Algún día los bolivianos tendremos que hablar claro y dejarnos de boberías de que somos los herederos de un gran imperio en el que reinaban la equidad, la reciprocidad y la redistribución, que en el incario no existía el hambre y se respetaba la trilogía de leyes y otra yerbas, que nos han hecho creer, intelectualoides supuestamente científicos mediante, que fuimos unos “buenos salvajes”, que nuestra “maravillosa cultura” está en peligro de ser destruida por los valores occidentales, y que nuestra “avanzada civilización” ha superado a todo lo hasta hoy existente. Nada más absurdo, risible y ridículo.
Los incas fueron tan avanzados y tan poderosos que no lograron inventar ni la rueda ni la escritura. Fueron tan intelectuales que hace poco más de 500 años, aun no habían avanzado lo que Grecia hace poco menos de 2500. Era una civilización en la que aun se hacían sacrificios humanos, y dividida en castas en las que los nobles tenían privilegios sexuales sobre las hijas de los súbditos y de los pueblos conquistados. ¿Todo esto y más hace que tengamos que avergonzarnos de nuestro pasado? Por supuesto que no, solamente lo estoy recordando en un intento por iniciar el derrumbamiento del ídolo que la demagogia y la charlatanería europea han hecho de nuestro supuestamente glorioso pasado.
Una de las principales características del salvajismo, de la incivilización, es la irracionalidad. Son irracionales y por lo tanto salvajes las acciones acaecidas en Achacachi la semana pasada. Los habitantes de esa región (repito por si no ha quedado claro) son unos salvajes, así de simple y así de claro. Y no es la primera vez que en algunas regiones de Bolivia se dan abiertas manifestaciones de barbarie premoderna. Recuerdo al menos tres casos, dos en el altiplano y uno en los valles cochabambinos, en que los lugareños no solamente mataron, sino que se comieron a personas de la misma comunidad o ajenas a ella. ¿Qué tenemos que llamarle a eso? ¿Finas y caras tradiciones ancestrales que debemos cuidar y perpetuar? Yo creo que esa parte de nuestro “glorioso pasado”, tan irracional, tan salvaje, se debe erradicar… pero claro, solo podremos hacerlo cuando entremos en conciencia de que no somos “los hijos del sol”, herederos de un vasto y “majestuoso” imperio en que reinaban la paz, la felicidad y la armonía.
Pero la falta de capacidad de utilizar la cabeza no solamente se da en regiones rurales. ¿Por qué condenamos el robo? Porque es un mecanismo a través del que una persona se apodera de algo por lo que no ha trabajado, algo que no se merece, y que muy probablemente es el fruto del trabajo y el esfuerzo de otro. Condenamos el robo porque creemos (o deberíamos creer) que desear algo por lo que no se ha trabajado ni se pretende trabajar es irracional. Porque creemos (o deberíamos nuevamente) que los individuos tienen que alcanzar sus metas en base al esfuerzo y al trabajo intelectual y/o físico, con tesón, creatividad, responsabilidad, etc, etc.
Pero lo que sucede hoy en Bolivia es que todo quien pertenece a un movimiento social importante, con capacidad de perjudicar al resto, con la habilidad de violentar la libertad de otros individuos, ya se cree con el derecho de exigir todo lo que no se ha ganado, pero que quiere y desea. Ellos no lucharon por eso, no se esforzaron por eso, en fin, no se lo ganaron, pero están segurísimos de que tienen el derecho de tenerlo. Y en el caso de algunos grupos étnicos la cosa se ha tornado aun peor. A ellos, ser victimas se les ha convertido en un buen negocio. Porque fueron explotados en algún momento de la historia, se creen que lo merecen todo. Solo por el hecho de haber sido victimas, se han ganado el derecho de ser dueños del país entero, de todos los recursos naturales; se han ganado el derecho de exigir que el resto del país y la comunidad internacional los mantenga. Estamos actuando dentro de una ignorancia e irracionalidad tales, que nos creemos todas esas estupideces sin ponernos a pensar que no existe un solo rincón del planeta en que algún grupo no haya sido abusado y explotado, y no por eso decidieron llorar eternamente su pasado y exigir que los demás resuelvan sus problemas actuales.
