¿Será por la bravuconería resultante cuando se está en grupo, por haber perdido en Nobel contra un norteamericano, o por mantener su imagen de llok’alla majadero de Sudamérica?
¡Claro! Rodeado de una multitudinaria concentración de aduladores, aquellos que se creen eso de que es “la luz de Sudamérica” (¿o es del mundo?), el salvador, el libertador de los pueblos oprimidos y excluidos… ¿Cómo no iba a gritar causachun coca, wañuchun yankees? ¡Más fuerte, para que lo escuche el embajador Goldberg!
Con ese airecito patriotero, el Presidente pretende que olvidemos que las plantaciones de coca duplican lo establecido por la ley, y que lejos de hacer algo para evitarlo, su gobierno está alentando la proliferación de dichos cultivos y, consecuentemente, el incremento de la producción de cocaína.
Pero en Chimoré, rodeado de coca y líderes indígenas mundiales, el anfitrión bravucón tenía que mostrarles a sus admiradores quien “lleva los pantalones” en la casa, y no solo que no es el embajador, sino que a Goldberg lo tratamos como a trasto de cocina si nos da la gana. ¡Y que no tiene entrada al palacio de gobierno hasta que pida perdón! Y yo sugiero que sea de rodillas.
Y no importa si algunos días después el sargento colorinche, el papagayo, el bocón, el populista narcisista, el tirano de la billetera grande, osa amenazar a los bolivianos con una invasión armada. El payaso Chávez puede decir lo que quiera, porque la soberanía que promueve nuestro Presidente es selectiva, somos paradores con los gringos, y nos bajamos los pantalones para el dictador Chávez.
¿Será que tanta agresividad, además del típico efecto de andar en grupo, fue inspirada por haber perdido el nobel frente a, nada más y nada menos que un gringo? Al Gore le ganó al inimitable salvador de los pueblos, un ex-vicepresidente del diabólico imperio le ganó a la "luz de Sudamérica"
¡Todo fue arreglado! Dicen unos ¡Es un premio politizado! Dicen otros, pero la verdad es que Evo Morales nunca mereció ser nobel de la paz.
Empezó a hablar de medio ambiente mientras los arbustos de coca destruyen la tierra que los alimenta. Dice que vive en armonía con la naturaleza, mientras los colonizadores, luego de arrinconar a los pueblos indígenas, nos llenan los pulmones de humo y nos dejan sin sol por días. Habla de democracia mientras utiliza la imposición como elemento fundamental de su gestión. Habla de paz con casi treinta muertes a cuestas, causadas por sus acciones u omisiones, y cuya responsabilidad se niega a asumir.
Y si no fuera que Rigoberta Menchú y Nelson Mandela ya recibieron el premio, seguro que nos vendrían con el cuento de que la pérdida fue por causa del racismo.
Mientras tanto los bolivianos vivimos en medio de la eterna campaña del gobierno. Si no es campaña por la reelección, es campaña por el nobel. Si no es campaña por el nobel, es campaña por mover la sede. Eternamente tratando de mantener y ganar votos, conservar el apoyo en las calles, formando redes clientelares para comprar lealtades.
Y Que lejos están los dichosos días en que un Presidente hacía lo que tenía que hacer sin importar si su popularidad se veía comprometida. Que distantes parecen las palabras de Victor Paz, ese hombre visionario, cuando respecto del carácter impopular del decreto 21060, dijo: la gente no me ha elegido para ser popular, sino para gobernar.
Pero parece que a los bolivianos nos gusta más el show que el gobierno. Nos fascina que nuestro Presidente sea el llok’alla majadero del vecindario, que insulta y le saca la lengua a quienes quiere y cuando quiere, y todos se lo tienen que tragar. Esa es la dignidad que nos habían prometido.
