Este ensayo es parte de un libro de crítica al marxismo desde el punto de vista teórico, que espero se pueda publicar en unos meses. Es una versión preliminar, puesto que ya encontré algunas aclaraciones y argumentaciones necesarias que faltan.
Se suele abordar los debates político-ideológicos en términos de “izquierdas” y “derechas” sin tener necesariamente el conocimiento de lo que ello implica, y mas bien se lo hace en base a las etiquetas que previamente se les pone a determinados movimientos políticos que, de tanto repetirse, parecieran convertirse en verdad científica.
El origen de la utilización de estos términos (izquierda y derecha) para catalogar grupos o movimientos políticos, tiene como antecedente histórico la revolución francesa, cuando a la derecha del rey se encontraban la nobleza y el clero, y a su izquierda el estado llano. Sin embargo, y tratando de ir un poco más allá de la conclusión simplista de que a la derecha estaban los ricos u oligarcas y a la izquierda los pobres, debemos observar qué era lo que buscaba cada lado. La nobleza y el clero buscaban la conservación del orden de cosas y, con ella, de sus privilegios y beneficios. El estado llano buscaba cambios en el régimen de gobierno, basados principalmente en las ideas de la ilustración que son parte importante del liberalismo clásico. Entonces tendríamos como resultado al conservadurismo del lado derecho, y la búsqueda de cambios del lado izquierdo.
Se suele abordar los debates político-ideológicos en términos de “izquierdas” y “derechas” sin tener necesariamente el conocimiento de lo que ello implica, y mas bien se lo hace en base a las etiquetas que previamente se les pone a determinados movimientos políticos que, de tanto repetirse, parecieran convertirse en verdad científica.
El origen de la utilización de estos términos (izquierda y derecha) para catalogar grupos o movimientos políticos, tiene como antecedente histórico la revolución francesa, cuando a la derecha del rey se encontraban la nobleza y el clero, y a su izquierda el estado llano. Sin embargo, y tratando de ir un poco más allá de la conclusión simplista de que a la derecha estaban los ricos u oligarcas y a la izquierda los pobres, debemos observar qué era lo que buscaba cada lado. La nobleza y el clero buscaban la conservación del orden de cosas y, con ella, de sus privilegios y beneficios. El estado llano buscaba cambios en el régimen de gobierno, basados principalmente en las ideas de la ilustración que son parte importante del liberalismo clásico. Entonces tendríamos como resultado al conservadurismo del lado derecho, y la búsqueda de cambios del lado izquierdo.
Gráfico 1
En el gráfico 1 tenemos del lado derecho únicamente al conservadurismo; es decir que ser de derecha implicaría necesariamente ser conservador y que la única tendencia política del lado derecho sería el conservadurismo. Y del lado izquierdo, ilustrado con una “i” grande, tendríamos a todos los movimientos políticos, ya sean liberales o marxistas, puesto que de una forma u otra, ambos son partidarios del cambio.
Esta forma de definición o tipificación de movimientos políticos parece, por un lado, poco útil, contradictoria e insuficiente, y por otro, se concentra fundamentalmente en el “qué” y no en el “cómo”.
Al concentrarse en el “qué” (que sin embrago también es un dato importante) está otorgando la importancia fundamental a lo que buscan dichos movimientos políticos, y dejando en segundo plano el “cómo”, que implica los medios, principios o métodos a través de los cuales pretenden alcanzar sus fines. Ello puede, en algunas situaciones, hacer que parezca que algunas ideas o movimientos políticos están más cerca de lo que realmente. Por ejemplo, todos los movimientos políticos estarán de acuerdo en que para mejorar las vidas de los ciudadanos son necesarios unos cambios pero ¿cuáles son esos cambios? ¿cómo abordarlos? Esas son preguntas importantes que generalmente se pierden dentro del discurso político, pero que deberían formar parte de los elementos de análisis en las esferas académicas.
Pero también hemos dicho que el planteamiento clásico es poco útil, contradictorio e insuficiente. Poco útil porque sitúa a todos los movimientos políticos en el mismo lado, sin importar las profundas diferencias que pudieran tener algunos de ellos, tornando inútil la aplicación del modelo como instrumento de análisis u orientación.
Contradictorio porque la corriente conservadora, a diferencia de lo que se cree, no está necesaria e inexorablemente relacionada con ciertas tendencias políticas, como el liberalismo o el monarquismo, sino que es relativa al tipo de orden establecido. Es decir que al ser el conservadurismo la tendencia a mantener la situación en que se vive, y al ser distinta la situación dependiendo del país del que hablemos, los movimientos conservadores pueden ser de todas las corrientes de pensamiento posibles, el único requisito para ser conservador es aborrecer los cambios. En la extinta Unión Soviética, por ejemplo, los conservadores eran quienes pretendían el mantenimiento del socialismo como sistema de gobierno, y la izquierda habría sido todo el movimiento en favor de la perestroika.
Finalmente, es insuficiente porque no contempla, además de las palabras “cambio” y “conservación”, mayores elementos de juicio para juzgar o tipificar movimientos e ideas políticas.
