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jueves, 31 de enero de 2008

Espionaje, derechos y conspiraciones

El espionaje a través de pinchazos telefónicos, persecuciones o infiltración de agentes, es una labor que viola las libertades de los espiados y, por lo tanto, absolutamente arbitraria, que sin embargo, se vuelve legítima cuando se orienta única y exclusivamente a la investigación y desbaratamiento de mafias, bandas delictivas y actividades delincuenciales.

Uno de los principios básicos de las libertades constitucionales es que están limitadas por los fines que se persiguen en su ejercicio. Es así que los ciudadanos son libres de dedicarse al comercio siempre y cuando los bienes ofertados no sean ilegales. En general, todo ejercicio de derechos implica ciertas actividades que se deben realizar dentro del estricto cumplimiento de la ley. Sin embargo, notará usted lo absurdo que sería montar todo un operativo de espionaje contra un ciudadano, solamente por haber violado las reglas de tránsito. Por lo tanto, una aproximación a la que podemos llegar es que solamente cuando se trata de delitos graves (p.e. narcotráfico, asesinatos, asaltos, trata de blancas y niños, etc…) es legítimo utilizar los órganos de inteligencia del Estado para descubrir y encontrar a los delincuentes, puesto que ellos, al usar sus libertades para transgredir la ley, están poniéndolas en cuestión ante la sociedad.

Bien, por lo tanto, cualquier otra violación a las libertades de algún ciudadano constituyen, más bien, una violación a sus derechos humanos (ver art. 12 y13 de la Declaración Universal) puesto que es el Estado quien se hace responsable por las acciones de sus órganos de inteligencia.

En los últimos días hemos visto, con fotografías y todo, la forma en que alguien o álguienes dentro del gobierno pretende(n) ¿hacer la diferencia? ¿trabajar por el cambio? ¿impulsar la revolución democrática y cultural? Transgrediendo las libertades y derechos de ciudadanos que cumplen la labor de periodistas, autoridades departamentales y nacionales. Cuando el Prefecto Manfred Reyes Villa denunció que habían notado que gente de inteligencia del gobierno lo perseguía, todos se lanzaron sobre él y dijeron que eran puros inventos o paranoia prefectural. Sin embargo todo fue develado la semana pasada. Efectivamente hay persecución y espionaje, pero en base a criterios que aun no conocemos, puesto que se ha estado espiando incluso a gente del gobierno.

Perseguir y espiar a ciudadanos que piensan diferente, sean opositores o no, es una actividad típica de los regímenes totalitarios, recordemos la KGB de la URSS y las SS de la Alemania Nazi. Y alguien dirá: “se hacía lo mismo en gobiernos anteriores” o “en Estados Unidos los ciudadanos no pueden investigar sobre terrorismo y bombas caseras sin que el Estado se entere” y yo diré: Me importa un honorable rábano lo que se haya hecho en anteriores gobiernos o lo que se haga en EEUU, en España, en la China o en la isla Mauricio. Porque si vamos a utilizar el estúpido argumento de que “en los gobiernos anteriores e hacía” entonces ¿de qué cambio estamos hablando? Y si creemos que el hecho de que se haya hecho en anteriores gestiones o de que se lo haga en otros países es un justificativo válido, entonces debemos otorgarles la posibilidad de esgrimir el mismo justificativo a nuestros ex-gobernantes.

Creo que el punto y el tema de fondo del asunto es que, por orden de alguien o álguienes, el Estado boliviano, representado por el gobierno nacional (es decir el MAS) ha estado violando los derechos y libertades de ciudadanos que, según sabemos, no han cometido delito alguno. Y los defensores de derechos humanos: “bien gracias” y el defensor del pueblo: “bien gracias” y el alguien o los álguienes que dieron la orden de espionaje: “bien gracias”