Ejemplos de nuestra irracionalidad hay muchos más, pero la columna es chica. Tenemos que despertar, lo antes posible, del letargo de la autocompasión, el lloriqueo y la pereza intelectual, de otra forma Bolivia nunca va llegar a nada. Lo digo claramente, no importan las constituciones, los 500 años y las tradiciones, el color de la cara del Presidente u otras cosas, si no cambiamos de actitud, Bolivia no va a llegar nunca a ningún lugar, vamos a seguir tan mediocres como siempre y, al paso que vamos, aun peor.
Los incas fueron tan avanzados y tan poderosos que no lograron inventar ni la rueda ni la escritura. Fueron tan intelectuales que hace poco más de 500 años, aun no habían avanzado lo que Grecia hace poco menos de 2500. Era una civilización en la que aun se hacían sacrificios humanos, y dividida en castas en las que los nobles tenían privilegios sexuales sobre las hijas de los súbditos y de los pueblos conquistados. ¿Todo esto y más hace que tengamos que avergonzarnos de nuestro pasado? Por supuesto que no, solamente lo estoy recordando en un intento por iniciar el derrumbamiento del ídolo que la demagogia y la charlatanería europea han hecho de nuestro supuestamente glorioso pasado.
Una de las principales características del salvajismo, de la incivilización, es la irracionalidad. Son irracionales y por lo tanto salvajes las acciones acaecidas en Achacachi la semana pasada. Los habitantes de esa región (repito por si no ha quedado claro) son unos salvajes, así de simple y así de claro. Y no es la primera vez que en algunas regiones de Bolivia se dan abiertas manifestaciones de barbarie premoderna. Recuerdo al menos tres casos, dos en el altiplano y uno en los valles cochabambinos, en que los lugareños no solamente mataron, sino que se comieron a personas de la misma comunidad o ajenas a ella. ¿Qué tenemos que llamarle a eso? ¿Finas y caras tradiciones ancestrales que debemos cuidar y perpetuar? Yo creo que esa parte de nuestro “glorioso pasado”, tan irracional, tan salvaje, se debe erradicar… pero claro, solo podremos hacerlo cuando entremos en conciencia de que no somos “los hijos del sol”, herederos de un vasto y “majestuoso” imperio en que reinaban la paz, la felicidad y la armonía.
Pero la falta de capacidad de utilizar la cabeza no solamente se da en regiones rurales. ¿Por qué condenamos el robo? Porque es un mecanismo a través del que una persona se apodera de algo por lo que no ha trabajado, algo que no se merece, y que muy probablemente es el fruto del trabajo y el esfuerzo de otro. Condenamos el robo porque creemos (o deberíamos creer) que desear algo por lo que no se ha trabajado ni se pretende trabajar es irracional. Porque creemos (o deberíamos nuevamente) que los individuos tienen que alcanzar sus metas en base al esfuerzo y al trabajo intelectual y/o físico, con tesón, creatividad, responsabilidad, etc, etc.
Pero lo que sucede hoy en Bolivia es que todo quien pertenece a un movimiento social importante, con capacidad de perjudicar al resto, con la habilidad de violentar la libertad de otros individuos, ya se cree con el derecho de exigir todo lo que no se ha ganado, pero que quiere y desea. Ellos no lucharon por eso, no se esforzaron por eso, en fin, no se lo ganaron, pero están segurísimos de que tienen el derecho de tenerlo. Y en el caso de algunos grupos étnicos la cosa se ha tornado aun peor. A ellos, ser victimas se les ha convertido en un buen negocio. Porque fueron explotados en algún momento de la historia, se creen que lo merecen todo. Solo por el hecho de haber sido victimas, se han ganado el derecho de ser dueños del país entero, de todos los recursos naturales; se han ganado el derecho de exigir que el resto del país y la comunidad internacional los mantenga. Estamos actuando dentro de una ignorancia e irracionalidad tales, que nos creemos todas esas estupideces sin ponernos a pensar que no existe un solo rincón del planeta en que algún grupo no haya sido abusado y explotado, y no por eso decidieron llorar eternamente su pasado y exigir que los demás resuelvan sus problemas actuales.
Ejemplos de nuestra irracionalidad hay muchos más, pero la columna es chica. Tenemos que despertar, lo antes posible, del letargo de la autocompasión, el lloriqueo y la pereza intelectual, de otra forma Bolivia nunca va llegar a nada. Lo digo claramente, no importan las constituciones, los 500 años y las tradiciones, el color de la cara del Presidente u otras cosas, si no cambiamos de actitud, Bolivia no va a llegar nunca a ningún lugar, vamos a seguir tan mediocres como siempre y, al paso que vamos, aun peor.