ese territorio.

Es posible que los gobiernos anteriores no hayan prestado suficiente atención a las comunidades indígenas, pero tampoco se empeñaron en quietarles lo que habían ganado con tanto esfuerzo.

Colonialismo es tratar a los que se considera inferiores como idiotas incapaces de tomar sus propias decisiones. Engañarlos con supuestas propiedades de territorios, con títulos rimbombantes de “Naciones Indígenas”, con capítulos enteros de derechos constitucionales a los que serían acreedores, con consignas y discursos indigenistas y pachamamistas, y acto seguido desconocer todo aquello cuando aparezca el primer monigote con un proyecto de carretera.

Colonialismo es, cuando esos a los que se considera inferiores y sometidos al poder se revelan, y tratan de hacer valer todos esos derechos, escarmentarlos con cercos de alarifes, matones y esbirros, y con insultos y calumnias públicas y mediáticas, aprovechando que se es dueño del poder y la superioridad en número.

Colonialismo es pretender darles otra vez espejitos a cambio de lo que verdaderamente quieren y se les ha prometido, y castigarlos cuando no los aceptan.

Evo Morales es un Pizarro escarmentando a los indios del Tipnis, por no haber aceptado los espejos a cambio de la vida.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

¡Basta de payasadas! Cochabamba merece las dos cosas

Hemos llegado al siglo XXI con increíbles avances tecnológicos y científicos, al punto de que en tarjetas de un tamaño menor al de la uña de mi dedo pulgar podemos almacenar datos equivalentes a dos mil y más de lo que se podía guardar en los viejos diskettes de finales de los 80´s. Y mientras ¿nos dicen que la única manera de construir una carretera es destruyendo un Parque Nacional?

Japón y otros países superpoblados del mundo le ganan territorio al mar, construyendo viviendas donde antes hubiera sido impensable. Pero nosotros ¿no podemos dejar de pensar como tercermundistas, y pretendemos alcanzar desarrollo a costa de aniquilar especies y ecosistemas enteros?

¿Cuál defensa del medio ambiente?, ¿cuál Constitución avanzada con derechos de naciones indígenas? Todas son payasadas a la hora de poner en práctica lo que supuestamente predicamos. Y más payasadas cuando se trata de justificarlo.

¿Pretenden que creamos que la “derecha”, el imperialismo, Manfred, Sánchez Berzaín, USAID, las ONG’s y los ambietlistas son culpables por su torpeza de pretender silenciar una marcha indígena por la fuerza de la represión?, ¿quién de ellos es el que ejerce un control mental tan poderoso sobre las autoridades de gobierno que dieron la orden?

Evo Morales, en la reciente Cumbre Iberoamericana declara que la “derecha” utilizó a los indígenas, pero su virrey (así le dicen en el oriente) Quintana declara que los indígenas le vendieron una gran mentira al país. ¿Creen que los bolivianos somos tan bobos como para no poder distinguir, en primer lugar, una minoría vulnerable (los indígenas) cuyos derechos están siendo desconocidos y que está siendo víctima de los abusos del poder y, en segundo lugar, lo que significa la construcción de una carretera por la mitad de una reserva ambiental?

Y mientras continúan con la charada de victimizarse y satanizar al resto, vienen con el simplismo de dividir a los cochabambinos entre los que no quieren carretera y reniegan del desarrollo del Departamento, y los “valientes y patriotas” cocaleros que sí lo quieren. ¡No señores! esa es otra payasada más.

Cochabamba no sólo quiere, sino que merece tener las dos cosas: Una carretera que nos una con el Departamento del Beni y también nuestro parque nacional íntegro. Y no tenemos por qué conformarnos con menos.

Cualquier oferta que descarte alguna de las dos cosas no es más que un reflejo de la incompetencia gubernamental, o de su estrechez mental, que viene a ser igual de patético. Todas las monumentales obras salidas del ingenio humano, y dispersas alrededor del planeta, demuestran que sí es posible lo que pedimos.

Queremos y apoyamos un proyecto de carretera por una vía alternativa ecológica. Creo que es el momento de que los representantes y las instituciones del pueblo cochabambino se pronuncien al respecto.

Gobernador, Alcaldes, concejales, asambleístas, empresarios, trabajadores, profesionales, clases medias ¿creen que es imposible diseñar una carretera respetando los derechos de las naciones indígenas y el medio ambiente?, ¿no han oído hablar del túnel que cruza el Canal de la Mancha, uniendo Francia con Inglaterra? Es un túnel de 35 minutos de recorrido por debajo del mar que fue abierto el 6 de mayo de 1994 ¡hace 17 años! Y nosotros pretendemos destruir un Parque Nacional ¡por Dios!