Cuidado, que si acudimos a la lógica formal pura y dura, y sin mayores datos, podríamos especular: 1. Conspiración de los opositores: descartada puesto que a ellos los han espiado también 2. Conspiración del MAS contra la oposición: descartada porque también se ha espiado a gente del MAS 3. Conspiración opositora ajena a los prefectos: poco probable puesto que es un organismo de inteligencia del Estado 4. Conspiración de algún o algunos sectores del oficialismo: muy posible, puesto que es desde el Estado 5. ¿Contra quién? Pues no parece ser totalmente contra la oposición ni totalmente contra el gobierno ¿verdad?

viernes, 25 de enero de 2008

Legitimidad

El tema de la institucionalidad atropellada por posturas legitimistas ha profundizado el proceso de desinstitucionalización llevando a Bolivia al borde de un nuevo proceso que yo llamo de “destrucción del Estado”

Hoy, permitimos que las ilegalidades sigan en pie porque supuestamente serían “legítimas” Un ejemplo de ello es que en el diálogo entre gobierno y prefectos, cuando se habla de “compatibilizar” los estatutos autonómicos y el texto constitucional del MAS, estamos hablando de compatibilizar ilegalidades (que supuestamente serían legítimas), que no por volverse muy compatibles serán menos ilegales. Seguramente, y si se logra compatibilizar dos textos con visiones muy diferentes de desarrollo, crearán el conjunto de mecanismos necesarios para que los ciudadanos “legalicemos” lo que, en buena letra, nunca debió llegar hasta donde ha llegado.

La legitimidad es una noción a la que se está acudiendo demasiado en la política boliviana. Hasta los ciudadanos la utilizan como justificativo para transgredir las leyes. Si un criminal es descubierto in-fraganti por uno o más ciudadanos, la Constitución le(s) confiere el poder de arrestarlo para llevarlo ante una autoridad competente. Pero si la experiencia nos demuestra que, en general, los criminales salen de la cárcel más fácilmente de lo que entran, y dado que el crimen cometido por este sujeto pudo haber sido atroz ¿cuán legítimo será que hagamos justicia por nuestras manos y lo linchemos?

El cultivo excedentario de coca es ilegal (p.e. caso Chapare) y el robo de vehículos también (p.e. caso Tiquipaya) pero cuando la “comunidad” se beneficia de dichas actividades ¿será legítimo emboscar a las fuerzas del orden que trabajan para hacer cumplir las leyes? y más bien, aunque legal ¿se podrá considerar ilegitimo el accionar de las instituciones del orden?


Creo que si bien escuchar la “voz del pueblo” o la opinión pública, es fundamental, no se debe asumir que las decisiones de la masa son leyes automáticas, puesto que la masa, como cualquier grupo de seres humanos, se puede equivocar ¿Qué haríamos si la masa exige que un gobierno democrático se transforme en totalitarismo?

Inicialmente, puede que crean que es una decisión correcta, hasta pueden pensar que es beneficioso para la sociedad, pero los líderes, como personas con mayor conocimiento y experiencia en los asuntos del Estado, tendrían la obligación de prevenir y proteger a la masa de decisiones que, aunque propias, podrían terminar perjudicando a la misma masa.

Si bien en muchas ocasiones hemos tenido que apelar a salidas políticas (por ser supuestamente legítimas) para evitar desastres mayores (p.e. octubre del 2003) es importante que estemos conscientes de que es negativo optar solamente por salidas políticas. Recordemos además que una de las principales fuentes de legitimidad es precisamente la legalidad. El año pasado Evo Morales dijo que las leyes no importaban, e instruyó a sus ministros a actuar sin esperar la aprobación de leyes que le otorguen legitimidad legal a sus acciones. En el primer lunes del diálogo entre Presidente y prefectos, el Prefecto de Oruro decía (sobre las transgresiones legales de la AC) que no era pertinente “estancarse” con la legalidad.