¡Claro! Rodeado de una multitudinaria concentración de aduladores, aquellos que se creen eso de que es “la luz de Sudamérica” (¿o es del mundo?), el salvador, el libertador de los pueblos oprimidos y excluidos… ¿Cómo no iba a gritar causachun coca, wañuchun yankees? ¡Más fuerte, para que lo escuche el embajador Goldberg!
Con ese airecito patriotero, el Presidente pretende que olvidemos que las plantaciones de coca duplican lo establecido por la ley, y que lejos de hacer algo para evitarlo, su gobierno está alentando la proliferación de dichos cultivos y, consecuentemente, el incremento de la producción de cocaína.
Pero en Chimoré, rodeado de coca y líderes indígenas mundiales, el anfitrión bravucón tenía que mostrarles a sus admiradores quien “lleva los pantalones” en la casa, y no solo que no es el embajador, sino que a Goldberg lo tratamos como a trasto de cocina si nos da la gana. ¡Y que no tiene entrada al palacio de gobierno hasta que pida perdón! Y yo sugiero que sea de rodillas.
Y no importa si algunos días después el sargento colorinche, el papagayo, el bocón, el populista narcisista, el tirano de la billetera grande, osa amenazar a los bolivianos con una invasión armada. El payaso Chávez puede decir lo que quiera, porque la soberanía que promueve nuestro Presidente es selectiva, somos paradores con los gringos, y nos bajamos los pantalones para el dictador Chávez.
¿Será que tanta agresividad, además del típico efecto de andar en grupo, fue inspirada por haber perdido el nobel frente a, nada más y nada menos que un gringo? Al Gore le ganó al inimitable salvador de los pueblos, un ex-vicepresidente del diabólico imperio le ganó a la "luz de Sudamérica"
¡Todo fue arreglado! Dicen unos ¡Es un premio politizado! Dicen otros, pero la verdad es que Evo Morales nunca mereció ser nobel de la paz.
Empezó a hablar de medio ambiente mientras los arbustos de coca destruyen la tierra que los alimenta. Dice que vive en armonía con la naturaleza, mientras los colonizadores, luego de arrinconar a los pueblos indígenas, nos llenan los pulmones de humo y nos dejan sin sol por días. Habla de democracia mientras utiliza la imposición como elemento fundamental de su gestión. Habla de paz con casi treinta muertes a cuestas, causadas por sus acciones u omisiones, y cuya responsabilidad se niega a asumir.
Y si no fuera que Rigoberta Menchú y Nelson Mandela ya recibieron el premio, seguro que nos vendrían con el cuento de que la pérdida fue por causa del racismo.
Mientras tanto los bolivianos vivimos en medio de la eterna campaña del gobierno. Si no es campaña por la reelección, es campaña por el nobel. Si no es campaña por el nobel, es campaña por mover la sede. Eternamente tratando de mantener y ganar votos, conservar el apoyo en las calles, formando redes clientelares para comprar lealtades.
Y Que lejos están los dichosos días en que un Presidente hacía lo que tenía que hacer sin importar si su popularidad se veía comprometida. Que distantes parecen las palabras de Victor Paz, ese hombre visionario, cuando respecto del carácter impopular del decreto 21060, dijo: la gente no me ha elegido para ser popular, sino para gobernar.
Pero parece que a los bolivianos nos gusta más el show que el gobierno. Nos fascina que nuestro Presidente sea el llok’alla majadero del vecindario, que insulta y le saca la lengua a quienes quiere y cuando quiere, y todos se lo tienen que tragar. Esa es la dignidad que nos habían prometido.
Una carta de disculpas del embajador Goldberg seguramente les hará sentir un placer orgásmico. Tendrán que publicar la disculpa en todos los periódicos del país, el placer también hay que compartirlo y redistribuirlo equitativamente. Hasta podríamos declarar un día de regocijo nacional. El día en que le hicimos pedir perdón al embajador de la primera potencia del mundo… insisto, para que el espectáculo y el placer sean mayores, que lo haga de rodillas.
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