Norberto Bobbio, en su libro “derecha e izquierda” amplía la interpretación del antecedente francés definiendo dos tipos de izquierda, a saber, la extrema izquierda que sería a la vez igualitaria y autoritaria, y la centro-izquierda que sería igualitaria y libertaria, e incorporando dos tendencias dentro de la derecha, la centro-derecha a la vez libertaria y no igualitaria, y la extrema derecha que sería antiliberal y antiigualitaria.
Si bien el planteamiento de Bobbio nos brinda mayores herramientas de análisis, seguimos concentrándonos exclusivamente en los “qués” puesto que estamos hablando, ya no de la dicotomía entre “cambio” y “conservación”, sino de algunas combinaciones entre libertad, igualdad, autoritarismo, no igualitarismo y anti-libertad. Ver gráfico 2
Gráfico 2
Basándonos en regímenes que hayan existido efectivamente, podríamos decir del planteamiento de Bobbio que si su extrema derecha es antiliberal y antiigualitaria, consecuentemente debe ser autoritaria. Y si la extrema izquierda es autoritaria, obviamente es antiliberal y difícilmente será igualitaria (o muéstrenme un autoritarismo que haya apelado a la igualdad, y que sin embrago la haya alcanzado efectivamente).
Lo que pone al jacobinismo (que Bobbio situaba en la extrema izquierda) al nazismo y al fascismo (que se situaban en la extrema derecha) y al socialismo (que yo incluyo) dentro de lo que se podría llamar el “sector de los autoritarios” en la parte superior, que se diferencian únicamente en el discurso (unos apelan a la igualdad y otros al orden u otros elementos) y el “sector de los demócratas” en la parte inferior; los de la izquierda democrática ponen más énfasis en la igualdad que en la libertad, y los de la derecha democrática mayor énfasis en la libertad y menor en la igualdad.
Siguiendo la buena costumbre de cuestionar nuestras más caras ideas y a nuestros más destacados pensadores, propongo replantear todo el modelo de análisis por uno que, si bien no tendría por qué ser el único, ni el final, ni mucho menos el perfecto, nos dote de mayores elementos metodológicos y de juicio para clasificar o tipificar las ideas y los movimientos políticos, y que además sirva para enriquecer la dinámica de crítica y autocrítica respecto de este tema. Ver gráfico 3
Gráfico 3
El modelo inusual que propongo viene de la constatación de que en la historia y en el mundo existen, con matices, dos grandes tendencias filosófico-políticas. La primera, situada en el lado izquierdo del gráfico 3, es la de los partidarios de la construcción de sociedades cerradas, la intervención y planificación estatal, y el colectivismo. Y la segunda, en el lado derecho, es la de los que buscan la consolidación de una sociedad abierta, la mayor reducción posible del poder del Estado, y el respeto de la libertad individual. Llamar a cada una de estas corrientes “izquierda” y “derecha” correspondientemente, se lo puede hacer, no vamos a entrar dentro de una inútil discusión sobre palabras; sin embargo en los extremos del gráfico hay nombres que posiblemente describirían con mayor verosimilitud de qué se trata cada una de ellas.
El modelo está basado en los “cómos” más que en los “qués”, puesto que estamos asumiendo que todos los movimientos políticos, en determinado momento son partidarios de los cambios y buscan el bien común.
Una primera diferencia del modelo inusual con el clásico, es que el conservadurismo no es equivalente a una posición política específica, y más bien puede pertenecer a cualquiera de ellas. Esa es la razón por la que se encuentra en medio del gráfico, para mostrar que a partir de cualquier posición política, está disponible el conservadurismo para ser abrazado por quienes aborrecen los cambios. Los detractores de la perestroika y partidarios del mantenimiento del régimen socialista en la ex Unión Soviética, por ejemplo, serían las personas que, desde el socialismo, abrazaron el conservadurismo como posición frente a la necesidad de cambios.
Tenemos un centro en el que no se encuentra nada, y que nos sirve solamente como punto de referencia. A la derecha, en el lado positivo del eje x, tenemos tres fases de liberalismo, y en el lado negativo del eje (a la izquierda) cuatro tipos de estatismo. Es bueno aclarar que las siete opciones expuestas no son las únicas posibles, existen tantas posibilidades y planes de gobierno como personas en el planeta, pero para poder contar con una herramienta de análisis he elegido algunas de las principales y más generales características diferenciadoras de los movimientos e ideas políticas. Para ayudar en la explicación de las posiciones políticas, las presento en la siguiente tabla.
De los partidarios de la Sociedad Cerrada, el más cercano al centro (consecuentemente a la Sociedad Abierta) es la Social Democracia, que de los dos tipos de inversión (nacional y extranjera) prefiere la nacional, acepta asumir las funciones mínimas que se le encomienda a los Estados (salud, educación e infraestructura principalmente), pero además asume las funciones ampliadas, como ser algunas políticas de subsidio para el aparato productivo doméstico, y algunos bonos ciudadanos.