Entonces, y ya que la nueva y primordial fuente de legitimidad es el poder en las calles, estaríamos involucionando a la época en que el más fuerte era quien mandaba. Aunque en este caso estemos hablando de una fuerza colectiva, en los hechos, el Estado, como conjunto de instituciones y normas, estaría quedando en segundo plano frente al(los) movimiento(s) social(es) más fuerte(s). El poder de esas instituciones y normas es extinguido, a la vez por el ejercicio del verdadero poder en las calles y a la vez porque el resultado eficaz de ese nuevo poder hace que la gente no crea mas en el poder del Estado para garantizar la vida en sociedad. Así pues, de no tomar cartas en el asunto y continuar en el actual proceso, podríamos entrar en la fase de “destrucción del Estado”

La legitimidad no es, necesariamente, otorgada porque la masa así lo vocifere. Tenemos que entender que la voz del pueblo es fundamental, pero definitivamente no es la voz de Dios. Nadie tiene la voz de Dios, ni individual ni colectivamente, y siendo así, lo mejor es que combinemos las inquietudes del pueblo, con los conocimientos adquiridos en democracia, con los estudios de los profesionales e intelectuales, con la experiencia de los agentes económicos y en fin, un esfuerzo conjunto por entendernos mutuamente y encontrar una salida integral, legal y, consecuentemente, legítima del atolladero en el que estamos.

Composición gráfica: rodr160.blogspot.com

jueves, 24 de enero de 2008

Democracia antes de Evo

La constitución redactada por el Libertador Bolívar en 1825, ya tenía previsto el funcionamiento del Estado boliviano en base a los patrones liberales de la ilustración. Es decir, la división de los poderes del Estado en distintos órganos de tal forma que, dispersando el poder, no existiera la posibilidad de que una sola persona o un grupo de personas monopolizaran su ejercicio, puesto que eso hubiera implicado la transferencia de la esclavitud de la corona española a una esclavitud criolla.

Naturalmente, igual que en muchos países del mundo, esa naciente democracia liberal adolecía de muchos defectos, no votaban las mujeres y la ciudadanía se adquiría en base a la propiedad de tierras, una cantidad de renta y la habilidad de leer y escribir. La igualdad ante la ley, muy a pesar de las intenciones del texto constitucional bolivariano, no llegaba a la totalidad de los habitantes del país.

La cultura política de los bolivianos, sin embargo, permanecería y permanece, dentro de la esfera autoritaria, puesto que en nuestros primeros años de democracia se sucedieron decenas de caudillos, elecciones fallidas, golpes de Estado y similares, que dejaron muy claro que en la república de Bolivia los demócratas eran pocos y carecían de la fuerza necesaria para implementar y defender una verdadera dinámica democrática.

El siguiente gran salto en la evolución positiva de la democracia boliviana se dio fruto de la revolución de 1952 con la reforma agraria y el voto universal. Los campesinos y las mujeres se transformaron en actores de la democracia liberal a través del voto secreto universal y directo, pero aun no se consolidaría su protagonismo en las formulas políticas electorales. Es decir que ya podían ser electores, pero por diferentes razones aun no formaban parte de la administración pública, aun no podían ser elegidos.

Los siguientes grandes avances de la democracia liberal boliviana se dieron a partir de 1985. El pacto realizado entre Banzer y Paz Estensoro, y el decreto 21060, contribuyeron a la estabilidad política y económica, necesarias para iniciar un proceso de consolidación y evolución permanente de la democracia en Bolivia.

En el gobierno de Jaime Paz Zamora, y fruto del afamado caso de “la banda de los tres” se consolida una Corte Nacional Electoral transparente como nunca la habíamos tenido en nuestra historia republicana, y que se ganó el reconocimiento internacional. En el mismo gobierno se aprueba la ley SAFCO, primera norma destinada a luchar contra la corrupción dentro de la administración pública.

Posteriormente, en el gobierno de Sánchez de Lozada se crean, por un lado, la ley de Participación Popular, destinada a otorgar mayor protagonismo a los municipios a través de la distribución de recursos económicos per-cápita, y por otro, la elección de la mitad de los diputados por circunscripciones uninominales a través del voto directo. Ambas reformas, alentaron el surgimiento de nuevos actores, líderes y dirigentes; se consiguió incorporar de manera definitiva y protagónica a toda clase de ciudadanos en el sistema democrático nacional, ya no solamente como electores, sino como candidatos. Se empezó a cumplir lo de la igualdad de posibilidades de elegir y ser elegidos.

