Es la frase con que Lenin expresó su desdén hacia el principal valor por el que los seres humanos hemos luchado durante siglos, aboliendo la esclavitud y los regímenes totalitarios, e intentando diseñar formas institucionales que garantizasen que esa libertad conseguida no se pierda fácilmente.
La respuesta que alguien le debería haber dado a Vladimir Ilich es: “para lo que nos de la gana, no es asunto tuyo”.
Y es que mientras el individuo no utilice su libertad para vulnerar la de otros, no es asunto de ningún gobernante quién, cómo, dónde, por qué y para qué la usa.
¿Para qué sirve la libertad? Simplemente para eso, para ser libres. Habrá quienes quieran aprovecharla al máximo y hacer todo lo que el ejercicio de su libertad les permite, y tratarán de conocer todos los lugares, los climas, los paisajes, las personas. Pretenderán que son mochileros, y se afanarán por explorar hasta la última posibilidad que su libre arbitrio les brinde.
Otros habrá que se esforzarán por potenciar al máximo su creatividad y su talento, intentando hacerse inmortales a través de alguna obra, o simplemente porque les place, o tal vez porque quieren ganar dinero, o quién sabe por que otras razones más (el que ejerce su libertad es quien lo sabe). “Son criaturas ambiciosas, pretenciosas o ególatras” dirá alguien. ¿Y qué nos importa siempre y cuando no vulneren libertad y derechos de otros?
Otros tantos preferirán sentirse libres de no hacer nada, de empeñar el mínimo esfuerzo, apenas necesario para tener lo esencial, mientras disfrutan de cosas tan simples como ver todas las películas que la industria hollywoodiense ha producido, reír con la vulgaridad del show de Tinelli, o mirar mujeres u hombres semidesnudos (y también desnudos) en televisión, Internet y revistas. “Son criaturas conformistas” exclamará alguien por ahí. ¿Y qué diablos nos importa, mientras no vulneren libertad y derechos de otros?
Los “para qués” de la libertad son múltiples, y sus fines son tan distintos como distintos somos los seres humanos. No hay grupo de expertos ni máquina genial capaz de conocer siquiera un mínimo porcentaje de los fines que los individuos de un orden social persiguen, al hacer uso de su libertad.
Los individuos apreciamos muchísimo nuestra libertad. El único problema es que muchos somos conscientes de su valor, la identificamos con nombre y apellido, al igual que a las acciones que la podrían poner en peligro, mientras que otros aún no se han dado cuenta de que sus vidas no serían ni posibles ni soportables si libertad, y pretenden entregarla a cambio de seguridades que ofrecen los poderosos, o simplemente aún no son conscientes de que sus actividades como comerciantes, dirigentes, especuladores, artistas, bohemios, estudiantes, etc. no serían posibles sin libertad.
Muchos Gobiernos han pretendido saber mejor que las personas cuáles deben ser sus metas; han detestado ver “el caos” dentro del orden social, han deseado que todo ciudadano enfoque sus esfuerzos personales hacia una gran causa común por el bienestar general, y han asumido políticas para lograrlo. Han eliminado la libertad, porque se creían con la autoridad de definir su “para qué” en nombre de todos los individuos, o simplemente la veían como un estorbo o una inutilidad.
En Bolivia, a plan de leyes para controlarlo todo, nos están haciendo lo mismo. Algunos ya nos hemos dado cuenta hace mucho ¿cuándo se enterará usted?
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