Las comillas en cada uno de los términos implican que no estoy de acuerdo con esa vieja clasificación de movimientos e ideas políticas. Creo que es inútil, poco clara y contradictoria, por razones que he expuesto en un ensayo publicado hace ya más de dos años. En el caso particular de esta columna, los utilizo para referirme a los grupos políticos que comúnmente son encasillados dentro de estas categorías, y al referirme a ciertas características de ellos debo aclarar que no me refiero a todos los movimientos políticos implicados, ni a todos los políticos dentro de éstos, sino simplemente a una generalidad.
Rasgos conservadores. Es la primera característica que cruza transversalmente a nuestras “derechas” e “izquierdas”, pues ambas adolecen de cierto afán por imponer alguna clase de comportamiento moral a la sociedad.
Las primeras, inspiradas no muy pocas veces por dogmas religiosos cuasi inquisitoriales, o por un santurronerío hipócrita de campanario. Las segundas, por otro lado, presentan la misma clase de manía, pero con un aire correccional de cuartel, surgido de la supuesta necesidad de crear un “hombre nuevo” alejado de la “inmoralidad” que provocaría la adopción de los “decadentes valores capitalistas”
Una muestra de esto podemos verla en la reciente polémica en torno a la posibilidad de que el Concejo Municipal de Cochabamba imponga un toque de queda (porque ese es el nombre correcto) obligando a los locales nocturnos a cerrar sus puertas a una determinada hora que los “sabios concejales” y sus técnicos consideran prudente. Según sé, esta iniciativa ha sido impulsada y ha recibido el apoyo tanto de concejales del oficialismo como de la oposición, por lo que a la hora de mostrar su mojigaterío pueblerino no habría mucha diferencia entre ellos.
Pero hay más. Tanto la “derecha” como la “izquierda” adoptan, en determinados temas, posiciones antilibertarias. El ejemplo anterior ilustra una posición antilibertaria en torno a un tema común, pero también existen temas distintos en los que asumen el mismo escepticismo frente a la libertad.
La “derecha” es perfectamente capaz de hablar de librecambio, libre oferta y demanda, libre comercio, libre competencia, defensa de la propiedad privada y seguridad jurídica, pero cuando se le propone debatir sobre la libertad sexual, la legalización del aborto y las drogas, u otros temas polémicos, se persigna cual si estuvieran en presencia del demonio. Esta posición absurda, que pretende que la libertad se puede dividir a conveniencia y administrar por partes, ha llevado a la “derecha” a estar de acuerdo con dictaduras que propicien la “libertad económica”, pero que utilicen la mano dura para imponer el orden, la moralidad y la decencia.
La “izquierda” por otro lado, goza con la defensa -y hasta les llaman luchas- por la igualdad de género, la libertad sexual y el aborto -con la legalización de las drogas son menos audaces-, pero expone rabiosos argumentos para no permitir a la gente comerciar con libertad, vender, comprar, importar, exportar, contratar y despedir. El sustento para ellos no es religioso, sino una combinación de moralismo pseudo revolucionario contra el “capitalismo decadente”, con un antiimperialismo tan obtuso, que les lleva a apoyar –o al menos guardar silencio frente a- dictaduras teocráticas que tienen a las mujeres como subnormales y subordinadas casi al nivel de mascotas de los hombres, o regímenes totalitarios que deciden por los ciudadanos qué ideas son buenas –por lo tanto cuáles libros, obras, conocimiento e información serán restringidos- y qué comportamientos son apropiados del hombre revolucionario –condenando a veces el homosexualismo como una desviación o perversión capitalista- Al final, se limitan a defender cualquier régimen que se declare enemigo del imperio, aunque sus ciudadanos estén condenados a la servidumbre e indignidad.
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