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domingo, 10 de junio de 2007

Popper y el racionalismo liberal

La duda.

Debo confesar que cuando empecé a leer “La sociedad abierta y sus enemigos”, me invadió un temor. El temor a quedar decepcionado.

Sabía que inicialmente el liberalismo francés promovía valores por demás humanitarios. Que una sociedad, harta del sometimiento a un poder absoluto y devastador que nunca logró abrir los ojos a la miseria y las desgracias de su pueblo, tenía razones suficientes para revelarse.

Entendí la lógica de los equilibrios, la dispersión del poder, la soberanía popular, la libertad, y la igualdad de oportunidades de los pensadores de la ilustración.

Leí a Karl Marx en su riguroso análisis de las tendencias del capitalismo sin trabas, y entendí la urgencia en sus escritos. La urgencia por detener y luchar contra las barbaridades que había acarreado la revolución industrial inglesa para los trabajadores.

En ese punto, estaba absolutamente convencido de que los valores de la Francia revolucionaria, eran el camino correcto y lo que todo ser humano ambiciona.

Estaba seguro, también, de que Marx había logrado un excepcional análisis de la situación del capitalismo de su época y que, en algunos casos, se podría aplicar a algunas situaciones actuales. Pero también estaba convencido de que el socialismo era tan útil para describir la situación económica de entonces como tan inútil para proponer solución alguna (además de unas cuantas ideas dispersas y con un evidente tufillo totalitario).

El dilema era si los pensadores neoliberales habían logrado mantener la libertad como principio fundamental del liberalismo y a la vez, a través de una crítica de la historia, ser concientes de las penurias causadas por el exceso de libertad de los industriales ingleses, que había echado por la borda a la igualdad y la fraternidad de Francia.

Temía que Popper pudiera defender las libertades pero atacar todo intento de proteger a los débiles, toda iniciativa de lograr mayor equidad, y toda tentativa de conseguir que las personas vivan en fraternidad.

Lo enemigos de la sociedad abierta.

Afortunadamente el racionalismo de Popper no me defraudó. Sus ataques apuntaron específicamente a donde es necesario atacar.

Al historicismo principalmente, por ser una corriente de pensamiento que le arrebata a las personas las más mínimas posibilidades de forjar sus presentes y futuros. Que intenta extraer de la historia leyes generales que determinan los destinos de las sociedades y del mundo.

Es así que, igual que la teoría del pueblo elegido, la teoría marxista nos habla de una clase social elegida para gobernar el Estado de manera justa. Y sin importar lo que una sociedad o sus gobernantes hagan, las leyes supremas económicas, a través de las contradicciones del capitalismo, nos traerán una revolución social que cambiará la historia del hombre.

De la misma forma Platón nos habla de una clase elegida (los filósofos) para el gobierno de su totalitaria República.

Coincido con Popper en que esto no es más que chapucería barata, pues creo firmemente que dentro de una sociedad existen poderes capaces de controlar a la economía en distintas magnitudes. El ser humano sí es capaz de modificar el curso de la historia y forjar su propio futuro, y ese es en gran parte el rol de las instituciones creadas por los estados liberales.

Hace un análisis del origen del historicismo desde Heráclito, pasando por Platón y Hegel, hasta Karl Marx. Postula la teoría de que las ideas de estos pensadores historicistas son fruto del golpe que causa la transición de la sociedad tribal (cerrada) a la sociedad moderna (abierta), y que les impulsa a buscar, de alguna manera, el regreso a aquellos tiempos.

También ataca al irracionalismo y propone que, en gran medida, el método científico que se aplica a las ciencias exactas (como la física), y que ha conseguido grandes progresos, también puede contribuir en los avances de las ciencias sociales. El método de la observación-teorización-experimentación, es útil y logra más resultados que el idealismo.

En uno de sus capítulos deja muy claro que el liberalismo no admite las libertades ilimitadas (ni siquiera las económicas), puesto que la paradoja de la libertad es que cuando es ilimitada se elimina a sí misma. Por lo tanto, así como el estado protege a los físicamente más débiles de los físicamente más fuertes, debe hacer lo mismo con los económicamente más débiles.

El colectivismo (que niega la individualidad), es otro de los blancos de Popper, pues pretendería eliminar la posibilidad de cada ciudadano de escoger de entre sus opciones de vida la que mejor le parezca, y pondría los valores, creencias y opciones del colectivo por encima de los suyos.

No se debe confundir, sin embargo, individualismo con egoísmo. Pues existe el individualismo solidario y también el colectivismo egoísta. Este es un error muy común que debe ser aclarado, individualismo significa ejercicio de libertades individuales en la mayor cantidad de esferas posibles, y siempre y cuando no impliquen la transgresión de las libertades individuales de otros.

Las responsabilidades que recaen sobre nosotros, dentro de una sociedad abierta, son inmensas. El Estado solamente se encarga de garantizar las condiciones ideales para que podamos ejercer nuestra ciudadanía y nuestras libertades. Igualdad de oportunidades, igualdad ante la ley, pero el peso de decidir cual será nuestro destino.

Una lectura muy clarificadora respecto del pensamiento liberal, especialmente ahora que se lo ha satanizado tanto, y mucho más en América Latina.
Autor del libro: Karl R. Popper

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