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lunes, 30 de julio de 2007

Cabildo en los tiempos del MAS

El viernes veinte de julio en La Paz, hubo tres cabildos: El de los paceños de a pie, que se manifestaron por la permanencia de la sede de gobierno en su ciudad. El que le sirvió al MAS para mostrar de manera soberbia su "fuerza" ante el resto del país. Y el que le mostró a Bolivia cuán "democráticas" son las costumbres, las organizaciones y los métodos que pretenden instaurar los masistas en la república, evitando, por la fuerza, que un constituyente ingrese en el evento.

No recuerdo que Samuel Doria Medina haya sido nombrado personaje no grato en La Paz. Esa sería, tal vez, la única razón por la que un constituyente de dicha ciudad no podría ingresar y hacer uso de la palabra en la manifestación de una población a la que representa.

Pero esto hay que tenerlo bien claro. No fueron los paceños los que evitaron que el constituyente participara en el evento. Fueron unos cuantos bellacos, con ínfulas de reyezuelos, los que cometieron la atroz arbitrariedad.

Alguien preguntará: ¿por qué tanto lío por Doria Medina? No, no soy amigo de él ni militante de su partido. No es Doria Medina quien me preocupa. Lo que me inquieta es la facilidad con la que nos estamos acostumbrando a las poses autoritarias.

Es así, exactamente, como maneja las asambleas el MAS, en el trópico de Cochabamba, en las comunidades rurales, en donde sea que tiene poder. Ahí están los "policías sindicales", una suerte de milicianos que ejercen el control político dentro de las asambleas, asegurándose de que los opositores y disidentes no ingresen, y menos hablen. Vigilando que nadie se desmarque, que todos mantengan la línea. Controlando quienes faltan o se duermen.

Los castigos pueden ser chicotazos o cosas peores. Castigos consumados en flagrante transgresión de la Constitución Política de Estado… sí, esa que ya teníamos, que siempre fue buena, con la que deberíamos quedarnos, y que en su artículo 6 dice: II. La dignidad y la libertad de la persona son inviolables. Respetarlas y protegerlas es deber primordial del Estado. Además en el artículo 7 referido a los derechos fundamentales dice: b) A emitir libremente sus ideas y opiniones por cualquier medio de difusión. Y en el artículo 12: Queda prohibida toda especie de torturas, coacciones, exacciones o cualquier forma de violencia física o moral…

Y los chicotazos y el lanzamiento de objetos a las personas, para evitar que emitan sus opiniones, para impedir que ingresen en una asamblea o cabildo ¿Qué son?... ¿caricias tal vez?

Son actos dictatoriales, totalitarios, tiránicos y arbitrarios, al más puro estilo de las dictaduras socialistas y fascistas. Actos que solo pueden ser ejecutados por personas que no tienen la más peregrina idea de lo que significa vivir en libertad y democracia, y respetando los derechos de los demás.

Esto comenzó hace mucho tiempo, con la prohibición a los partidos tradicionales de ingresar a ciertas comunidades a hablar con la gente, con la dictadura sindical siempre ejercida en el Chapare y otras zonas, con la prohibición a radios comunitarias no gubernamentales a emitir mensajes políticos, y ahora sucede en la concentración de La Paz.

¿Acaso no nos damos cuenta? Nos están diciendo "nosotros somos los únicos con derecho a hablar, y nosotros decidimos quién habla y quien participa, y quién es honesto y dice la verdad" ¿Nos estarán enterrando el puñal de la dictadura de a poco?

Lo sorprendente, una vez más, es la forma en que estamos asimilándolo. Después del cabildo, José Luís Paredes decía que ese es el carácter de los ponchos rojos, como si tuviéramos que comprenderlos a los pobres. Que actúan como policías sindicales tratando de proteger algo sagrado ¡Que maravilla, ahora tendríamos que felicitarlos seguramente!

¿Los bolivianos queremos vivir en libertad y democracia, o queremos ser esclavos? ¿Queremos un presidente o un emperador? Si lo que buscamos es ser los esclavos de un emperador socialistoide, estamos por buen camino. Pero si aspiramos a vivir en libertad y democracia, gobernados por un presidente constitucional, no podemos continuar tolerando este tipo de actitudes totalitarias.

Debemos mirar más allá de nuestras narices, observar este tipo de situaciones, y exigir que se nos gobierne respetando nuestra dignidad, nuestros derechos y nuestras libertades. En otros tiempos, si la policía nacional hubiera cometido dichas arbitrariedades, hubiese sido un escándalo nacional… pero esos eran otros tiempos… estos, son los tiempos del MAS.

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