En el Nacionalismo cambian dos aspectos fundamentales: Se rechaza la inversión extranjera o se la acepta de manera muy marginal, y se prefiere la inversión nacional que puede provenir de inversionistas privados o del mismo Estado.
En el Nacionalismo Populista se intensifican las funciones ampliadas del Estado a través de la creación de muchos bonos, subsidios, medidas proteccionistas, intentos de regulación de precios y una importante participación del Estado en la economía.
En el Socialismo las inversiones deben ser solamente estatales, lo que implica que todo el sistema económico es dominado por el Estado. Pero además hay una mayor profundización de las funciones ampliadas del Estado, ya no solamente en la creación de beneficios y privilegios económicos, sino también en aspectos como el tipo de ideas que se deben o no difundir a través de la educación o los medios de comunicación, las funciones de los ciudadanos dentro del plan gubernamental, o las funciones del arte, la ciencia, la religión o los pasatiempos a favor o en contra de la consecución de una meta colectiva única y definida.
El Socialismo es el último paso y el más cercano al Totalitarismo, en donde el individuo como tal ya no existe, ha sido reemplazado por el Estado como una colectividad única, a la que debe servir, por la que debe su vida, y en función a la que debe orientar cada acción y cada pensamiento.
Por los partidarios de la Sociedad Abierta tenemos al Liberalismo fase 1, que prefiere la inversión nacional pero acepta de buena gana la extranjera, asume las funciones mínimas del Estado, pero rechaza las funciones ampliadas.
En el Liberalismo fase 2 no existen preferencias entre la inversión extranjera y nacional, ambas deberán competir libremente en el mercado.
El Liberalismo fase 3 continúa asumiendo las funciones mínimas del Estado, pero de manera indirecta. Esto quiere decir que la salud, educación, construcción de infraestructura y otras, son asumidas, en su ejecución, por entidades privadas, pero son financiadas por el Estado a través de vouchers (bonos o vales) que son distribuidos a los ciudadanos que los necesiten. De esta manera se busca, dentro del marco de la libre competencia, conseguir la oferta de mejores servicios para que el ciudadano pueda elegir la que más le convenga, pero que sigan siendo financiados por el Estado. Cada ciudadano entregará su voucher a la empresa que le ofrezca mejores y mayores beneficios, y ésta recuperará el valor de los vouchers del Estado.
El último paso en el camino de la reducción del poder y consecuente achicamiento del Estado es la Anarquía, que puede decantar en una sociedad donde los individuos hacen los que les place aun a costa de la libertad de sus iguales o, en los deseos de los optimistas, en una sociedad que ya no necesita de un Estado que regule sus libertades, puesto que ha alcanzado una madurez tal que puede funcionar en perfecta armonía y en libertad de manera autónoma.
Si bien la posición “Totalitarismo” se ha puesto en el extremo de los estatistas, eso no significa que cada posición expuesta en el lado izquierdo del gráfico (y otras que se pudieran identificar) no contenga per se rasgos totalitarios. A partir de la constatación de que el poder gubernativo es siempre coercitivo, se hace más que evidente que mientras más grande sea mayor será la coerción ejercida sobre los ciudadanos, más aun cuando estamos hablando del crecimiento de dicho poder a través de la mayor intervención del Estado en los asuntos de las personas. Entonces, los rasgos totalitarios se presentarán casi imperceptibles en la posición de la Social Democracia, e irán incrementándose a medida que nos alejemos más del centro y nos acerquemos a la posición extrema.
De la misma forma, en el lado de los partidarios del Estado mínimo, las características anarquistas serán casi imperceptibles en la posición del Liberalismo 1, pero mientras más nos acerquemos a la posición extrema, más notoria será la poca participación del Estado en los asuntos del las personas y la preponderancia del individuo como actor fundamental de la dinámica social.
¿Por qué no utilizar el modelo propuesto por Jorge Lazarte en “Derrumbe de la res-pública”? Porque dicho modelo, si bien hace una caracterización en base a las tendencias “mercado” y “Estado”, también incluye un segundo eje con los elementos “modernidad” y “tradición” que, desde mi punto de vista, puede estar perfectamente incluido en el primer eje. Es decir ¿existe algo más tradicional que el Estado regulándolo todo, desde la economía, los medios de comunicación, los contenidos educativos, etc.? ¿Acaso lo tradicional y ancestral no es precisamente tener a una persona o grupo de personas con un poder casi divino, planificando las vidas de todos, desde los temas alimenticios, hasta los reproductivos, morales y de fe?
Y por otro lado, aunque hoy parezca algo anticuada, la liberación del ser humano de los dogmas, los mitos, la opresión religiosa y de los reyes, los poderes y los misterios ocultos, y los tiranos que obligaban a la gente a actuar de acuerdo a sus planes personales, es precisamente un resultado de la modernidad. La aparición del individuo sujeto y protagonista de la historia abrió paso a la verdadera libertad. Construir “lo moderno” ha costado miles de años de evolución, y aun no se logra consolidar en el planeta, de otra forma no continuaríamos hablando de movimientos políticos colectivistas y estatistas.
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