Finalmente, y a causa de la crisis de octubre del 2003, se abre la posibilidad de que los ciudadanos bolivianos se organicen en agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas, flexibilizando así el monopolio de la representación política del que se habían beneficiado los partidos.

Esta es la evolución de la democracia liberal en Bolivia, seguramente corta y con pedazos faltantes, pero que demuestra su existencia y evolución positiva antes del gobierno de Evo Morales. Una evolución con luces y sombras que tuvieron que enfrentar y alentar todos los países democráticos del planeta. Una evolución que muestra los grandes aportes que, a pesar de los muchos errores, hicieron los partidos políticos y sus dirigentes durante décadas. ¿El gobierno de Evo Morales tiene previstos nuevos aportes, o pretende retroceder argumentando que todo lo anterior estuvo mal?

domingo, 13 de enero de 2008

La eterna búsqueda

Para conocer cuáles son los problemas que preocuparon a uno de los más grandes pensadores del liberalismo y, consecuentemente, a la filosofía liberal, nada mejor que leer “En busca de un mundo mejor” de Karl Popper.

Aunque aquí ya caigo en un error, puesto que a Popper le gustaba decir que el era parte del movimiento de la ilustración, y que su filosofía era el racionalismo crítico liberal.

Este libro es una recopilación de sus ensayos y conferencias, que abordan una gran variedad de temas, desde la propuesta de configuración de la realidad basada en tres mundos, el mundo físico, el mundo de las ideas, y el mundo de los productos logrados en base a la interacción de los dos primeros.

La profundización de la teoría de la objetividad, basada en las intersubjetividades. Es decir, que una teoría será objetiva, en tanto y en cuanto ésta pueda ser contrastada con la realidad y que tenga posibilidades de ser falseada por otros investigadores. Cuando dicha teoría pasa la prueba mencionada, no se puede considerar que sea una certeza o verdad última, lo máximo a lo que se puede aspirar es a decir que es, hasta el momento, la que más se aproxima a la verdad.

Lo que me lleva a recordar sus escritos alentando a los intelectuales a ser cada vez más humildes. Popper promueve la idea, tomada de Sócrates, de que cuando resolvemos algún problema, en el proceso, generamos otros nuevos y, por lo tanto, en la medida en que nuestro conocimiento se incrementa, nuestra ignorancia también. Esa es una de las razones por las que aborrece a los intelectuales presuntuosos, y detesta a los que pretenden hacer gala de su supuesto gran intelecto escribiendo y hablando con el lenguaje y los enredos más difíciles posibles. Para Popper, la claridad en sí misma es un valor intelectual. Estas afirmaciones se ven en la carta “Contra las grandes palabras” donde critica la forma pomposa y grandilocuente de escribir de Adorno y Habermas entre otros, mientras que en “Tolerancia y responsabilidad intelectual” propone doce consejos para mejorar el aporte de los intelectuales a la búsqueda de un mundo mejor.

En el capítulo titulado "¿En qué cree occidente?" Muestra que la riqueza de la civilización occidental, iniciada con la Grecia dorada, es precisamente creer en muchas cosas diferentes y negarse a homogeneizar su pensamiento.

Además muestra una interesante investigación sobre el nacimiento del mercado del libro, y su influencia en el pensamiento humano.

En fin, es un excelente libro para conocer más y mejor el pensamiento racionalista crítico liberal, con influencias de la ilustración. Especialmente en nuestra América Latina, en donde se sataniza al liberalismo sin conocerlo.

Autor del libro: Karl R. Popper

Un problema falaz

Se suele caer en el terrible error de pensar que existe alguna religión, algún partido, alguna ideología, alguna sociedad, en fin, algún grupo social, conformado solamente por personas honestas, intachables, de buen corazón, amantes de la justicia y dechados de virtudes.

