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martes, 5 de junio de 2007

Para Orlando Mercado Camacho

Cuando alguien se va, tres de las cosas que más duelen son: lo que perdiste con él, lo que no conociste de él, y lo que ya no podrás hacer con él.


Con tu partida, Orlando, perdimos a un gran docente, un profesional siempre preocupado por llegar más allá de los límites de sus obligaciones académicas, eternamente pensando en lo que debíamos hacer, leer, escribir y organizar. Tratando constantemente de proyectarnos hacia la sociedad, conminándonos a conseguir que la gente sepa cuán importante es la ciencia política para analizar y proponer soluciones a los problemas que vivimos en Bolivia.


Siempre dijiste que Bolivia era un gran laboratorio politológico, en donde podríamos y debíamos hacer nuestras prácticas. Que las cuatro paredes de un aula no eran suficientes para llegar a ser sobresaliente. Que la Universidad debía abandonar su aislamiento y retomar la huella de las propuestas y las soluciones científicas.


Siempre con la anécdota precisa, las tendencias actuales pertinentes, y los choques y grandes debates contemporáneos. Nunca dejaste de alertarnos sobre los peligros de quedar rezagados respecto de los avances del conocimiento.


Pero sería injusto decir que solamente perdimos al catedrático, porque por sobre todas las cosas fuiste un gran amigo, siempre respetuoso, inteligente, y listo a ayudar en lo que pudieses.


Cuando debías enojarte nacían temibles ataques de ira, pero no de ira irracional, era una furia que, con la debida serenidad, y sobre todo, con los correctos argumentos, se podía aplacar en ese mismo instante. Te enojabas como lo hubieras hecho con tus hijos, por la impotencia y la angustia de vernos estáticos mientras el mundo corre tratando de dejarnos atrás.


¿Reír? por supuesto que reímos juntos, de los absurdos de la política, de las filosofías desveladas, de las cosas cotidianas de las que siempre se suele disfrutar, de las personas que ingenuamente pensaban que podrían detener el progreso.


Nos quedamos sin tus opiniones y análisis de ésta columna. Sin tus ideas equilibradas, tu búsqueda de objetividad, tu afán de racionalidad. La crítica constructiva que pretendía encender al menos una pequeña luz entre tanta y tan densa oscuridad.


Por esas cosas de la vida, porque siempre olvidamos que no somos eternos y que en cualquier momento nos vamos, no conocimos cuáles eran tus otros motores, esos que te impulsaban a ser tan grande, los sueños que desfilaban por tu mente deslumbrante, las fuerzas que alimentaban tu alma pujante.


Nunca supimos lo que te hacía ser un espíritu y no un fantasma, porque un fantasma vaga sin descanso y sin consuelo, pero un espíritu inspira. Un espíritu te arranca de los pantanos del conformismo y la mediocridad, te muestra el mundo con todos sus colores, potencialidades y oportunidades, y te incita a ser parte de él.


Ya no podremos organizar juntos el congreso nacional de Ciencia Política, ya no podremos viajar para interactuar con la sociedad, nunca más te leeremos en tu columna, ya no serás nuestro director de carrera. Porque Ciencia Política bajo tu dirección, habría sido una gran historia, porque sabemos cuánto nos amabas y cuánto amabas a nuestra carrera, porque sabemos cuán grande querías que sea.


Todos tus amigos, y nosotros tus estudiantes y colegas de la carrera de Ciencia Política de la UMSS, queremos que se sepa que se apagó una luz, que iluminó las vidas nuestras, y que intentó iluminar el camino de la sociedad.


Que esa luz ahora brille en los cielos, que continúe alumbrando nuestros senderos desolados, y que nos ayude a encontrar ese mejor futuro extraviado.


Por tus consejos y tu experiencia, por tus ideas y conocimientos, por tus sonrisas y tus enojos, por lo que siempre quisiste para nosotros, por haber sido tú y haberte cruzado en nuestros caminos, gracias querido "Maqui".