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viernes, 8 de febrero de 2008

Terror al pueblo

Eso es lo que, puedo asegurar, sienten el Presidente Morales y el resto de sus allegados. Es una sospecha que tuve desde el momento en que rechazaron la posibilidad de que el tema de la capitalidad fuera decidido en un referéndum nacional. Este asunto, junto con el de la distribución del IDH, que han sido los principales escollos para el MAS, podría haberlos resuelto el soberano a través de consultas populares "¿Por qué no resolverlos de esa manera y evitar que la oposición los utilice?" me pregunté. "Porque en realidad Evo Morales le teme al pueblo", me respondí.

Pero con los últimos acontecimientos en torno al referéndum que impulsa Santa Cruz y a la intención de los prefectos opositores de iniciar tratativas para extender el ATPDEA e impulsar algún instrumento comercial con EEUU me convencí. Evo Morales, Álvaro García Linera y todos los "revolucionarios" que trabajan en palacio, le tienen terror a la expresión del pueblo en democracia.

Y en realidad me convencí de dos cosas. En primer lugar, cuando se dice "la voz del pueblo en democracia" Morales y su gobierno se refieren a los gritos de la masa en las calles, esas masas irracionales, a veces pagadas, que generalmente no saben por qué están en las calles, que se envalentonan por andar en grupo, que obedecen a consignas baratas y que no representan mas que a pequeños sectores de la ciudadanía. Nosotros nos referimos a la voz de la totalidad del pueblo, que acude a tomar decisiones en las urnas, que no necesita vociferar nada, que decide de acuerdo a lo que dicta su conciencia y que no tiene presiones sindicales encima. Esa es la verdadera voz del pueblo, que no es la voz de Dios, que también se puede equivocar pero que, en todo caso, tiene mayor autoridad para interpelar al Estado que unos cientos de personas vociferantes en las calles.

En segundo lugar, además de tener una idea torcida de la "expresión del pueblo en democracia", Morales y sus compinches le temen a la idea correcta. Lo digo por las declaraciones del fin de semana de García Linera, quien fue un terrible defensor del carácter político del proceso constituyente, explicando así que las transgresiones a la norma del mismo no serían relevantes, pero que sin embargo a la hora de hablar del referéndum de Santa Cruz se declara defensor de la legalidad (mas papista que el papa) arguyendo que solamente el Congreso puede convocar a referéndums. También acuden a la legalidad cuando se trata de la posibilidad de que sean las prefecturas las que se encarguen de garantizar una extensión de largo aliento del ATPDEA ¡Que cínico señor Vicepresidente! ¿Acaso no sabe que así como la "emergencia de lo indígena" justifica los atropellos cometidos en el proceso constituyente, también la "emergencia autonómica" justifica convocar a una consulta democrática, y la "emergencia de la subsistencia" justifica que el más capaz negocie una extensión del ATPDEA?

Más allá de la evidente dualidad en la actuación gubernamental, acudiendo a la política o a la legalidad cuando le conviene, lo que sucede es que le temen a la democracia. Saben perfectamente que en el pueblo de Santa Cruz, en su referéndum, va a decidir la puesta en vigencia de su estatuto autonómico mayoritariamente. Y saben que con el solo hecho de ser convocado el referéndum por el prefecto (cosa que es perfectamente legal y legítima) su poder se debilita, porque su poder es el del centralismo. Y lo mismo con la extensión del ATPDEA, que sería aplaudida por las decenas de miles de obreros que dependen de sus exportaciones, pero que constituiría una afrenta al centralismo. Por eso el gobierno está exigiendo que todo pase por sus manos, que todo se siga concentrando en La Paz, las decisiones, las convocatorias, las negociaciones, todo el poder, el destino de vidas y haciendas tienen que pasar por sus escritorios. Y si para ello es necesario restringir a los cruceños el derecho a la participación en un asunto que les incumbe, o a los empresarios y trabajadores la posibilidad de garantizar sus fuentes de subsistencia, lo harán.

Porque Evo Morales adora el centralismo, por un lado para tenerlo todo bajo control, para asegurarse de mantener el dominio total de los asuntos del Estado, para que nada se pueda mover sin que el patrón lo autorice. Y por otro, porque teniendo en sus manos el control absoluto del poder, tiene el control absoluto de los bolivianos. La participación del pueblo en consultas populares y no de sus masas en las calles, y la dispersión del poder como garantía de no existencia de tiranías son, para Evo, una soberana patraña, pero además, son una patraña a la que teme profundamente, porque pondría en evidencia la total debilidad e ineptitud de su gobierno.

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