Es por esa razón que desde Platón hasta Marx, se ha intentado identificar a dichos grupos. Para el filósofo griego eran los filósofos, los más sabios, los poseedores de toda virtud, y por lo tanto, los indicados y predestinados a gobernar su utópica y totalitaria república. La falaz justificación de Platón se basa en el hecho de que, en teoría, los más sabios, por las características intrínsecas de la sabiduría, gobernarían con justicia, equilibrio e inteligencia.

Para Marx eran los proletarios, al encontrarse en el último lugar del proceso de producción, se constituían en la clase social depositaria de todos los valores positivos, y por lo tanto, los más indicados para gobernar (dictadura mediante) el mundo. La falacia de Marx consiste en afirmar que los más pobres, al encontrarse en el último lugar, no tienen a quien explotar, y por lo tanto, gobernarán erradicando la explotación y la injusticia del planeta.

Dentro de la misma lógica actuaron los nazis. Para ellos, los más aptos para hacerse con el mundo eran los que poseían la superioridad racial otorgada por la naturaleza. La raza aria era la mejor dotada, intelectual, estética y culturalmente, por lo tanto, tendría que dominar el mundo.

El gobierno boliviano cae en el mismo error, pero esta vez son los indígenas, los que encarnan la reserva moral del planeta, los sometidos por quinientos años, los llamados a gobernar Bolivia y hasta el mundo, puesto que coexisten con la naturaleza en dinámicas de reciprocidad y redistribución.

Así, continuamos debatiendo en base al viejo e inútil problema de la teoría del Estado que pregunta ¿quién debe gobernar? Los pobres, el pueblo, los sabios, los más inteligentes, los más bonitos, los más rubiecitos, los más morenitos, los arios, los depreciados, los mejores, etc…

Una primera refutación, de las muchas que se le puede hacer a este problema absurdo, es que cualquiera de estas personas, por el hecho de convertirse en gobernante, de ser investido con el poder de uno o más Estados, deja de ser el mismo y pasa a formar parte de una oligarquía, que no es otra cosa que el grupo minoritario que ejerce el poder por encima de la mayoría. Y no importa qué tan participativo sea el régimen, siempre hay un grupo pequeño que puede y tiene que detentar el poder para poner en marcha la organización de un Estado. Por lo tanto, los que gobiernan son oligarcas, sin importar su situación precedente.

La segunda refutación (y la más importante) viene de la mano de la filosofía liberal, ha sido extensa y magistralmente analizada por Karl Popper, y plantea que, en primera instancia, todos los seres humanos (sin importar nuestro origen o situación) somos falibles, poseemos la misma capacidad de cometer errores o crímenes, por lo tanto en todos los grupos sociales pueden existir tontos, maleantes, tramposos, perversos, mentirosos y similares. Consecuentemente nadie puede afirmar que descubrió el grupo, o la clase, o la raza perfecta, y siempre existe la posibilidad de que nos gobiernen los peores.

Por esa razón Popper, por un lado, defiende la democracia como sistema de gobierno imperfecto, pero capaz de brindarnos la posibilidad de deshacernos de los malos gobernantes con el menor daño posible. Y por otro lado plantea un nuevo problema para la teoría del Estado ¿Cómo hacer que las instituciones sean tan sólidas que, aun gobernando los peores, la sociedad no se vea seriamente perjudicada? Ahí la importancia de la institucionalidad, del buen funcionamiento de los mecanismos que protegen a los ciudadanos y a sus libertades.

Por eso la importancia de instituciones como el Tribunal Constitucional, Corte Nacional, Congreso, y otros. Todos deberían funcionar en base a sus normas y respetando las independencias, frenos y contrapesos mutuos. El gobierno ha hecho lo posible por maltratar las instituciones de las que sus militantes no forman parte. ¿Usted cree en los grupos sociales de angelitos? Yo no, yo prefiero confiar en las instituciones.

martes, 8 de enero de 2008

Intolerancia y ovarios

Karl Popper dijo “la tolerancia no debe llegar a los intolerantes, porque entonces, se elimina a si misma como posibilidad de existencia real”

¿Por qué creen que muchos bolivianos recibimos horrorizados la noticia del establecimiento de “relaciones amistosas” con Irán? La intolerancia, según la real academia, es el odio o la violencia contra los que piensan distinto o los que creen en cosas diferentes. De ahí que ideologías como el marxismo o religiones como el Islam, en sus versiones más crudas, son estructuras de ideas absolutamente intolerantes.

