El oficialismo suele mencionar a Manfred Reyes Villa, recordándole los procesos judiciales que se siguen en su contra y recriminándole el haber huido a los EEUU en lugar de haber permanecido en el país para asumir su defensa.
Si el reclamo surgiera de personas que apoyaron a Reyes Villa en sus diferentes incursiones políticas, sería una interpelación auténtica. Cuando un ciudadano le pide a la gente que apoye una determinada propuesta y visión de país, lo menos que se puede esperar es que tenga el mínimo de valor y consecuencia para quedarse en Bolivia a defender y dar continuidad a un supuesto proyecto político que habría ofrecido, y por el que se habría comprometido la confianza de la gente a través del voto. Pretender hacer esto por control remoto desde un cómodo exilio en Norteamérica es una falta de respeto.
Pero cuando hablamos de los ataques del masismo contra Reyes Villa, y últimamente contra “Tuto” Quiroga, no estamos frente a un oficialismo preocupado por la salud política del movimiento opositor. En el caso del partido de gobierno y sus recriminaciones contra estos personajes, se trata de una estrategia dirigida a condenar al movimiento opositor a quedarse en el inmovilismo en relación a la urgente renovación que requiere.
Los ataques, desde el oficialismo, contra Reyes Villa y “Tuto” Quiroga, tienen por objetivo el de hacer que estos ciudadanos cuestionados por sus actos políticos, carentes de una visión alternativa de país, y estructural e ideológicamente débiles, permanezcan como supuestos líderes de la oposición, evitando al máximo las posibilidades de recambio y renovación en el movimiento opositor.
Adicionalmente, tal estrategia tiene su correlato desde las actitudes tanto de Reyes villa como de Quiroga, pues son ellos mismos quienes parecieran soñar con volver a ser candidatos a la presidencia del país, y no permiten que la oposición se renueve, al negarse a dejar libres los espacios que tercamente se empeñan en seguir llenando. Se trata de simple y llana mezquindad política con un movimiento opositor que en muchos de los casos reivindica demandas y argumenta razones serias frente a un incontenible poder.
Por otro lado, quienes han permanecido en Bolivia, y que podrían llamarse “mandos medios” de la oposición, que en muchos casos son personas que están ejerciendo función pública, se presenta el problema de una especie de pereza política, que los hace negarse a poner en marcha la construcción de nuevos paradigmas programáticos y discursivos, basados en los sólidos principios de libertad, justicia e igualdad ante la ley.
Los grupos de activistas de lo que erróneamente se suele llamar ”la derecha”, parecen haberse acostumbrado a la comodidad de contar con mayorías en órganos legislativos, posiciones en el aparato público, y grandes sumas de dinero para crear, organizar y hacer funcionar un partido. De ahí que a muchos de ellos les parezca una tarea muy difícil la de reconstituir el sistema de partidos, y en muchos casos hasta una labor que las “circunstancias políticas” obligarían a postergar indefinidamente.
Olvidan que en las épocas de Marcelo Quiroga Santa Cruz la izquierda no contaba ni con una docena de legisladores, y mucho menos con millones de dólares para la construcción de movimientos políticos, y sin embargo siempre se las ingeniaron para lograr hacer la diferencia, empleando para ello las ideas de superioridad moral e intelectual, y solidez ideológica y programática, complementadas con tesón y valentía.
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