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miércoles, 10 de octubre de 2007

Estado débil=ciudadanos en las calles

El Presidente tiene que darse cuenta, esperemos que más temprano que tarde, de que la profundización de la debilidad de las instituciones del Estado es sumamente peligrosa para todos, incluido él.

En Arani, provincia cochabambina, muere un normalista a causa de un impacto de arma de fuego. El Presidente niega que se le haya ordenado a las FFAA utilizar armamento letal, y agrega, que si el proyectil provino de un arma de la institución castrense las FFAA pueden abandonar al gobierno de Evo Morales.

Más allá de declaraciones demagógicas de Morales, el fondo del problema pasa por un absoluto desprecio del gobierno hacia la institucionalidad. Es cierto que no podemos cargarle todo el muerto de la desinstitucionalización a Evo Morales, este es un proceso que, según Cayetano Llobet, empieza, o por lo menos da una primera señal de alarma en el año 2000 con la "guerra del agua", pero que posiblemente se fue incubando desde el retorno de la democracia y, entre otras cosas, a causa de nuestra cultura política deficiente. Pero sea como fuere, lo que sí le podemos recriminar al gobierno del MAS es el no haber hecho nada por restituir las vías institucionales para la convivencia en sociedad, y más bien estar profundizando su debilidad a través de absurdos e irresponsables ataques a las instituciones que no actúan de manera sumisa y complaciente a su régimen.

La posibilidad de resolver conflictos, interpelar al poder gubernativo, plantearle problemas, demandas y soluciones, a través de canales institucionales, no solo que no está funcionando, sino que se está convirtiendo en el último de la lista de recursos en el imaginario de los ciudadanos. ¿Por qué? Preguntaremos nosotros ¿para qué? Si los canales regulares no funcionan nos responderá la gente.

Este proceso se constituye en un círculo letal para la vigencia del Estado: Primero las instituciones no funcionan muy bien, luego los ciudadanos acuden, en algunas ocasiones, a recursos extra-institucionales para resolver sus problemas. Como los ciudadanos empiezan a dejar de utilizar vías institucionales para la consecución de sus metas, éstas pierden importancia, los gobiernos no las fortalecen, otros ciudadanos ven que los canales extra-institucionales dan mejores resultados, y más gente decide acudir a las movilizaciones, y se comienza a formar el poder de las calles. Esto, evidentemente, debilita aun más a las instituciones, convence aun más a la población de su inefectividad, y alienta aun más la utilización de recursos irregulares.

Este es un proceso que nos puede llevar a la destrucción de Estado, institucionalmente hablando, pero que implica la destrucción de los términos de convivencia pacífica y ordenada dentro de cualquier sociedad. Hoy, en Bolivia todos acudimos a mecanismos extra-institucionales para resolver nuestros problemas porque las vías regulares no funcionan. Los corporativismos no solo están de moda sino que además gobiernan, convencidos de que las instituciones no sirven. El MAS, a través del poder del Estado, hace grandes esfuerzos por arruinar la institucionalidad, es el Estado destruyéndose a si mismo.

La mayoría de los conflictos que vivimos día a día, se podrían resolver en instancias formales como se hace en los países institucionalmente fuertes. El Estado es una máquina administrativa y política que, cuando funciona bien, administra de manera eficiente y resuelve divergencias sin necesidad de que los ciudadanos tengan que salir a las calles y enfrentarse con las fuerzas del orden o entre ellos.

El problema es que señor Evo Morales y sus colaboradores son unos completos desubicados, creen, por fortuna, que la debilidad del Estado no les afecta a ellos, que solamente perjudica a los opositores, oligarcas y contrarrevolucionarios (como diría el compañero Álvaro). Si fuera así, las movilizaciones ciudadanas provendrían solamente de dichos sectores de la población. Pero innegablemente, también estamos presenciando movilizaciones de sectores afines al gobierno y/o otrora afines a él.

La fortaleza del Estado, por otro lado, nos beneficia a todos. Los ciudadanos podemos trabajar tranquilos sabiendo que nuestros asuntos con el poder gubernativo se discuten a través de tribunales, partidos políticos, congreso, consejos municipales, consejos departamentales, defensorías, normas legales, etc… y el gobierno puede trabajar tranquilo, sabiendo que los líos en las calles serán casos anecdóticos de alguna ocasión en que las instituciones cometieron un error, porque su comunicación con la gente es muy fluida, y funciona muy bien, a través de las instituciones de la democracia liberal.

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