El Presidente de Irán, detrás de su baja estatura y su apariencia inofensiva, carga con esas ideas de odio y violencia contra los valores y beneficios de los países libres. El mismo tipo de intolerancia que apagó la vida de Benazir Buttho.

Tal solo al llegar a Pakistán, Buttho fue recibida por un atentado terrorista que mató a 135 personas, sin contemplaciones y cobardemente. Ella dijo “no puedo dejar de hablar en público con la gente, eso es la democracia” y tenía razón, un verdadero demócrata requiere del contacto con la gente para mantener su lazo con la realidad, no puede pretender conocer los problemas e inquietudes de sus compatriotas desde detrás de un escritorio. Pero que difícil es combatir la intolerancia con democracia y las bombas con ideas, hay que tener una gran valentía para hacerlo y, en el caso de Benazir Buttho, hay que tener los ovarios bien puestos.

Los demócratas tienen que ser valientes, más aun en países donde las ideas intolerantes son tan populares. Buttho había dicho que la lucha contra el terrorismo era una guerra del pueblo pakistaní, y no un tema que le interese solamente a Europa y Estados Unidos. Y lo dijo en las narices de los terroristas, ellos, no podían explicar al pueblo de Pakistán las razones por las que el terrorismo es bueno, no podían hacerlo en un mitin, igual que Benazir, porque no hay posibilidad alguna de hacerlo. No existe justificación racional humanamente comprensible para justificar el hecho de eliminar seres humanos por pensar distinto o creer en diferentes cosas, las cobardías no se pueden defender en mítines callejeros.


La única opción para los intolerantes, siempre ha sido la eliminación de los diferentes, destruir la libertad de pensar, y estructurar sociedades de autómatas con las mismas ideas y costumbres, con las mismas creencias, pájaros enjaulados con las alas cortadas.

Cuando vemos lo sucedido en Pakistán, parece sumamente lejano, como si fuera una realidad extremadamente distinta y distante de la nuestra. Pero en nuestra Bolivia podemos ver las mismas señales de intolerancia en versiones de “alasita”. Cuando en las zonas altiplánicas dominadas por el “mallku” o en el Chapare de Evo Morales no se permite el ingreso de otros partidos políticos para hablar con la gente, para hacer campaña, so pena de ser apedreados o algo más ¿acaso no estamos hablando de intolerancia? Cuando, por pensar diferente, por luchar por distintas cosas, los líderes opositores son amenazados, patético y cruel acto mediante, de ser degollados como perros a manos de los ponchos rojos ¿no estamos hablando de intolerancia? Cuando los imbéciles de la unión juvenil cruceñista golpean a transeúntes por presumir que son partidarios del gobierno ¿acaso no estamos siendo testigos de un acto de intolerancia? Y cuando las manifestaciones de los cívicos de Cochabamba son recibidas con insultos por los masistas en la plaza 14 de septiembre, y cuando los manifestantes paceños son agredidos por gente del gobierno, cuando las calles solo pueden utilizarlas los que están a favor del gobierno, en fin…

Aunque afortunadamente la nuestra aun es una versión de “alasita” de la intolerancia, es nuestro deber achicarla a su mínima expresión porque, como cualquier criatura del mal, la nuestra puede crecer hasta el tamaño que nosotros le permitamos, y mientras más grande más difícil de eliminar. Sino preguntémosle a la dinastía Buttho, el padre y los hermanos de Benazir también murieron a causa de la intolerancia. Ella es hoy, una razón más para amar profundamente la libertad, una razón para mantener a la intolerancia alejada de nuestras almas. Buen viaje, valiente hija del destino.